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lunes, 22 de julio de 2013

UN ENCUENTRO.

"Temo convertirme en un viejo triste y fracasado. Existir sin hallar una motivación real para mi vida."
Eso lo escuchó Nestor, por casualidad, en el Metro, y se sintió tocado.
Un rictus de dolor contrajo sus rasgos. Le pareció que el que hablaba, describía con anónima crueldad, la futilidad de su existencia.
La voz resonaba a sus espaldas, en el carro semi vacío, pero no se volvió a mirar a quién hablaba.
Se bajó del tren y caminó sin rumbo, pensando en la deprimente coincidencia de aquellas palabras.
El también se sentía perdido en un mundo demasiado grande.
Arrastrado por una corriente de agua oscura, sin ningún asidero que frenara su carrera hacia la Muerte.
Sus pasos lo llevaron al otro extremo de la ciudad, al barrio en el que habían trascurrido su niñez y su adolescencia.
Buscó la casa en la que había vivido con sus padres y vio que la estaban demoliendo.
Aún quedaba en pie la pared frontal, donde estaba la puerta de entrada. Más allá, se veían solo escombros.
Un ramalazo de dolorosa nostalgia lo sobrecogió.
-¿A dónde se fue mi juventud?- se preguntó en un suspiro.
De pronto, vio abrirse la puerta y salir por ella a un muchacho.
¿Qué hacía ahí?  Detrás de aquel muro ya no había nada...
Lo siguió con cierta dificultad, porque el joven caminaba a grandes zancadas, como si fuera escapando de algo.
-¡Perdona!- lo llamó indeciso, sin saber qué iba a decirle.- ¿Vives por aquí?
-¡Claro!  En esa casa- respondió, señalando la fachada en ruinas- ¿Usted anda perdido?
Nestor no supo qué responder y se quedó asombrado mirando aquel rostro. ¡Le parecía tan familiar, tan parecido a alguien a quién había conocido!
Caminaron juntos hasta la plaza y el joven sacó un paquete de cigarrillos.
-¿Fuma?
Nestor aceptó uno y se dejó caer en un banco.
Notó que la plaza había cambiado mucho. Todo era nuevo. Incluso, de los viejos árboles que había conocido de niño, solo quedaban unos pocos.
Por conversar de algo, alzó la vista hacia el joven que fumaba parado frente a él y le dijo:
-Te vi salir muy apurado de tu casa, como si huyeras de algo.
-¡Sí!- exclamó el muchacho, con rabia- ¡No quise seguir aguantando las monsergas de mi padre! Me tiene hastiado de sus concejos:  Que estudie, que me haga un profesional.. ¿Por qué no me comprende? Yo lo único que quiero es pintar. ¿Por qué no acepta que tengo que realizarme, que soy un artista?
Nestor lo miró consternado.
-Perdón, ¿cómo te llamas?
-Nestor. ¿Y usted?
-Yo también...¡ Y te pareces tanto a mí cuando era joven! Tampoco quise oir los concejos de mi padre. Rompí con él y dejé la casa...Al igual que tú, quería ser artista...
-¿Y lo logró?
-No era tan fácil como yo creía. Probé todas las técnicas, incursioné en todas las corrientes pictóricas. Fracasé. Fui un mediocre... El talento que tenía no bastaba. Para triunfar, se necesita genio.
-¡Qué raro!  Esas son las mismas cosas que me repite mi padre. Suenan a reflexiones de viejo amargado.
En lugar de ofenderse, Nestor le sonrió con tristeza.
-No estudié ninguna profesión ¿y sabes lo que hago ahora?  Soy guardia nocturno en el Museo de Bellas Artes. Tengo toda la noche para pasearme por las galerías y mirar los cuadros que yo nunca habría podido llegar a pintar.
-¡Bueno!  ¡Pero eso no me va a pasar a mí! - respondió el joven con petulancia- ¡Yo sí que voy a tener éxito !
Y se alejó a grandes pasos, como apurado por salir al encuentro de la Vida que le prometía tanto.
Nestor lo vio desvanecerse en las sombras y adivinó que acababa de obtener respuesta a la pregunta que se hiciera frente a la casa en ruinas.
-¿A dónde se fue mi juventud?-  había preguntado.
Allá se iba, sorda a los concejos y las advertencias. Y directo a una vida de fracaso. 

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