Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



viernes, 1 de abril de 2011

AUSENCIA.

Nunca lloraba. Durante años se tragó las lágrimas como porciones de vidrio molido. Por supuesto, terminaron por matarla.
El doctor dijo que tenía el corazón dilatado. Yo pensé que estaba hinchado de llanto y que fue ese peso el que le impidió seguir latiendo.
Estuve un mes sin ir al colegio. Los primeros días no podía leer ni ver televisión. Sólo me quedaba sentada en el living, con las piernas recogidas bajo el cuerpo. Me sentía indefensa si estaba de pié. Me acuerdo que me acurrucaba en el sillón y vagamente deseaba que fuera Invierno, para ponerme un sweter grueso que me protegiera. Pero era Verano y el frío que yo imaginaba sentir era el de su ausencia.
Mi papá siguió yendo al trabajo como siempre, pero no me obligó a ir a clases. Vinieron algunas compañeras a traerme las tareas, pero no podía concentrarme en nada.
Fue después de un mes cuando noté como iban desapareciendo las cosas de ella.
Primero fue su costurero, donde la aguja enhebrada esperaba en vano sus dedos para seguir bordando. Luego su álbum de fotos, el delantal que colgaba trás la puerta de la cocina. . . .
Cuando volví al colegio, a veces notaba que a mi regreso, el ánfora con sus cenizas ya no estaba sobre la cómoda. La habían escondido adentro del closet. El la había escondido.
Entonces me di cuenta de que alguien estaba viniendo a la casa en mi ausencia. Que entraba al dormitorio, donde la foto de mi mamá tampoco estaba ya sobre su velador.
La iba borrando de a poco, como si quisiera negar que alguna vez hubiera existido. No le bastaba con haber cremado su cuerpo que ahora era sólo un puñadito de cenizas frías que terminaron  en un nicho del cementerio.
Cuando llovía, al empezar el Invierno, yo me la imaginaba allá lejos, tan solita, perdida en medio de la noche, y mi corazón la llamaba con un grito silencioso que atravesaba la ciudad entera: ¡Mamá!
Iba al closet a llorar, abrazada a sus vestidos que aún tenían su perfume.
Pero el papá llamó al Hogar de Cristo y se los llevaron todos. Las joyas se las entregó a la tía Julia. Ella dijo que las guardaría, que no se atrevía a usarlas. Yo la abracé en silencio. Hubiera querido decirle que me alegraba que se las hubiera dado a ella y no a la mujer que venía a la casa cuando yo estaba en el colegio.
Pero al cabo de un año llegó para quedarse. Se llamaba Cecilia y se parecía a mi mamá en la fotografía que le tomaron cuando salió reina de la Facultad.
Me pregunto si eso significaba que alguna vez mi papá la había amado y quería revivir  en Cecilia la ilusión de su amor joven.
Eso me ha ayudado a odiarlo un poco menos.

1 comentario:

  1. tantas penas ,tantas desilusiones,tantas acciones y omisiones que quisiera olvidar ,ypor otro lado, todos los recuerdos lindos de la persona que se va.me puso triste tu historia,y darme cuenta que la pena nunca se irá, y tampoco se irá nunca el recuerdo de mi mamá,que me acompaña y me acompañará el resto de mi vida

    ResponderEliminar