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miércoles, 23 de noviembre de 2011

EL DIARIO.

Hacía por lo menos diez años que llevaba un diario de vida. Había empezado a escribir sin propósito ninguno, una tarde en que volví triste del funeral de una tía. Tomé un cuaderno cualquiera y puse ahí toda mi congoja, no sólo por la muerte de ella sino por mi vida, que me parecía estéril y sin destino.
Descubrí entonces el inmenso alivio que representaba poder desahogarse. Ser triste, ser desgraciada en secreto, mientras una máscara sonriente me relacionaba con el resto de las personas.
-¡Usted siempre tan animada, Señorita Rosa! ¡Da gusto verla!
Y por dentro un sepulcro, un bosque de árboles congelados, un monte hecho con la ceniza de  los sueños consumidos.  
El alivio que me brindaba el diario me daba fuerzas para representar la pequeña farsa de optimismo que dejaba a salvo mi amor propio.
En la noche, después de corregir algunas pruebas y preparar las clases del día siguiente, abría el cuaderno y vertía en él todas las amarguras del día, la indolencia de los alumnos, la hipocresía de los colegas y esa visión de un páramo desolado extendiéndose frente a mí.
Después de perder a  mi madre,  (¡todos iban muriendo a mi alrededor! La Muerte atravesaba el bosque talando los árboles y congelando a los pájaros), me quedé viviendo sola con Eulalia, la que fuera mi nana y quién se encargaba de llevar la casa.
Al final del día, ella entraba en silencio al salón con su tejido, y se sentaba a mi lado mientras  preparaba las clases. El tic tac del reloj y el entrechocar de sus palillos eran la banda sonora de nuestra película sin argumento.
Luego me iba a mi dormitorio y abría mi cuaderno. Páginas enteras consagradas a la Tristeza, esa diosa implacable sobre cuyo altar se marchitaban todas mis flores. Días iguales como las hojas secas de un mismo árbol, que el viento va arrancando una por una.
Hasta que una noche, al abrir el diario, encontré otra letra. Alguien había escrito en mi ausencia.
Corrí al salón donde Eulalia ordenaba su tejido.
-¿Qué es esto?-le pregunté -¿Quién estuvo hoy aquí?
Primero me miró asustada y luego sonrió condescendiente.
-La señorita Lily, pues. Vino como usted le dijo.
-Pero, no entiendo. No conozco a ninguna Lily ni le he pedido a nadie que viniera.
Enmudeció, preocupada, y luego me contó lo sucedido.
-Cerca de las once, sonó el timbre y cuando abrí la puerta vi en el umbral a una señorita. Me dijo que venía de parte suya y que de ahora en adelante vendría todos los días a trabajar en un proyecto. Me pidió que le entregara el cuaderno que usted tiene sobre el velador.
-Aquí voy a escribir-me dijo-y Rosa lo leerá cuando llegue.
La dejé escribiendo y me fui a la cocina a preparar el almuerzo.
Al rato se asomó sonriendo y se despidió hasta mañana.
Me pareció un relato increíble pero me apresuré a tranquilizar a Eulalia. En realidad, ella no había tenido motivos para desconfiar.
Volví al dormitorio para leer con calma lo que la joven había escrito.
Empezaba contando que había despertado contenta y no sabía por qué.
"Tal vez tuve un sueño lindo del que ya no me acuerdo. "
"Amaneció lloviendo y a propósito saqué del closet mi bufanda roja para agregarle color al gris del día. En el Metro le di el asiento a una señora que llevaba un enorme ramo de flores y ella me regaló una. Al llegar a la oficina la puse en un vaso sobre el escritorio y todos los que pasaban se detenían a oler su perfume y se quedaban un rato contándome sus cosas. "
"El trabajo estuvo pesado y el teléfono sonó mil veces pero cada vez que me vencían el cansancio y el fastidio, miraba la flor y recuperaba fuerzas. "
"A la salida la llevé conmigo y la puse en el alféizar de la ventana para que respirara el aire de la noche. Pero esta mañana amaneció mustia. "
