¿Te das cuenta, Aidita? Aquí estamos solas tú y yo. Tu hijo tan amado se fue y ni se acordó de llevarse tu fotografía ni el ánfora con tus cenizas.
Te dejó conmigo, con la nuera a la que no querías, a la que echabas la culpa de las desgracias de tu Pimpo querido.
Pimpo le decías ¿Te acuerdas? Cuando nació te resistías a ponerle el nombre de tu marido. ¡Hacía ya tiempo que te había roto el corazón! No querías ni bautizarlo para no ponerle Eduardo y como en ese tiempo vendían las calugas “Pimpo”, empezaste a llamarlo así. Pimpito, tu lindo bebé, tu niñito querido.
¿Dónde estará ahora?
Llueve y miro por la ventana hacia la noche mojada. ¿Tú escuchas? ¿Tus cenizas escuchan la lluvia golpeando los vidrios? Quizás sueñas que son los pasos de él que viene a buscarte.
Pero, no te preocupes, Aidita. Se le quedaron sus pijamas de invierno y seguro que volverá. Entonces le pediré que te lleve a su nueva vida. Que será para ti otra nueva muerte, pero más placentera que la que tienes al lado mío. Al lado de tu nuera la frívola, la no querida.
¿Nunca pensaste que tu hijo podría haber heredado el corazón pétreo de tu marido, contra el cual te estrellaste y te rompiste en pedazos? ¿Nunca pensaste que aunque te obstinaras en llamarlo “Pimpo” él era un nuevo Eduardo, nacido para abandonarte también?
Ahora lo sabes, Aidita, seguro que ahora lo entendiste, en esta noche fría en que estamos solas tú y yo. En que miro tu fotografía colocada junto al ánfora de tus cenizas y también, como tú, creo escuchar sus pasos que vienen a buscarte. Y a buscarme a mí también.
Disfruté tus bellos cuentos, los había leído hace unos días los dejé con una impresión formada y los volví a leer hoy, no cambió mi idea sobre ellos.
ResponderEliminar"Hablando con mi suegra en una noche de lluvia" me sobrecogió, encanto y la narrativa la encontre hermosa, será que de algún modo me vi reflejada en ella.
Lindo tierno sera que algun dia. Sera capaz de trasmitirle lo que siente, ojala.
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