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viernes, 23 de septiembre de 2011

EVELINA.

Una tarde de ocio, en el Facebook, encontré a Evelina.  ¡Ah, Evelina! La de los ojos verdes y el cabello cobrizo. Inolvidable como una musa de Boticelli.
Había sido mi alumna en el Pedagógico, donde yo enseñaba Arte. Se sentaba en primera fila y sus ojos me atraían magnéticamente. Sentía que eran mares en los que me sumergiría con deleite sin temor a ahogarme.
Por supuesto nunca tuve hacia ella un gesto que delatara mi pasión. Me lo impedían la Ética y la diferencia de edades. Cuarenta años, al menos, nos separaban. Mi pelo y mi barba habían encanecido prematuramente y las profundas arrugas que cruzaban mi cara eran las cicatrices dejadas por una vida más bien tortuosa.
Pero aquella tarde, en el Facebook, su bello rostro me sonreía y parecía decirme:"Ya no soy tu alumna y en cuanto a lo otro ¿qué importa? Ahora soy una adulta, igual que tú".
¡Iluso! ¡Pobre tonto soñador!  Eso me digo ahora, pero entonces no medité. Lo único que me detenía era no encontrar un pretexto ingenioso para contactarme con ella.
Al fin se me ocurrió.
Tenía yo un antiguo amor, conocida en la adolescencia, que acababa de publicar un libro. No era gran cosa. Unos cuentecitos medio ingenuos, pero con algo de originalidad. Si una Editorial conocida se había arriesgado a publicarlos, algún mérito tendrían que tener.
¡Esta es la mía!-pensé.  Y recordando que Evelina era buena lectora, porque siempre la veía en clases con alguna novela entre sus cuadernos, le escribí.
Le decía que Liliana, la escritora,  era amiga mía, y me ofrecía a presentársela.
Por supuesto, ni se me ocurrió evidenciar que la contaba entre mis amores algo fallidos y arrastrado a través de los años como una mochila llena de arena. Por lo seco y estéril, quiero decir.
Evelina contestó entusiasmada y luego de contactar a mi antigua amiga, quedamos de reunirnos en un café de Providencia.
¡Ah, Evelina! Estaba más bella que nunca. Más mujer, llena de una sensualidad que dejaba atrás su inocencia de chiquilla. Fue como ver llegar a la Primavera. La seguía una estela de flores y de pájaros. Al menos eso me parecía a mí mientras la contemplaba arrobado.
Liliana llegó algo tarde. Quizás sentía que su relativa fama la autorizaba a hacerse esperar.
Estaba más marchita de lo que recordaba. Adolorido, pensé que tenía mi edad.  ¡Así me vería yo a los ojos de Evelina!
La charla se desarrolló entusiasta.
Yo las contemplaba a las dos y me parecía estar sentado entre la Primavera y el Otoño. Entre la nueva, la deseada y la ya saboreada y olvidada en el hastío de la costumbre.
Cierta inquietud empezó a invadirme, eso sí, al notar que Liliana me dirigía miradas cargadas de intención. Más de una vez apretó mi mano como si quisiera comunicarme el calor de algún rescoldo que todavía ardía en su corazón.
Preferí desentenderme y concentrar toda mi atención en la extasiada contemplación de Evelina.
A cada rato ella me miraba y me daba las gracias por la oportunidad que le había brindado de conocer a la escritora. Liliana sonreía adulada pero me miraba con picardía como si diera por sentada otra intención en mi planificación de aquel encuentro.
¡Claro que había otra intención! Pero bien distinta de la que ambas se podían imaginar.
Pasaron las horas y la llegada de un frío atardecer nos motivó a retirarnos del café.
Dichoso, ofrecí a Evelina acercarla a su casa en mi auto. Liliana, afortunadamente vivía cerca y con alivio la vi perderse  entre la muchedumbre.
Al otro día, recibí un correo de ella.
Pablo querido-me decía-Adiviné tu pretexto de presentarme a la chiquilla para que volviéramos a vernos. No necesitabas idear nada. Tú sabes que nunca te he olvidado.  ¿Cuándo volveremos a encontrarnos?.
En cuanto a Evelina, apareció una semana después en mi exposición de pintura, de la mano de un muchacho treintañero. Me lo presentó como su novio y volvió a agradecerme la espléndida oportunidad de conocer a la escritora.
Reflexioné que quizás la Primavera es demasiado perturbadora y  tiene unos súbitos cambios climáticos que desestabilizan el corazón.
Después de todo, el Otoño también tiene sus encantos ¿No creen?

2 comentarios:

  1. Este cuento para mí refleja lo que muchas veces sucede en la vida real: las expectativas que tenemos en nuestra mente para nada se corresponden con lo que realmente piensan los demás.
    Muy cuco tu protagonista: si falla una, queda la otra jaja ¡Pobre Liliana!
    Un saludo, Lillian.

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  2. Una suave ironía recorre todo el cuento terminando con filosóficos toques de buen humor.

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