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lunes, 10 de diciembre de 2012

UNA NOCHEBUENA ESPECIAL.

Mi hermana Silvia se sentó a mi lado en la cama y me preguntó:
-Si volvieras a ser chica ¿qué le pedirías al Viejito Pascuero?
-Le pediría ser feliz.
-Y a todo ésto ¿ya sabes qué es la Felicidad?
Me quedé pensativa y no supe qué contestarle, porque me dí cuenta de que no lo sabía.
La Felicidad es un enigma.
Tal vez sea una puerta cerrada, cuya llave se perdió hace miles de años y los hombres se pasan la vida buscándola, con los ojos clavados en el suelo. Y si miraran hacia arriba ¿no la verían quizás ahí, colgada en la punta de una estrella?
Silvia me dijo entonces que es probable que la Felicidad no exista. O sea como el agua que se nos escapa entre los dedos y que nunca alcanzamos a beber,dejándonos siempre sedientos...
Después se fue a su dormitorio, sin saber que me había dado motivo para pasar desvelada una buena parte de la noche, pensando en como definirla.
Se acercaba Navidad y a la tarde siguiente, al volver del trabajo, decidimos adornar el árbol.
Nadie vendría a verlo, sería solo para nosotras, pero bien valía la pena, aunque fuera para recordar las Navidades de nuestra infancia.
Ya nuestros padres no estaban y en esa fecha, su recuerdo volvía a mi mente con inusitada fuerza.
Me dí cuenta de que a Silvia le pasaba lo mismo, porque mientras sujetaba la estrella en la punta del pino, se fue quedando callada de a poco.
-Volviendo al tema de ayer-le dije, para distraerla- Quizás la Felicidad sea la Tristeza vestida de gala, como Cenicienta, la noche del baile...
-¿Por qué dices eso?
-¡Porque se parecen tanto las dos!  Se llora de pena, pero también de alegría. Y una puede sentirse feliz, aunque en el fondo esté triste. Tal vez la Felicidad es saber sobrellevar las penas con elegancia. Una especie de aristocracia de la Vida...
-¡No fantasees!- me respondió Silvia-Parece que trataras de hermanar la noche con el día.  La Tristeza es baja y oscura, como un charco de barro en el que se ahoga una estrella.  En cambio, la Felicidad es alta y dorada, como un pájaro que se eleva, volando hacia el sol.
Las dos nos quedamos sentadas a oscuras, con el resplandor de las luces del arbolito parpadeando sobre nuestras caras.
-¿Te acuerdas cuando creíamos en el Viejito Pascuero?
-Hasta que el papá perdió el empleo y supimos que esa Nochebuena no habría regalos...
-Me acuerdo de los ojos de la mamá, arrasados de lágrimas cuando nos lo dijo. ¡Le dolió tanto destrozar nuestra ilusión!
-Sí, pero esa Navidad fuimos más felices que en otras...Sentimos con más intensidad lo que significaba estar juntos.
-Los cuatro asistimos a la Misa del gallo y al salir, nos detuvimos frente al pesebre y miramos al niño Jesús acostado sobre la paja.
-Y por primera vez prestamos oído a las campanas, que llenaban el aire con su repique jubiloso.
- Quizás otros años, desenvolver tantos regalos nos distraía del verdadero sentido de la Navidad.
-Creo que el Viejito Pascuero pasó por nuestra casa esa noche, después de todo.
-Sí. Entonces no lo entendimos, pero con el paso de los años me doy cuenta de que el hecho de no recibir regalos esa Nochebuena, fue el mejor regalo que pudimos tener.

1 comentario:

  1. Sí, la mayoría se muere por un regalo, sin darse cuenta de que hay cosas mucho más valiosas que se dejan de lado.

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