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lunes, 7 de noviembre de 2011

DULCE O TRAVESURA.

Era Noche de Halloween y Clara había comprado dulces por si pasaban los niños.
El año anterior habían ido y pensó que se le harían pocos los caramelos, pero la vecina abrió su puerta y los llamó para que entraran a su departamento. Les llenó las bolsas de galletas y chocolates y en un segundo Clara quedó sola con sus dulces baratos. Era justo lo que quería la mujer, que se esponjaba de placer con su triunfo. Cuando los niños se fueron, le lanzó una mirada socarrona, antes de cerrar su puerta.
Pero este año parecía que no vendría nadie. Habían dado ya las nueve y no se escuchaban como otras veces, risas y gritos en la escala del edificio.
¡Era tan bonito cuando venían! Clara les pedía que se detuvieran un momento para apreciar sus disfraces. Brujas, fantasmas, ángeles y princesas. . .
Su hermana menor tenía una fiesta en la casa de una amiga y partió con un grupo. Iban todas de zombies o vampiras.
-Nada de princesas-dijo una-Eso es para las nerd.
Clara no entendió la palabra pero se quedó riendo al recordar los colmillos manchados de sangre y las caras pintadas de color verdoso imitando cadáveres.
Luego se puso a lavar la vajilla de la cena, con el oído atento a los posibles ruidos en la escalera. ¡Era su única ilusión en esa noche solitaria!
Luego se sentó a leer y pensó que se había dormido porque la sobresaltaron las once campanadas del reloj y al mismo tiempo escuchó el sonido del timbre.
Se apresuró a abrir, aunque no escuchaba voces ni risas al otro lado de la puerta.
En el umbral vio a una  niñita vestida de blanco. No tendría más de cinco años. Llevaba una túnica larga que le cubría los pies y unas alas hechas con plumas verdaderas, sujetas  a su espalda.
Alargó su canastito hacia Clara y tímidamente preguntó:
-¿Dulce o travesura?
Clara miró hacia el pasillo, creyendo que vendría con sus padres, pero estaba sola.
-¿Y nadie te acompaña?-le preguntó sorprendida.
-No, pero puedo quedarme un ratito. Tengo permiso hasta las doce.
Confiadamente franqueó el umbral y se sentó en un sillón, sujetando su pequeño cesto sobre sus rodillas.
Clara vació en él todos los dulces que había comprado. Total, a esa hora era seguro que ya no vendría nadie más.
La niña miró complacida los caramelos que llenaban su canastito.
Clara la contemplaba asombrada. ¿Cómo podía ser que una criatura tan pequeña anduviera sola a esa hora?
Observó su túnica, sus alas que se veían tan reales como si de verdad pertenecieran a un ángel.
-¿De qué departamento vienes?
-Del ciento ocho-respondió con sencillez.
Clara vivía en el seiscientos tres. ¡Cinco pisos más arriba!
-¿Y viniste sola hasta aquí?
-Sí. Pensé que usted me estaría esperando.
Le sonrió con dulzura y extendió sus pies desnudos sobre la alfombra. Sus deditos palparon con deleite la mullida superficie.
-Ya sé que estás vestida de ángel, pero no debiste haber venido sin zapatos.
-¡Oh! No importa. No los necesito. Al regreso puedo irme volando.
En ese instante, el reloj dio las doce campanadas. La niña tomó su cesto lleno de dulces y se dirigió a la puerta.
-Quiero acompañarte a tu casa-le dijo Clara-¿Cómo vas a bajar sola a esta hora?
-No se preocupe.  ¿No ve que soy un ángel? ¿Cómo podría perderme camino del cielo?
Clara sonrió al escuchar su broma encantadora y la miró alejarse por el pasillo. Sus alas se movían inquietas, como si estuvieran ansiosas de emprender el vuelo.
A las doce y media regresó su hermana de la fiesta, porque no tenía permiso de quedarse hasta más tarde.
-¿Y vinieron los niños a pedirte  dulces?
Clara titubeó un momento y luego sacudió la cabeza.
-No, esta vez no vino nadie.
A la mañana siguiente bajó a hablar con el conserje.
Como era el Día de todos los Santos, estaba de turno don Pedro, un viejito jubilado hacía tiempo y a quien llamaban a hacer los reemplazos en las festividades.
-Don Pedro, usted que conoce a toda la gente del edificio ¿sabe quiénes viven en el ciento ocho?
-Nadie, señorita Clara. Hace tiempo que está vacío. Vivía ahí un matrimonio joven con una niñita. Pero algo pasó, no sé qué desgracia. . . . Y no han venido a ocuparlo desde hace casi un año.
Clara no se sombró al escuchar la respuesta del anciano. Algo en su corazón le decía que la noche anterior había ocurrido especial y que era mejor no comentarlo con nadie.  

1 comentario:

  1. Entretenido y tierno. La autora se acomoda muy bien a los temas que tocan tangencialmente el más allá".

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