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viernes, 18 de noviembre de 2011

MARIPOSA DE OTOÑO.

(Sobre un poema de Pablo Neruda ).

Súbitamente una mariposa anaranjada entró por la ventana. Sus alas parecían dos pequeñas hogueras ardiendo jubilosas en el resplandor del crepúsculo. Me enderecé en la cama, tratando de alcanzarla, pero caí sobre la almohada. Las fuerzas me fallan cada día más.
"Me decían:- No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece. "
Mi madre entra de puntillas y cierro los ojos, fingiendo dormir. Por entre mis párpados apenas entornados, miro su rostro triste inclinarse para ajustar las sábanas. Es la única que no siente asco ni temor de esta enfermedad maldita. La única que me ama y me coge entre sus brazos como cuando era niño. Parezco un haz de paja seca, un puñado de huesos. Pero aún soy su hijo.
Mi padre, en cambio, no entra jamás a mi pieza.
Desde que yo era muy joven, presentí el sutil rechazo que lo apartaba de mí. El, tan varonil, tan amante de los deportes rudos, se avergonzaba de ese hijo hipersensible y pusilánime, que prefería encerrarse en su pieza a leer antes que jugar al futbol.
Mi madre me amaba apasionadamente. Yo era su refugio y el desquite de esa relación fallida que la atormentaba.
Ella no supo ver en mí lo que mi padre intuyó muy pronto y tal vez su excesiva ternura exacerbó mi sensibilidad y torció aún más mi naturaleza.
Pero ¿fueron responsables? ¿ El, con su distanciamiento y su menosprecio? .¿Ella,  con su amor dominante pesando sobre mí?
No lo sé. Solo sé que muy joven, casi un niño, comprendí que era distinto. Y que debía ocultar mis sentimientos para no ser humillado y encarnecido.
¿Cuánto tiempo luché contra mí mismo, contra esa fatalidad fisiológica impuesta a mi ser desde la infancia?
Al final, dejé de rebelarme y caí en aventuras pasajeras que me dejaban una mezcla de asco y de deseo insaciado.  Quise buscar amor en esos encuentros ocasionales y a veces recibí como respuesta una risa burlona.
Mi madre, al verme melancólico y encerrado en mí mismo, buscó inútilmente una confidencia.
"Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de Otoño el horizonte.
Y hasta mi alma caen hojas. "
La primera señal de peligro fue una brusca baja de peso y una pequeña lesión en la frente, al borde del cuero cabelludo. Dije que me había pegado y  traté de cubrirla con un mechón de pelo. Pero apareció otra en mi cuello, imposible de disimular.
Sospeché de inmediato, pero me hice el examen, confiando en estar equivocado. Pasaron los días sin que reuniera el valor de ir a buscar los resultados.
Pero me llamaron de la Clínica.
El médico se mostró optimista. Me habló de un tratamiento que me permitiría seguir viviendo casi con normalidad.
-¡Hay tantos en su mismo caso!-me aseguró.
Al principio, una luz de esperanza se encendió en la noche negra que parecía envolverme.
Pero, al cabo de unos días decidí que no quería hacer nada. Que mi vida debía llegar hasta aquí.
Había sufrido lo suficiente como para sentir que cargaba un peso de siglos sobre la espalda.
"Me decían:-No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece. "
A veces la vida me envolvía en sus brazos y me tentaba a seguir.
Entonces me preguntaba a mí mismo: ¿Estás seguro? Aún es tiempo de empezar el tratamiento. . .
Pero veía ante mí una existencia vacía de amor, castigada injustamente por la soledad y el disimulo y siempre llegaba a la misma conclusión: Estoy seguro.
Y así me fui debilitando hasta caer postrado.
A mi madre le dije la verdad. Una noche me eché en sus brazos y le hablé largamente de mi tragedia irremediable.
Lloramos los dos. Ella me suplicó que tomara los remedios que me prolongarían la vida. Le respondí que no, que estaba decidido.
Mi padre lo sabe todo ahora, pero no entra nunca a mi pieza.
Escucho sus pasos frente a mi puerta. Creo que va a detenerse. Alcanzo a incorporarme en la cama con su nombre en mis labios. Pero sigue de largo.
Ya no volveré a ver su rostro. Y él ¿mirará el mío después que haya muerto? ¿Reconocerá en este despojo al niño que un día acunó entre sus brazos?
"Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese. "
La mariposa anaranjada ha revoloteado un rato sobre mí y a veces parece suspendida, como si la sostuviera la mano trasparente de la brisa que llega desde el jardín.
Era Verano aún cuando me levanté por última vez. Ahora los árboles empiezan a teñirse con los tonos dorados del Otoño.
"Pasó la hora de las espigas.
El sol ahora convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: Te parece.
La mariposa volotea.
Revolotea,
y desaparece".

1 comentario:

  1. Metafórica interpretación de otro poema de Neruda. Aprovecho de exaltar aquí otras metáforas recogidas en otros cuentos que me gustaron mucho:
    "Le dieron cinco puntos de sutura a mi corazón para parar la hemorragia. " (Vidas)
    "Un grito de rebelión contra la fabricación de peinetas" (Vidas)
    "Y por dentro un sepulcro, un bosque de árboles congelados" (El diario)
    "El tic tac del reloj y el entrechocar de sus palillos eran la banda sonora de nuestra película sin argumento"
    "Clavaron sus ojos en él como alfileres en una mariposa" (La madre de Fernando)
    "Paloma esponjó su plumaje tratando de hacerse notar por él" (La madre de Fernando).

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