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martes, 17 de abril de 2012

SERVICIO A DOMICILIO.

Cecilia había jurado no volver a enamorarse, sabiendo que en el fondo era como si jurara no volver a respirar. Porque su corazón no podía vivir sin amor, así como sus pulmones no podían funcionar sin oxígeno.
Pero después de la decepción sufrida se sentía exhausta y sin fuerzas para volver a amar.
¡Había sido tan cruel su descubrimiento de la infidelidad de Ramiro!
Y tan casual...Nada más que gracias a una boleta de lavandería.
La encontró en el bolsillo de su terno gris, cuando lo sacó del closet para plancharlo. Amorosamente buscó en los bolsillos algún pañuelo o un llavero rezagado y se encontró con aquella boleta.
Le llamó la atención, porque era ella la encargada de llevar a limpiar su ropa y no precisamente a ese Dry Cleaning ubicado en el centro.
Luego, al leer el contenido, se le aflojaron las piernas.
El detalle decía: Abrigo de dama, azul con cuello de piel natural. Mancha de chocolate en el delantero.
Cecilia no tenía un abrigo así, por supuesto. Sólo su viejo tapado de tweed, ya deshilachado en las mangas.
Leyó el nombre y la dirección de la propietaria.
Marina se llamaba ella.
Ramiro la había acompañado seguramente a dejar el abrigo a la lavandería y luego se había guardado el comprobante en el bolsillo, con la intención de ser él quién, galantemente, se lo retirara más tarde.
¡Pero Cecilia le ganaría el quién vive!
La fecha de entrega de la prenda era precisamente para ese día.
Salió de la oficina a las seis y pasó a retirar el abrigo. Pagó los cuatro mil pesos del importe y luego se dirigió al departamento de la dueña.
Le abrió la puerta una chica linda de melena rojiza, envuelta en una neglilleé.
Cecilia le alargó el abrigo y le dijo escueta:
-De la lavandería. Servicio a domicilio.
La joven se dirigió al dormitorio y Cecilia la escuchó preguntar con voz melosa:
-Amorcito ¿tienes plata? Vienen de la lavandería.
Le respondió la voz de Ramiro:
-¡Por supuesto, mi reina! Yo se lo pago...
Se acercó a la puerta de entrada y se quedó petrificado al ver a Cecilia.
Ella le pasó la boleta y le informó con voz neutra:
-Son cuatro mil pesos, más la propina por servicio a domicilio.
Ramiro estaba pálido y le alargó en silencio un billete de cinco mil pesos.
Cecilia se lo echó al bolsillo y antes de volver la espalda, alcanzó a ver como la boca de Ramiro se torcía en un rictus de horror, mientras la pelirroja se le colgaba del cuello, haciéndole arrumacos.
Con la plata de la propina pasó a tomarse un café y luego se dirigió a su departamento.
Llenó un par de maletas con la ropa de Ramiro y se las dejó en el vestíbulo, frente a la puerta de entrada.
Luego se tomó dos somníferos y se acostó a dormir. No supo a qué hora pasó él por el departamento, pero al otro día cuando se levantó a recoger el diario, vio que las maletas habían desaparecido.
Así fue como descubrió que él la engañaba.
Y después de varias semanas de llorar sin consuelo, prometió que nunca volvería a enamorarse.
Pero ese año la Primavera llegó puntualmente y es sabido lo  vulnerable que es el corazón al influjo de su magia.
Seguramente Cecilia no pudo mantener por mucho tiempo su  promesa de no volver a amar.

2 comentarios:

  1. No sé por qué pensaba que habría sorpresa en este cuento y que Cecilia iba a estar equivocada en sus sospechas.
    Resulta curioso el momento en que la pareja se encuentra frente a frente y actúan como si no se conocieran.
    ¿Cuántas primaveras fallidas puede aguantar alguien?

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  2. Muy bueno, con mucho humor. Llama la atención la actitud de la joven, que sin hacer un escándalo ni proferir un reproche, le hace saber a su amado que está al tanto de la traición. Muy digna y muy dama. Al final, prima el optimismo de saber que la llegada de la Primavera le traerá nuevas posibilidades.

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