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viernes, 25 de mayo de 2012

UN VIAJE EN EL TIEMPO.

Mariana fue de mala gana a la fiesta de su amiga Paula.
La tenían preocupada y malhumorada los pobres resultados que obtenía en los ensayos de la Prueba para postular a la Universidad. Era cierto que no le ponía mucho empeño y que varias veces había faltado a las clases en el Pre-Universitario.
Tampoco estaba segura de querer estudiar Periodismo.
Pero ¿qué cosa entonces? Era buena en idiomas, le encantaba Literatura...En fin, la incertidumbre y sobre todo el temor a obtener un mal puntaje la tenían angustiada.
Al final, se  decidió y partió a la fiesta.
Había gente bailando en el jardín y en el interior de la casa.
Divisó a Patricio, que llevaba una polera con una leyenda tonta: "No estoy aquí"
Pasó a su lado sin saludarlo y se dirigió al jardín. Patricio corrió tras ella y le preguntó enojado:
-¿Por qué no me saludaste?
-Pero ¡si ahí dice que no estás aquí!  Salí al jardín a buscarte.
-Ja ja ja-fingió reírse, molesto, y la tomó de la mano para llevarla a bailar.
Bailaron largo rato sin hablar porque el estruendo de la música lo impedía. Luego, Mariana se apartó de él con el pretexto de ir al baño.
La cargaba bailar música lenta, con Patricio respirándole en la oreja. Le cargaba Patricio, esa era la verdad.
Pasó frente a la biblioteca del papá de Paula. Estaba encendida la luz y vio unos mullidos sillones que invitaban al descanso. Se quitó los zapatos y se ovilló entre los cojines, con un suspiro de alivio.
Pero, no estaba sola. Vio a un joven de poco más de veinte años, mirando con atención los lomos de los libros que llegaban hasta el techo. Sacó uno y se sentó al lado de Mariana.
La saludó distraído y se puso a leer.
Ella deletreó en la portada: "Memorias de Dios" de Giovanni Papinni.
-¡Vaya!- exclamó-¿Es un libro religioso?
-¡Claro que no! Todo lo contrario, es un libro requete contra ateo.
Abriéndolo  en una página cualquiera, se puso a leer en voz alta.
 Era una especie de Diario de Vida de Dios en el que decía que los hombres lo tenían hastiado y que lo que más le cargaba era que le rezaran y lo alabaran, pensando que eso a él le resultaba agradable.
Mariana se quedó perpleja.
-¿Y tú eres ateo?
-¡Claro!-dijo el joven-No creo en Dios, ni en el mar, ni en las nubes, ni en nada. Pienso que las cosas existen solo porque las imaginamos.
-¿Y por qué todos vemos lo mismo, entonces?
-¡Ah! Porque el cerebro es igual en toda la gente y está programado para que veamos las mismas cosas.
-¿O sea que vivimos en una especie de páramo en el que no hay nada de nada? ¿Como una hormiga que camina por una página en blanco?
-Puede ser, sí...-respondió,  pareciendo dudar él mismo de sus extrañas ideas y a continuación, agregó, quizás para cambiar de tema-Me llamo Marcos y tú?
Yo, Mariana-respondió ella y le tendió la mano.
Enseguida, Marcos le preguntó:
-Si pudieras viajar en el tiempo ¿a qué época irías?
-¡Ah!- exclamó ella, sin vacilar-Iría al Futuro. Me saltaría diez años. Estaríamos en el año Dos mil veintidós. Ya habría dado la Prueba, me habría titulado en alguna profesión y toda la incertidumbre de ahora pertenecería al Pasado.
-Mira, yo estudio antropología- explicó Marcos- así es que viajaría a la Pre-Historia. Querría ser testigo del despertar de la inteligencia humana.
Y así, conversando, se les pasó la hora. Dieron la una y Mariana decidió volver a su casa. Marcos le ofreció llevarla en su auto y ella aceptó encantada, porque de Patricio no se veía ni el pelo. Y además, seguro que estaría enojado.
Al llegar a una esquina, un taxi los envistió por un lado y los arrojó a la vereda.
