A LA LUZ DE LAS VELAS.
Nora tocó el timbre en el departamento de Betty y se encontró con una oscuridad total.
Apenas distinguió la silueta de su amiga en medio de las sombras. Y eso, porque los rizadores que llevaba puestos emitían casuales destellos.
-¿Qué te pasa, chica? ¿Estás deprimida o se te quemaron los fusibles?
-Ninguna de las dos cosas, Nora. Me extraña tu ignorancia "sub-ecológica". ¡Estamos en La Hora del Planeta y hay que ahorrar electricidad!
Nora quedó sorprendida, pero luego reaccionó con entusiasmo.
-¡Es la ocasión, entonces, de que encendamos algunas velas!
Betty corrió a la cocina y después de hurgar a tientas en un cajón, emergió con un paquete de velas y una caja de fósforos.
Pronto se vieron iluminadas por una serie de llamitas azules y doradas, que fueron creciendo y expandiéndose, hasta hacer resaltar tenuemente los objetos que las rodeaban.
-¡Qué lindo! -exclamó Betty- ¡Hacía tanto tiempo que no encendía velas! Ni se me había ocurrido...Estaba sentada en la oscuridad, poniéndome melancólica.
-¡Pues ahora tenemos aquí un enjambre de luciérnagas para alegrarnos la vida! Es como si hubiéramos salido al campo al anochecer, a perseguir esas errantes lucecitas que nos encantaban de niñas.
-¿Sabes, Nora? ¡Esto de La Hora del Planeta es una idea muy buena! A la par que se ahorra energía eléctrica y se despierta la conciencia de la gente, nos brinda la oportunidad de soñar y recordar. Esta penumbra que nos rodea, parece que nos devuelve una quietud y una serenidad que ya no sabemos encontrar en nosotros...
-¡Es cierto, Betty! Y es tan lindo observar como la vela se va consumiendo, al mismo tiempo que emite su fulgor. ¡Nuestro espíritu debiera ser así, como la luz de esta vela! Y consumirse brillando hasta el final de la vida, y aún después...Como lo hacen las estrellas.
De nuevo Nora y Betty en la hora del planeta! Cuando hablan ellas dos sabemos que hay algo que debemos ver en la conciencia.
ResponderEliminarPues de nosotros depende tener más de esas horas, a veces el espíritu y el cuerpo necesitan descanso, nada cuesta, aunque no sea una hora, apagar la luz y dejar que la mente y corazón descanse, a la vez que el cuerpo, la persona al completo lo necesita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar
Nuestro espíritu como la vela o la lámpara de aceite nunca debe apagarse
ResponderEliminaren esa dimensión de luz todos formamos una cadena ...
saludos!
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