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martes, 5 de marzo de 2013

UNAS FLORES PARA MARY.

¡Hoy es el Día de la Mujer!- suspiró Mary, frente al espejo. ¡Y seguro que para mí será un día igual a cualquier otro!
Solo si Pedro se acordara de llamarme...
Peinó su corta melena detrás de las orejas y alisó la chasquilla sobre su frente.
-Soy linda- se dijo en un susurro- Soy linda, pero nadie se da cuenta.
"¿Andará mi belleza de incógnito por la vida? ¿O hay una epidemia de ceguera en la ciudad, como en la novela de Saramago?
Bastaría con que Pedro lo notara. Eso sería para mí más que suficiente."
En el Metro, colgada de la barra, no se dio cuenta de que la empujaban y la pisoteaban.
Pensaba en él.
En que ese día, precisamente, era imposible que se olvidara de llamarla.
Lo hacía a menudo, con un tono burlón que tal vez ocultaba una secreta ternura.
¿Por qué la llamaría, si no?
¿Solo para levantarle el ánimo, porque la sabía depresiva?
Pedro era su Amigo- Amor.
Amigo frente a la opinión pública y por un mutuo acuerdo.
 Amor en lo más secreto de su corazón.
Pero, ese mutuo acuerdo, nunca hablado, jamás sellado ¿no podría romperse y descubrir él, de pronto, que también la quería?
Esa semana no la había llamado. ¡Qué extraño!
Siempre lo hacía los Miércoles, cuando calculaba que la oscura tristeza del Lunes podría haberse filtrado como alquitrán sobre su ánimo, ennegreciéndole las perspectivas de la semana.
-¡Aló, Mary!  ¿Qué tal? ¿Cómo andan las cosas por ahí?
Así sonaba su cálida voz en el teléfono.
Se burlaba de ella, le hacía chistes tontos que terminaban por hacerla reír, aunque se aferrara tercamente a su melancolía.
Pero, eso era todo.
"Amigo-Amor:  ¿me llamarás en este día, en que todas las mujeres del mundo se trasforman en reinas?"
En la oficina, no había novedades.
Ninguna flor sobre su escritorio.
Tras el vidrio de su privado, el jefe discutía frenético por teléfono.
Al ver entrar a Mary, la miró de soslayo y le hizo una venia desabrida.
A las diez, pasó el chico de la correspondencia.
-¡Oh, Mary, mujer hermosa! ¡Déjame endulzar tu vida!
Canturreó desentonado y puso una pequeña barra de chocolate sobre su escritorio.
-¡Joel! ¡Qué amable!- exclamó, conmovida- ¡Cómela conmigo, por favor!
Y cada uno saboreó su mitad, mientras fingían revisar los papeles.
Sin embargo, el teléfono permaneció mudo.
Al anochecer, volvió triste a su departamento.
Pero, al llegar, vio un ramo de rosas atado con una cinta a la perilla de su puerta.
-¡Alguien me quiere!- exclamó su corazón.
- ¡No!  Solo fueron unos niños que, jugando, amarraron esas flores ahí- le replicó su razón, que a menudo la llamaba al orden, cuando veía desbordarse sus fantasías.
Pero, escuchó unos pasos a sus espaldas.
 Era Pedro, que subía la escalera corriendo.
-¡Mary! Ya me iba, cansado de esperarte. Esas flores son para tí.
Ella lo miró en silencio, porque sabía que si hablaba, cualquier cosa que dijera traicionaría a su corazón.
El la miró, burlón.
- ¿Qué te pasa?  ¿Acaso creías que iba a permitir que el Día de la Mujer lo celebraras con otro?

2 comentarios:

  1. Llily gracias, iba llorando, que ternura de cuento...

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  2. Hola Lilly,
    De vez en cuando paso te leo y por falta de tiempo me voy sin comentar, pero como dice tu relato, pensabas que dejaría pasar esta noche sin desearte felicidad para todos los dias de tu vida? pues no.
    El relota es con final bonito, al menos ya que en la vida real esos finales no abundan, el de esta noche me hace sentir muy bien.
    Y voy a seguir leyendo, un abrazo.
    Ambar.

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