Mariana perdió el conocimiento al golpearse contra el parabrisas.
Despertó sentada en un sillón, en la trastienda de una Farmacia.
Pensó que la habían llevado ahí después del choque, pero casi al mismo tiempo que abría los ojos, entró una joven, que le espetó malhumorada:
-¡Ya, pues, Mariana! Hace rato que estoy atendiendo sola, haciendo también tu pega. ¡Te aprovechas de que no está Don Heriberto!
Mariana se miró y vio que llevaba un delantal igual al de la vendedora.
Se levantó del sillón, confusa, y se dirigió al mostrador de la Farmacia. Al pasar, vio en la pared un calendario: Diciembre de Dos mil veintidós.
Trabajó todo el día hasta quedar agotada.
Le ardían los pies y un persistente dolor de cabeza le impedía pensar. Sólo atinaba a llamar a los clientes por sus números y a despachar los pedidos, tratando de sonreír.
A su lado, Julia, que así se llamaba la otra dependiente, se desenvolvía con soltura, mientras Don Heriberto, el farmacéutico, se encargaba de las recetas.
Terminó su turno cuando las luces de la calle ya estaban encendidas desde hacía rato.
Tomó el Metro y llegó a su casa de noche.
Su madre la besó distraídamente y siguió poniendo la mesa.
Mariana vio que sólo ponía dos cubiertos:
¿Dónde estará papá?-se preguntó angustiada.
Comieron en silencio. Miró el rostro de su madre, triste y envejecido.
Sobre un mueble, estaba la fotografía de su padre y a su lado un vaso con flores, que empezaban a deshojarse.
Comprendió que había muerto. Y seguramente decepcionado al ver que ella no se había titulado en ninguna profesión, a pesar de los esfuerzos que él había hecho para costearle los estudios.
Se acordó de las veces que se había ido al cine en lugar de asistir a las clases del Pre-universitario.
La pena y los remordimientos, como una marea salobre, inundaron su corazón.
Su mamá encendió la televisión y en la pantalla vio un rostro conocido, que la hizo estremecer.
-El galardonado antropólogo, Marcos S.-decía el presentador-dará una conferencia en el Auditorium de la Universidad de Chile. El tema versará sobre el hombre prehistórico, como adelanto de su libro "La mente del hombre primitivo" de próxima publicación.  
Vio a Marcos, con unos lentes de grueso armazón y una sonrisa tranquila y confiada, respondiendo a las preguntas del periodista.
Mariana sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Los cerró y sin darse cuenta, se quedó dormida en el sillón.
La despertó la voz de una enfermera y se encontró en la cama de una clínica.
-¡No duerma más, señorita Mariana, que ya viene el doctor a revisarla! ¡Qué bueno verla recuperada!  El golpe en la frente no le dejó ninguna secuela...
Entró el doctor y la miró, sonriendo:
-¡Tuvieron mucha suerte su amigo y usted! El también está fuera de peligro. Un poco confundido todavía. ¡Con decirle que no para de hablar de un viaje que hizo a la Prehistoria!
Tiene una conmoción leve que pronto se le pasará...
Mariana se irguió en la cama:
-Doctor, por favor ¡necesito que me dé el alta cuanto antes!  No puedo seguir faltando al Pre-universitario... ¡Sin un título no me voy a quedar!

1 comentario:

  1. ¡Buen día, Lillian! Aquí estoy, leyéndote y comentando...
    Interesante idea esa de que las cosas existen sólo porque las imaginamos. En cierta manera estamos condicionados, sí... Y a veces es necesario un "toque de atención" para que tomemos más en serio ciertos deberes y responsabilidades. Aunque no faltará quien luego diga: "¿Y para qué sirve un título hoy en día?" Ni para trabajar de dependienta... Ahora por pedir, piden 5 títulos.
    Saludos.

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