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martes, 5 de marzo de 2013

CORAZON PRISIONERO.

"Hoy es el Día de la Mujer", pensó Silvia con orgullo y procuró que el espejo le devolviera una imagen más elegante y más atractiva que en otras mañanas.
-¡Hoy, más que nunca, tenemos que sacar la cara por nuestro sexo!
El Metro iba repleto. Muchos asientos estaban ocupados por hombres, pero, por supuesto, ninguno se paró para ofrecérselo a Silvia.
-¡Bueno! Ahora las mujeres somos iguales que los hombres. ¡No tenemos por qué esperar esos privilegios!- reflexionó ella, no muy convencida.
Al entrar a su oficina vio que, por orden de la Gerencia, en cada escritorio ocupado por una mujer, había una rosa envuelta en celofán.
-Pero, seguimos ganando menos que los hombres-pensó con amargura- aunque muchas de nosotras estemos mejor preparadas y produzcamos el doble...
Trató de librarse de su resentimiento y se pasó la mañana sonriendo, desplegando su encanto femenino, como sabía que se esperaba de ella.
Al medio día, salió con sus compañeras a almorzar a un restaurante cercano.
-¡Hay que celebrar!- exclamó Lucy y pidió una botella de vino espumante, con el que todas brindaron por el privilegio de ser mujer.
Todas eran solteras o separadas, excepto Blanca, que se había casado hacía dos años.
-¿Y como está Genaro?- le preguntaron sus amigas.
-Ahí se quedó...- respondió Blanca - En la cama, viendo televisión.
-¡Pero, como! ¿Que ya no trabaja?
-Bueno, como yo gano un buen sueldo, ahora no se preocupa tanto...Hace algunos trabajos esporádicos. Dice que un artista como él no puede trapear el piso con su talento.
-¿O sea que ahora tú mantienes la casa?
-Más o menos...- balbuceó Blanca, avergonzada.
-¡Feliz Día de la Mujer!- exclamó Rocío, con cierta perfidia, levantando su copa.
Al volver a la oficina, ya los hombres estaban en sus escritorios y al verlas entrar, las recibieron con un aplauso.
Pero, Silvia notó que ninguno las miraba a la cara.
Sus ojos resbalaban por su busto y sus caderas y se detenían con lascivia en las curvas de sus cuerpos.
"Quisiera que uno solo de ellos me hubiera mirado de frente, consciente de que aparte de ser mujer, soy también una persona que siente y piensa. "
Meditó Silvia humillada, pero respondió a los aplausos con una sonrisa, como lo exigía la ocasión de ese día memorable.
En la tarde, al llegar a su casa, decidió preparar una cena especial.
¡Seguramente Marcos llegaría temprano!
¿Cómo iba a olvidar que era el Día de la Mujer, si había sido tan publicitado en todo el comercio?
El Gerente las habían dejado salir más temprano y los rayos del sol del ocaso aún doraban los barrotes de su balcón.
Un tinte rosado empezaba a teñir el cielo.
-En los boleros dicen que el atardecer es rojo, porque se desangra un corazón- pensó Silvia, sonriendo con burla- ¡Pero, ahora las mujeres no estamos para esos sentimentalismos cursis!
Sin embargo, sabía que no era cierto.
 Que seguían prisioneras de sus emociones. Que seguían enamorándose y sufriendo, por muy emancipadas y libres que se proclamaran.
Siguió cayendo la tarde.
El sol ardía sobre los techos. En el balcón, su canario soltó un trino, como un chorro de oro que se derrite.
Cantaba en su jaula, prisionero también.
Sonó el teléfono. Era Marcos que le avisaba que no podría llegar. Que lo retenía un asunto urgente en la oficina.
El canario siguió cantando, mientras sus alas chocaban contra los barrotes.
-¡Tú, al menos, serás libre!- pensó Silvia con amargura- Y abriendo la puerta de la jaula, lo dejó volar hacia el sol.
Presa de un éxtasis de vuelo, de una euforia de libertad, el pajarito se elevó por sobre los techos y se perdió de vista.
Silvia anheló que esa misma libertad le fuera otorgada a su triste corazón de mujer.

1 comentario:

  1. Bueno este relato es diferente, y si, creo que las mujeres somos más emocionales, es posible que algún hombre también pero nosotras creo que un poco más, me ha gustado, dejas tiempo para que ese amor vuelva en otra ocasion.
    Un abrazo.
    Ambar.

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