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lunes, 7 de mayo de 2012

UN ADIOS.

Durante un mes o algo así, Graciela sintió que su matrimonio con Juan se iba desmoronando.
¿Cuándo empezó todo? ¿En qué momento le pareció notar que él se mostraba ausente e incómodo al lado de ella, como si ya no tuvieran nada que decirse?
Llegaba tarde del trabajo, siempre cansado, y su interés por ella, como mujer, se notaba disminuido, casi inexistente.
Empezó a cuestionarse, a mirarse al espejo con recelo. ¿Había perdido su atractivo? ¿Por qué su conversación, que antes le parecía a él chispeante e ingeniosa, ahora lo cansaba? Sus ojos se apartaban de ella, para vagar inquietos por la habitación, como buscando en qué posarse. Algo que no estaba allí.
Cuando le confesó que se había enamorado de Gloria, tuvo dos sensaciones inmediatas y contrarias:
Dolor y alivio.
-¿Quieres decir que no es por mí? ¿Que no soy yo el problema?
Dejó de cuestionarse, pero el dolor se abrió paso en su corazón como un tigre y  afiló sus uñas en él, desgarrándolo.
Juan se quedó un momento cabizbajo y repitió:
-Me he enamorado. Ella también. Se va a Inglaterra por un año y tengo que seguirla. Perdóname. no lo puedo evitar.
Se fue y no supo de él en muchos meses.
Ella vendió su departamento y mientras encontraba uno que realmente le conviniera, se fue a vivir con su hermana Silvia.
Ella viajaba mucho y se alegró de que Graciela cuidara de sus gatos y pagara las cuentas en su ausencia.
Habían pasado cerca de ocho meses, cuando llegó una carta para Silvia, desde Inglaterra.
Era la letra de Juan.
Su hermana estaba fuera, en uno de sus viajes, así es que la abrió sin vacilar. Además, era obvio que su contenido la atañía.
"Querida Silvia:
Te extrañará mi carta, pero he estado llamando a Graciela al departamento. Al principio no contestaba nadie y luego, alguien me informó que ya no vive ahí y que él es el nuevo propietario.
Por eso te escribo. Su número de celular ya no es el mismo. ¿Podrías contactarme y darme una pista de dónde encontrarla? "
A continuación venía la dirección de un correo electrónico.
Graciela reflexionó dos días antes de contestar. Intuía que para Juan, las cosas no habían salido tan bien como esperaba.
"Recordado Juan: Graciela no está en Chile. Con el dinero de la venta del departamento se fue a Europa y anda vagando por ahí sin dirección conocida. Tú comprenderás que después de lo que hiciste, ella necesitaba alejarse de aquí. No lo digo por juzgarte. Son cosas entre ustedes dos. Pero, cuéntame de ti. Cómo andan las cosas por Londres? Silvia."
Pasó una semana antes de recibir la respuesta.
"Querida Silvia, gracias por responderme. Yo estoy aquí, haciendo una pasantía en Literatura Latinoamericana. Gloria sigue su curso de arte dramático y forma parte de un grupo de teatro que recorre las Universidades, representando a Becket, principalmente. Pasa muy absorbida por los ensayos y la verdad, con sus amigos me siento un poco fuera de foco.
¿Has sabido de Graciela?"
Intercambiaron varios correos, en los cuales Juan, sin darse cuenta o tal vez buscando un desahogo, fue vaciando toda su frustración y su soledad.
Era evidente que su loca pasión por Gloria se había apagado como una vela encendida en un vendaval.
Todos los mails terminaban con la misma pregunta: ¿Has sabido de Graciela?
Ella adivinó la situación.
Gloria, diez años menor que Juan, por lo menos, había hallado en sus compañeros de teatro gente más afín a sus intereses. Juan, mientras, luchaba por integrarse a ellos, sin lograrlo. Sin duda, se sentía infeliz y ansioso, pero su orgullo le impedía renunciar a su aventura y reconocer que había roto su matrimonio por nada.
De pronto, se interrumpió la correspondencia y Graciela pensó que no volvería a saber de él.
Pero una tarde, desde la ventanilla de un bus, lo divisó caminando por la vereda, en dirección al departamento de Silvia.
Su primer impulso fue saltar del asiento, bajarse del bus llamándolo, pero el chofer se negó a parar en mitad de la cuadra y ella se volvió a sentar, tratando de serenarse. .
¡Él había vuelto!
Lo que esperó por todos esos meses, había sucedido al fin.
Sin embargo, no se bajó del bus hasta llegar a la oficina de corretaje. Ese día le entregaban las llaves de su nuevo departamento.
Con ellas en la cartera, fue a la bodega donde guardaba sus muebles e hizo los arreglos para que se los llevaran a la mañana siguiente.
Al volver al departamento de Silvia, encontró un papel bajo la puerta:
"Graciela, sé que eras tú"

Al ver la letra de Juan, se quedó fría. Ninguna jubiloza expectativa embargó su ser.
Entonces comprendió que ya era tarde. Que las palabras Amor, Perdón y Siempre, habían perdido su significado. Que lo que esperó durante tanto tiempo se había vuelto imposible. Algo había cambiado o había muerto en su corazón y nada de lo que Juan dijera, podría resucitarlo.
Hizo rápidamente su maleta y dejando una nota para Silvia, que volvía al día siguiente, se dirigió a su nueva dirección, a donde nunca Juan podría encontrarla.

1 comentario:

  1. En esta historia no acabo de captar por qué la aparente contradicción de Graciela.
    Pienso que queda claro que se interesa por su marido perdido, que se hace pasar por su hermana para saber de él de forma oculta e incluso se alegra cuando ve que regresa, fracasada su historia con Gloria.
    Y a raíz de encontrar la nota, de repente toda esa ilusión se desmorona y ya deja de importarle.
    Aunque bueno, de una mujer se puede esperar cualquier cosa jaja. Sois impredecibles.
    José

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