"Era una rosa. ¿Por qué se marchitó tan pronto?. Yo me llamo Lily que significa lirio. Y mi alma es un lirio azul como los que pintaba Van Gogh. Espero que no se marchite tan prematuramente como la rosa"
Ahí terminaba el relato.
Me dejó atónita. No hallaba explicación a lo sucedido. Pero decidí arriesgarme y, ante el asombro de Eulalia, le pedí que si venía de nuevo la dejara entrar sin ponerle problemas.
A la tarde siguiente, al llegar,  no alcancé a preguntar nada porque ella, sonriendo,  me hizo un gesto de asentimiento.
Corrí a mi pieza a leer el diario. De nuevo encontré esa letra menuda relatando un día tan diferente al mío.
¿Quién era Lily? Todo me decía que no podía ser real. Que era una especie de sueño diurno que se introducía en mi vida, quién sabe con qué propósito. Pero si era yo quién la soñaba ¿cómo Eulalia la veía también?
Quise desentrañar el misterio. Avisé al Liceo que estaba con gripe y me quedé en la casa esperándola.
Pero no llegó.
Al día siguiente tuve que volver al trabajo y ella de inmediato aprovechó mi ausencia para venir a escribir en mi diario.
Día a día íbamos alternando en el cuaderno mis páginas tristes con las suyas gozosas,  que eran como las velloritas, pugnando por florecer bajo la nieve. . .
Un día leí esto:
"Alguien escribe cosas amargas cuando no estoy. Es una mujer llamada Rosa. Ambas compartimos este diario, aunque somos tan diferentes. Ella cree que soy un sueño que se introduce en su vida. Yo creo que ella es una vida que se introduce en mis sueños.  ¡Pero es una vida tan desolada!. Quisiera poder darle mi sol y quedarme con su lluvia. Porque sé que al escuchar el repicar de las gotas en el vidrio de la ventana, no pensaré en que me voy a mojar los zapatos cuando vaya a tomar el Metro, sino en lo hermosos que se verán los árboles enjoyados de diamantes.  
"¿Será muy tarde para salvar su corazón?"
El primer día de vacaciones de Invierno, salí como si fuera a tomar el Metro,  pero me refugié en el café que queda frente al edificio.
A las once divisé a una joven de bufanda roja que entró saludando al portero como si lo conociera desde  siempre. Algo en ella me pareció familiar. Llevaba el pelo largo suelto sobre los hombros y un abrigo pasado de moda que creí haber visto en alguna parte.
Un rato después salió y pude mirar su cara. Se parecía a mí cuando tenía veinte años.
Se quedó parada en la vereda mirando hacia el café y era evidente que adivinó mi presencia tras los cristales, porque sonrió y agitó su mano en señal de adiós.
Fué la última vez que escribió en mi diario.
Ahora sólo escribo yo. Pero me doy cuenta de que son páginas menos amargas. Que bajo el influjo de Lily, he ido rescatando un poco de mi perdida juventud. Y que fue ese el propósito que ella tuvo para introducirse en mi vida.
Los días me parecen menos monótonos y a veces despierto alegre sin saber por qué. ¿Será que he tenido un sueño lindo del que ya no me acuerdo?
Me he sorprendido sonriendo con mis propios labios y no con los de la máscara que me ponía para enfrentar a la gente.
No sería raro que uno de estos días, alguien en el Metro me regale una flor.

3 comentarios:

  1. ¡Lillian, qué cuento más bonito te ha quedado! Me ha gustado mucho.
    Esto lo leen los de Hollywood y te hacen ya mismo una película con cualquier actriz famosa de protagonista.
    Y la moraleja de la alegría deberíamos aplicarla, sí, pese a todo lo que nos rodea...
    Un abrazo alegre
    José

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  2. Rosa tiene un ángel Lily, que es ella misma, su voz interior, su alma que pugna por salir aprisionada en el invierno de Rosa. Escrito en forma de metáforas poéticas sus estados depresivos. Bravo triunfó Lily, un canto a la "Vida es Bella" Te regalo una "rosa". Lilian

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  3. ¡Muy muy bueno! Sobresaliente. Para una antología que exalte la vida, despreciando la frustración y el pesimismo

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