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lunes, 15 de julio de 2013

EL ANILLO DE LA SOLEDAD.

Lucía había envejecido sola.
De a poco, su pelo se fue volviendo gris y su cutis, que había sido fresco y suave como el pétalo de una flor, se fue marchitando y cubriendo de manchas.
A menudo, contemplaba en su dedo el anillo al que atribuía su desgracia.
Era el anillo de compromiso que le había regalado Román, gastando al comprarlo, más dinero del que podía permitirse.
Aún resonaban en sus oídos las palabras que él pronunció, cuando intentó devolvérselo.
-¡No, Lucía! ¡No trates de quitártelo!  Ese anillo tiene una maldición. La mujer que traicione el amor con que le fue entregado, está condenada a no poder amar nunca y a vivir en soledad.
Lucía lanzó una carcajada burlona.
-¡Qué tonterías te dicta el despecho! Me lo quitaré cuando quiera...
Y forcejeó inútilmente, tratando de sacárselo. Pero fue como si le hubieran brotado garfios de acero que se incrustaban en su carne.
Por un momento se asustó, pero su temor se disipó rápidamente. ¡Ella no creía en maldiciones ni brujerías!  El anillo se había apretado, sencillamente, y bastaría un poco de jabón para que resbalara de su dedo...
-Sé que me dejas porque soy pobre- le reprochó Román, con amargura- Hay otro que te ofrece más que yo, no lo niegues. Pero el Amor no se compra ni se vende. ¡Y la Vida bien pronto te lo va a enseñar!
Lucía lo vio alejarse con alivio. ¡Ahora era libre para amar a quién quisiera!
Y aunque no pudo quitarse el anillo, al final se resignó a llevarlo. ¡Después de todo, era muy hermoso!
 La piedra resplandecía con destellos de luna y por las noches, en la sombra de su habitación, parecía  brillar como una lágrima. Esa única lágrima que vertió Román, antes de partir.
Pero, el hombre que le había prometido joyas y lujos, la dejó al poco tiempo, sin despedirse siquiera.
Conoció pronto a otros en los que puso su ilusión. Pero, tampoco pudo retenerlos.
Con el tiempo, su ambición de una vida opulenta dio paso al deseo de hallar a alguien que de verdad la quisiera, sin importarle ya que fuera pobre.
Pero, se le fue la vida escuchando promesas falsas y añorando el único amor sincero que había conocido.
El anillo seguía brillando en su dedo y ya no intentaba quitárselo.
Le recordaba su lejana juventud y veía con secreta humillación, como el resplandor de la joya hacía resaltar la decrepitud de su mano.
Al mirarlo, creía volver a escuchar la voz de Román, susurrando en su oído la promesa de que siempre la amaría. Y empezó a aferrarse a la esperanza de que un día volvería a buscarla.
Seguía viviendo en la misma casa que compartiera con sus padres. Ellos ya habían muerto y su única compañera era la melancolía.
Su corazón, vacío de amor, latía regularmente, como el engranaje de un reloj que devora las horas inútiles.
-Tic tac, tic tac. ¡Buenos días, tristeza!  Tic tac tic tac ¡Buenas noches, soledad!
Se pasaba los días sentada junto a la ventana, espiando el paso de los transeúntes. Segura de que un día escucharía las pisadas de Román detenerse frente a su puerta.
Si la había amado tanto, si había jurado que no la olvidaría...
Y una tarde de invierno, doblado bajo la lluvia que barnizaba los árboles, lo vió llegar.
Se detuvo frente a su puerta y  Lucía, oculta tras el visillo, en la sombra de la habitación, lo contempló ávidamente.
Su cara era la misma, aunque surcada de arrugas. Y aquel mechón de pelo que siempre le caía sobre la frente, se había vuelto gris.
 Lo vio vacilar, sin atreverse a tocar el timbre.
Ella lanzó un grito y levantándose del sillón, quiso correr a su encuentro.
Su corazón dio un violento salto dentro de su pecho...y se detuvo. Agotado por el dolor de tantos años, no pudo soportar la alegría.
 Cayó inerte.
Y en ese preciso instante, el anillo que había estado incrustado en su carne, se desprendió suavemente y rodó sobre la alfombra, sin un rumor.


3 comentarios:

  1. Bueno, yo creo que ella ya sabía que ese amor era para si...

    que bueno que también existan hombres capaces de amar asi...
    son pocos
    y al final nunca se sabe en realidad como es una situación amorosa...

    en definitiva todo tiene su lógica...

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  2. Jolipinessss, nena, estas historias van trágico a más, pero esta tiene una buena moraleja, la ambición y el egoímo, son malos consejeros.
    Me ha gustado.
    Un abrazo.
    Ambar

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