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jueves, 5 de abril de 2012

MAÑANA LLORARE.

Quizás ustedes se burlen si les cuento que me llamo Scarlet. Pero, ¿qué culpa tengo yo de que mi papá fuera tan cinéfilo?
Fue a ver "Lo que el viento se llevó" por lo menos cinco veces, y está claro que le debo mi nombre a la heroína de esa película.
En fin, me carga tener que dar explicaciones, como si me disculpara, cuando en el fondo me gusta llamarme así, porque Scarlet O´Hara era una mujer valiente que se plantaba firme de cara al huracán y no se amilanaba ante las dificultades.
Yo también era loca por el cine y cuando dispuse de mi sueldo de recepcionista en una Distribuidora, iba todas las tardes a ver una película.
De modo que entre las novelas que leía y las películas que veía, tenía bien poco contacto con la vida real. Lo cual era una suerte, según pude comprobar más tarde.
En el vestíbulo de la Distribuidora conocí un día a Rafael.
Era vendedor de neumáticos y eso hacía que, según él, su vida fuera sobre ruedas.
En realidad, ganaba buenas comisiones en su trabajo y siempre me invitaba a comer a lugares caros. Yo habría preferido ir a comer hot dogs después de darnos un atracón de cine.
Pero, a él le gustaba la vida "a lo grande" .Gasta hoy y preocúpate mañana, parecía ser su lema.
Seis meses después, nos fuimos a vivir juntos y nuestra vida se convirtió en una especie de tobogán, siempre cuesta abajo, hasta tocar fondo.
Su sueldo y el mío se iban juntos por el desagüe y nuestro amor no tardó en correr la misma suerte.
Creo que no nos habíamos conocido lo suficiente.
Si antes lo veía espléndido y rangoso, ahora sólo me parecía un botarate.
Vivíamos discutiendo por plata. Y al final de una pelea peor que las otras, hizo su equipaje y se fue.
Lo ví partir sin una lágrima...Pero una no puede escapar de su corazón.
Por mucha altanería y frialdad que le hubiera demostrado mientras lo veía recoger sus cosas, cuando me encontré sola lloré desconsoladamente por la pérdida de mis ilusiones.
Pero una chica llamada Scarlet no se deja aplastar fácilmente.
Me retiré de la Firma para cambiar de ambiente y postulé a un puesto de secretaria en un Estudio de Abogados.
Al señor que me entrevistó le hizo gracia mi nombre y mi nariz respingada, y me contrató con un sueldo bastante aceptable. Por supuesto, influyeron mis recomendaciones, pero creo, modestia hipócrita aparte, que le causé una impresión especial desde un principio.
(¡Ojalá no me hubiera alegrado tanto al notarlo!)
Anselmo dijo llamarse él y debe haber tenido unos sesenta, porque confesaba con soltura cincuenta y está claro que cuando uno se quita la edad lo hace con cierta audacia. Si no, no vale la pena.
Había harta diferencia de edad entre nosotros, pero a mí me fascinaban las canas plateadas que decoraban sus sienes, su voz grave y pausada de hombre serio, en fin todo.
No en vano yo había sido de esas niñitas que dicen que cuando grandes se van a casar con su papá...Y ahí tenía la oportunidad de dar rienda suelta a mis sueños incestuosos.
Nuestro romance empezó muy pronto y en secreto, como me lo pidió él, "para que las demás secretarias no se pusieran indóciles e irrespetuosas."
Había enviudado-me dijo-hacía cuatro años y arrendaba un departamento en el centro.
Los fines de semana viajaba a ver a su anciana madre, que vivía en Viña del Mar, en compañía de una enfermera.
Así es que tenía que conformarme con verlo sólo de Lunes a Jueves, lo cual me hacía sentir melancólica e insatisfecha.
Pasaba el fin de semana leyendo novelas o viendo películas, lo más tristes posibles, para que me dieran pretexto para llorar mi soledad.
Pronto descubrí que Anselmo era tan tacaño como Rafael había sido botarate.
Una sola vez me compró un perfume, para mi cumpleaños, pero el resto del tiempo yo añoraba que me regalara un chocolate o una flor en muestra de cariño. Pero ¡nada!
¡Tenía tantos gastos con su querida mamá! Los controles médicos, la enfermera, los remedios...Sacaba las cuentas frente a mí y se mesaba sus irresistibles canas con desesperación.
¿Cómo no aceptar entonces que conmigo se mostrara tan austero, si todo sacrificio era en aras de su cariño filial?
Así viví varios meses, entre nubes...Mejor dicho, entre nubarrones, porque mi soledad y mi insatisfacción me provocaban verdaderos aguaceros de lágrimas.
Un día empecé a notar cierta frialdad y distanciamiento de las otras secretarias hacia mí.
Cuando entraba al baño, se quedaban calladas como si hubiera interrumpido algún coloquio secreto y en las mañanas, al llegar, me saludaban con reticencia.
Un día escuché a Lola decir con intencionado tono alto:
-¡Hay algunas que tienen cara de niñita pero hay que ver que se las saben por libro!
Me quedé intrigada y decidí encararla:
-Lola, siento que esas palabras van dirigidas a mí y quiero saber qué tienes en mi contra.
-Tú ¿qué crees? Aquí todos en la Empresa conocen tu enredo con Anselmo.
-¿Mi enredo? ¿Por qué hablas así? ¿No tengo derecho a quererlo? ¿No tiene derecho él a quererme siendo viudo y solo?
-¡Viudo y solo!-exclamó Lola con incredulidad y sarcasmo-¡Pero si vive en Viña con su familia!
Su señora y tres hijos, para que sepas. ¿Por qué crees que se va para allá todos los Viernes?
Me senté en mi silla porque se me doblaban las piernas.
-¡Pero yo creía que iba a ver a su mamá!
Un coro de risas acogió mis palabras.
-Su mamá se murió hace tres años. Fuimos todas al funeral y nos dieron la tarde libre en señal de duelo....
Una chica llamada Scarlett siempre saca valor desde lo más hondo de su infortunio.
Esa misma tarde presenté mi renuncia y me dije, con optimismo, tragándome las lágrimas:
-Mañana será otro día. Ahora tengo mucho en qué pensar para perder el tiempo llorando.

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