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jueves, 17 de mayo de 2012

EL FARO.

Estaba tratando de esbozar un cuento que le habían pedido en una revista.
Le gustaba escribir a mano en un cuaderno y luego ir corrigiendo y completando en el computador.
Mordía distraída el lápiz cuando, sin saber cómo, se puso a dibujar. Fue como si alguien guiara su mano. Bosquejó unos peñascos a la orilla del mar y sobre ellos un faro.
No era un recuerdo. Estaba segura de que nunca lo había visto, pero dibujó hasta los más pequeños detalles.
Quedó impresionada y pensó si no sería esa la inspiración para su cuento, que en lugar de llegar en palabras, lo hacía en imágenes.
Pero no. No era eso en lo absoluto. Y decidió que era mejor salir a caminar para despejar su mente.
Esa noche soñó con el faro.
Se vio caminando hacia él por un sendero abrupto. El faro era blanco y resplandecía bajo el sol del medio día. Las olas, atravesadas por flechas de oro, iban a morir contra las rocas.
Arriba, apoyado en la baranda que rodeaba la linterna del faro, había un hombre mirándola.
Despertó en medio de la noche, asombrada por la nitidez de su sueño.
A su lado. Arturo dormía roncando ligeramente y en su inconsciencia, había atravesado un brazo sobre el cuerpo de ella.
Miró con frío desapego su cabeza sobre la almohada. Un extraño con el cuello adiposo y un pelo entrecano que empezaba a ralear...
Se liberó de su brazo, sin despertarlo, y se corrió hacia el borde de la cama.
Pasadas las primeras urgencias de su amor, ambos sintieron que se habían equivocado.
Estella comprendió que aquellos arrebatos de adoración y de dependencia, la pérdida del dominio de sí misma, eso no era verdadero amor ni podía perdurar en el tiempo.
Ambos estaban luchando por rescatar lo poco que quedaba, sin estar seguros de que su esfuerzo valiera la pena. Sin embargo, Estella sentía que Arturo la seguía amando y su amor la retenía como una cadena.
El fin de semana, él le sugirió que fueran a la costa. Que  recorrieran sin rumbo fijo hasta que encontraran un lugar que les gustara para pasar la noche. Era evidente que confiaba en que aquella larga excursión los acercaría.
Fue así como llegaron al lugar donde se erguía el faro.
Estella lo vio desde lejos y quedó sobrecogida.
Sin decirle nada  Arturo sobre su sueño, le pidió que la llevara a verlo.
Arturo objetó que en auto sólo se podía llegar hasta cierta distancia. Después había que seguir a pié y ya se estaba haciendo tarde.
-¡La próxima vez que vengamos!-le dijo-Ahora busquemos un hotel, porque estoy cansado de manejar y tengo hambre.
Varias noches después, volvió a soñar con el faro.
Esta vez llegaba hasta la puerta y se ponía a golpear, pidiendo que le abrieran. Escuchaba una voz de hombre que le respondía desde el interior, pero no podía entender sus palabras. Y nunca nadie le abrió.
Despertó con una sensación de frustración y tristeza, que la acompañó todo el día.
No volvió a pedirle a Arturo que la llevara. Pero, una mañana, al despertar, decidió volver sola.
No supo cómo se encontró manejando por la carretera, durante horas, hasta que el rugido del mar le salió al encuentro, llamándola.
Al divisar el faro, se agitaron los latidos de su corazón.
Dejó el auto al borde del camino y siguió a pié por el sendero pedregoso. Se encontró frente a la puerta que en sueños había golpeado. Esta se abrió antes de que alcanzara a tocarla.
En el umbral apareció el mismo hombre que la había mirado desde lo alto, la primera vez que soñó.
Era alto y delgado. Su rostro estaba curtido por el aire del mar y su pelo, que había sido rubio, estaba desteñido por el sol y blanqueado por algunas canas.
Al verla, se quedó atónito y luego exclamó con voz ronca:
-¡Usted! ¡Usted es la del sueño!
Estella no comprendió, pero él continuó hablando con vehemencia. Le dijo que había soñado con ella varias veces. La primera vez la había visto llegar desde lo alto del faro. En otro sueño, la había escuchado golpear la puerta, llamándolo. El, desesperado, había tratado de bajar a abrirle pero la escalera había desparecido.
Estella comprendió que los sueños de ambos habían sido coincidentes.
Se miraron intensamente a los ojos y ella sintió el impulso ciego de arrojarse a sus brazos.
Pero escuchó de pronto la voz de Arturo que la llamaba.
Sus manos la tomaron férreamente de los hombros y la apartaron de allí.
-¡No, no! -gimió desesperada, luchando por soltarse.
-¡Estela! ¿Qué te pasa? ¡Despierta! ¡Estás soñando!
Se encontró sentada en la cama, con un brazo de Arturo rodeando sus hombros.
-¡Por qué gritabas que no, que no ? ¿Tenías una pesadilla?
Estella pensó que había tenido un sueño, un hermoso sueño, y que la pesadilla empezaba al despertar.

4 comentarios:

  1. Dice María Teresa Gonzalez: Leí con mucho interés este cuento. ¡Qué bueno! Creo que refleja la realidad de muchas mujeres y de muchas parejas que viven juntos sólo por no estar solos.

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  2. Saludos Liliana

    vengo a saludarte y decir que con mas tiempo podré leer tus escritos...

    hermosas fotos tienes aqui
    espero sigamos en contacto

    te dejo un saludo cordial!

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  3. Dejo mi enlace para que me sea más fácil seguirte...


    seguimos en contacto!

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  4. ¡Buen día, Lillian!
    Cruda descripción de la protagonista sobre su marido y la relación al verlo en la cama.
    Aquí has tenido una buena idea al hacer que el hombre del faro también hubiera pensado en ella. Eso no lo esperaba y le ha dado mayor misterio al cuento.
    Encuentro a la protagonista valiente, porque otra en su lugar hubiera tomado con temor el sueño y luego encontrar que lo vive en la realidad. Me ha recordado a las imágenes del vídeo en "The ring" y quizá por eso yo lo he imaginado más tétrico que tú. Además, la vi hace poco... y tengo que decir con alegría, que ya pasó una semana y sigo vivo jajaja.
    Me quedé con ganas de más, porque sin duda la historia puede continuarse en sucesivos sueños.
    De todas formas, la protagonista vuelve a caer en el mismo error: dejarse llevar por el arrebato, como ya le pasara con su pareja Arturo.

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