Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



lunes, 10 de diciembre de 2012

EL ROMANCE DE MILLY.

Llegó un alumno nuevo cuando ya el curso, segundo medio, había empezado hacía un par de semanas.
Habría pasado desapercibido si no hubiera sido porque, al correr la lista, se descubrió la inaudita estravagancia de que se llamaba Segismundo.
Quedaron pasmados y los más impertinentes le preguntaron en qué estaba pensando su papá cuando lo bautizó con ese nombre.
-En Segismundo, de "La vida es sueño" de Calderón de la Barca ¡es obvio! -respondió él con cierto airecito suficiente, como quién habla con patanes incultos.
Y lo eran, naturalmente.
En Literatura habían estudiado "La vida es sueño", pero a ellos el conocimiento le había entrado por un oído y salido por el otro, ya que entre ambos tímpanos no tenían una maraña neuronal que lo retuviera.
Desde entonces, los payasos del curso se sintieron obligados a aguzar su ingenio, inventándole toda clase de apodos.
-¡Segismundo trotamundo! ¡Oye, Calderón ¿donde dejaste la barca? y otras tonteras por el estilo, que a ellos les parecían tan graciosas como para partirse de risa.
A Milly también la habían tenido como inspiración a principios de año.
Cuando pidieron una cuota para no sé qué colecta, ella dijo, sin meditarlo:
-¡Estoy pobre como ratón de iglesia! (Esa expresión la había leído en alguna novela, seguramente)
Eso bastó para que se convirtiera en el hazmerreir durante meses.
Milly se autodeclaró paria y se apartó de ellos con disgusto.
Hasta que llegó Segismundo a relegarla al segundo plano de las pullas.
Pero ¿como fue que Milly se enamoró de él?
 Esos son los misterios insondables que un corazón adolescente no necesita explicar.
Tal vez fue ese Invierno, cuando lo veía apoyado contra la pared del patio, leyendo un libro.
Hacía un frío intenso y su pelo oscuro caía húmedo, ocultando su frente seria y pensativa. Arropado en un viejo chaquetón, perteneciente tal vez a su literario padre, por lo pasado de moda, Segismundo leía ajeno a todo cuanto lo rodeaba. Incluso a Milly.
Dentro de la sala, el resto de los alumnos se entregaba a sus habituales diversiones, dibujando caricaturas de los profesores en el pizarrón o comentando las seriales de la Tele.
Milly, empecinada en su amor, empezó a llevar también un libro y a salir al patio a leer, aunque en los techos blanqueara la escarcha.
Tiritaba un poco, pero trataba de concentrarse en la lectura, aunque no lograba hacerlo, porque los ojos se le iban a la figura de Segismundo. Esbelta y meditativa, misteriosa y seductora, que era así como la veía ella, obnubilada por las emociones de su amor juvenil.
De a poquito se fue corriendo a lo largo de la pared, hasta quedar a su lado.
El no dio señales de notarlo. Leía "La montaña mágica" y al parecer, subía a la cumbre trabajosamente, porque era un libro algo denso. Pero, se concentraba obstinadamente, aunque eso significara aislarse del mundo, inclusive de Milly.
Ella leía junto a él, o al menos trataba de hacerlo, mientras tiritaba heroicamente, en las gélidas mañanas invernales.
Su corazón no claudicaba, porque estaba segura de que Segismundo estaba consciente de su presencia, aunque lo disimulara.
Una mañana, particularmente fría, sintió que se le helaba la mano que mantenía sin guante, para voltear las páginas del libro.
-Tengo la mano helada- observó- ¿podría guardarla en tu bolsillo?
-¡Claro!- dijo él, mirándola de soslayo.
Milly acurrucó su mano en el bolsillo del chaquetón, como si fuera un gorrión buscando calor .
Palpó unas miguitas de pan en el forro y pensó que, de haber sido un gorrión, se las habría comido.
. Al cabo de un rato, la mano de Segismundo entró también al bolsillo y buscó la suya.
Milly sintió que el corazón se le subía a la garganta y se lo tragó rápidamente, no fuera cosa que se le escapara volando, justo ahora que más lo necesitaba.
Permanecieron así hasta el final del recreo y la escena se repitió por el resto del Invierno.
Pero, la Primavera llegó y todos celebraron su venida, menos Milly.
El abrigo de Segismundo desapareció y ya no hubo bolsillo donde se encontraran sus manos.
Siguieron leyendo juntos en los recreos, pero él nunca le dijo nada.
La única señal alentadora era que no empezaba a leer su libro hasta que ella aparecía.
Se quedaba con la vista fija en el espacio y solo al verla llegar, una leve sonrisa distendía sus labios. Luego, ambos se sumergían en la lectura, como pescadores de perlas en un vasto mar.
Y así se fue el año.
Dieron las últimas pruebas y Milly y Segismundo pasaron con buenas notas, sobre todo en Literatura. ¡Era que no!
Pero se acabaron las clases y ella sintió que lo perdía para siempre.
Por casualidad, Rosalba, su compañera de banco sabía donde vivía Segismundo y se lo comentó sin malicia.
Una que otra tarde pasó casualmente por frente a su casa, pero nunca lo vio.
Solo un gatito gris, en un alféizar también gris, pareció preguntarle:
-¿Se te ha perdido algo, niña?
-Sí- le respondió a media voz- Se me perdió el corazón. Y si lo ves vagando por aquí, por favor no te lo comas, creyendo que es tu almuerzo.
Llegó la Navidad y resolvió jugárselo todo.
Le compró de regalo un libro que le recomendó el vendedor. Era del último premio Nobel, así  que no podía equivocarse.
La tarde del veinticuatro fué a la casa de Segismundo y luego de tragarse la angustia, como una bola de plomo, tocó el timbre.
Le abrió una señora bajita y simpática que la hizo pasar en seguida.
-Mi hijo salió, pero estoy segura de que volverá dentro de un rato.
Esperó sentada en un sofá y ya había pasado casi media hora, cuando sonó su celular. Era su madre.
-Milly, no sé donde estás pero sería mejor que volvieras. Hace lo menos treinta minutos que tengo a un joven esperándote en el living y no sé qué hacer con él.
Luego agregó :
-Trae una ramo de flores y un regalo, así  que si yo fuera tú, me apuraría- y soltó una risita cómplice.
-¿Y te dijo quién es?
-Mira, el apellido ya se me olvidó, pero del nombre me acordaría fácil. Se llama Segismundo.

1 comentario:

  1. Un agradable y romántico cuento.
    Me gusta esa manera tuya de provocar los enamoramientos, por ambas partes, casi sin hacer nada jaja. Debería ser así en la vida real.
    Felices fiestas y un abrazo de mi parte.

    ResponderEliminar