Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



lunes, 22 de julio de 2013

EL SUEÑO DE CLARA.

Clara siempre había envidiado a Mariela.
Era la mejor alumna del curso y la niña más bonita del colegio. Con sus mejillas sonrosadas y su cabello rubio cayéndole en bucles sobre los hombros...
Vivía en una casa grande frente a la plaza y todos sabían que su papá era dueño de la inmensa fábrica que le daba vida al pueblo.
El día de su cumpleaños, Mariela hizo una fiesta y todas las niñas del curso fueron invitadas.
Clara no quería ir, porque no tenía un vestido apropiado. Pero su mamá le acortó el ruedo a su traje de Primera Comunión, y se lo adornó con un ramito de violetas de tela, cosidas en el cinturón.
Su papá le compró unos chocolates para que llevara de regalo.
La casa de Mariela era muy grande y llena de luz.
En su dormitorio, la cama tenía una colcha de raso rosado y había una repisa llena de figuritas de porcelana. En un sillón, se veían varias muñecas sentadas, cual de todas más linda y mejor vestida.
Clara se quedó embobada mirando las figuritas.
Mariela se rió y le preguntó:  ¿ Te gustan?
Por un instante, creyó que le diría: Elige la que quieras y te la regalo.
Pero, nada de eso ocurrió.
En la tarde, volvió triste y malhumorada.
-¿No te trataron bien?-le preguntó su mamá, preocupada.
-¡Oh, no!  ¡Lo pasé muy bien! ¡Todo es tan bonito allá!  ¡Cuántas muñecas y libros de cuentos tiene!  ¡Y las figuritas en la repisa...!  Mariela debe ser muy feliz. ¡Quién fuera como ella!
 Esa noche, desvelada en su cama, pensó:
-No es que yo quiera ser como ella. ¡Yo quisiera ser ella!  ¡Quisiera ser Mariela y tener todo lo que ella tiene!
A la mañana siguiente, antes de abrir los ojos, sus dedos palparon una tela suave, como de satén.
Sobresaltada, se encontró acostada en la cama de Mariela, con su colcha rosada, bordada de mariposas.
Miró a su alrededor y vio el inmenso cuarto iluminado por la luz del sol y la repisa con las figuritas que tanto le gustaban.
-¿Qué hago yo aquí?- se preguntó, apartando las sábanas.
Al pararse en medio de la habitación, vio su reflejo en el espejo.
Las mejillas rosadas, los bucles rubios cayendo sobre los hombros...
-¡Soy Mariela!- exclamó alborozada- ¡Soy ella y todo lo que hay aquí es mío!
Abrió el closet y vio una hilera de vestidos. Eligió el más bonito. Uno de terciopelo azul que Mariela se ponía los Domingos, para ir a la Iglesia.
Bajó la escalera corriendo.
La casa se notaba silenciosa, como si no hubiera nadie. Pero, desde la cocina, le llegó un ruido de cacerolas.
Ahí estaba Adelaida, echado papas peladas en una olla que hervía.
-¡Mariela!  ¿Qué hace aquí?  Ya sabe que no me gusta que venga a molestarme cuando estoy cocinando...
-¡Es que no he tomado desayuno!- protestó la niña.
-¡Bueno!  Ahí tiene pan y leche. Pero, apenas termine se va a hacer sus cosas ¿me oyó?  No me gusta tener niños metidos en la cocina.
-Y la mamá ¿dónde está?
-En su cama estará, pues, como siempre.- le respondió Adelaida con tono despreciativo.
Subió la escala y entró al dormitorio de los padres.
En una de las camas gemelas lloraba la mamá, con la cara hundida en la almohada. La otra cama estaba intacta y se notaba que nadie había dormido en ella.
-¿Donde está el papá?  ¿Le pasó algo malo?
-¡Todo lo contrario!  ¡Debe estar muy bien y muy feliz!- respondió la mujer, sollozando.
La niña quiso acariciarle el pelo, conmovida al verla llorar así.
-¡Déjeme, niña!  Que me duele la cabeza...¡Salga de aquí!  ¿Que no tiene que ir al colegio?
-Pero si hoy es sábado...
-Entonces vaya al jardín y juegue sin hacer ruido. Mire que se me avecina una jaqueca.
Pasadas las tres de la tarde, llegó el papá.
-La mamá está llorando en su pieza- le  informó la niña, acusadora.  
-Déjela que llore, no más. ¡Es lo que mejor le sale!  Yo voy a dormir siesta en el escritorio, así es que no haga ruido ¿me oyó?
-Y cuando hayas dormido ¿me vas a revisar las tareas?
-¡No puedo, mi niña!  Lo siento. Tengo que volver a salir... Un compromiso en el Club. ¡ Usted sabe lo ajetreada que es mi vida!- se quejó con fingida resignación.
Pasó el resto del día sin tener con quién hablar.
Jugó con las muñecas, ordenó las figuras en la repisa, leyó más de una vez cada libro de cuentos.
Ya nada le parecía tan estupendo como había creído.
Se tendió en la cama, cubierta de satén rosado y sus dedos acariciaron la tela.
Se sentía muy sola y de a poco la fue embargando una congoja tan grande que le hacía doler el corazón.
Lloró largo rato y sin saber cómo, se quedó dormida.
Cuando despertó, se encontró en su casa y con alivio comprendió que todo había sido un sueño.
Entró su mamá, sonriendo:
-¡Arriba, Clarita!  Aquí tienes tu desayuno. Y levántate luego, que el papá y yo te vamos a llevar al zoológico.
-¡Ay, mamá!  ¡Qué bueno!  ¡No sabes la alegría que siento de ser  yo misma!
- ¡Claro que eres tú misma!  ¡Qué cosas tan raras dices!  ¿No será que tuviste una pesadilla?

4 comentarios:

  1. No es todo oro lo que reluce, eso me lo decìa mi abuela y tenìa mucha razòn. Hay que ser feliz con lo que se tiene y no con lo que nos gustarìa tener.

    Me ha gustado tu historia.

    un abrazo

    fus

    ResponderEliminar
  2. Toda vida tienen una historia
    de dulce y de agraz
    no tuve una niñez de padres amorosos porque solo tenia madre-padre y hija del rigor comprendí tempranamente
    que todo lo que tuviera sería producto de mis manos
    una enseñanza legada de mi madre...
    linda historia
    no hay mejor enseñanza que puedas tomar de un sueño...si sabes ver
    verás que te guían en la vida
    aunque uno nunca termina del todo aprender!

    abrazos!

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué lindo tu cuento, querida Lily! Veo que, al igual que otros, tiene algo de magia y de enseñanza. Como las parábolas de Jesús. Un cuento especial para niños de 5 a 99 años..


    Opinión de María Teresa González..

    ResponderEliminar