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lunes, 14 de enero de 2013

UNA EXTRAÑA AVENTURA.

La mamá de Georgina se enfermó gravemente y a ella la mandaron ese año a estudiar a un Internando de monjas.
Su papá le dijo que él estaría demasiado absorbido por el trabajo y la enfermedad de su madre. Además, la convalecencia de ella sería larga y en la casa se necesitaba silencio y tranquilidad.
Era un Marzo lluvioso y a Georgina la llevaron al colegio una semana antes de que empezaran las clases.
Una monja silenciosa la llevó por largos corredores hasta el cuarto que compartiría con otra niña.
Cuando la dejó sola para que ordenara su ropa, Georgina corrió a apretar su frente contra el vidrio de la ventana. Vio que se encontraba en un segundo piso y que abajo había un jardín. Los árboles estaba casi desnudos y una pesada garúa iba mojando el pasto.
Se sintió muy sola y lloró largo rato.
Dos días después, llegó su compañera de pieza y al menos, tuvo alguien con quién hablar y compartir las comidas. Era una chica alegre, que hacía esfuerzos para sacarla de su abrumadora tristeza.
Pero, en las noches, la escuchaba llorar y comprendía que ella también echaba de menos su casa.
Georgina lloraba sin lágrimas y su llanto era como una lluvia fría que caía dentro de su corazón.
No supo como transcurrió el Invierno. Su papá la llamaba a menudo por teléfono, dándole noticias de su madre. Ya estaba en la casa y hacía muchos progresos, acompañada por una enfermera.
-¡El tiempo pasará volado, mi hijita! -le decía- Estudia mucho para que le des una alegría a tu mamá.
Llegó la Primavera y el jardín floreció de repente.
Hubo una semana de vacaciones por las Fiestas Patrias, y el Internado volvió a quedar vacío.
A la vuelta a clases, habría una prueba de matemáticas y Georgina se esforzaba en concentrarse en estudiar. Pero desde el jardín le llegaba los trinos de los pájaros y el perfume de las flores. Y en lugar de alegrarla, hacían más insoportables su tristeza y su soledad.
Entonces decidió huir del colegio.
Tomaría el tren y le daría una sorpresa a su mamá. ¡Tanto tiempo sin verla!  ¡No podía ser que la castigaran por eso!
 Y su papá la traería de vuelta a tiempo para rendir la prueba de matemáticas.
Metió un sweter grueso y una muda de ropa en su mochila.
Esa noche bajó por la enredadera que cubría la muralla y silenciosamente, se dejó caer en el pasto mojado del jardín.
Sabía donde escondía el jardinero la llave de la pequeña puerta que había al fondo del patio. La abrió silenciosamente y se encontró en la calle que conducía a la Estación del ferrocarril.
Se sentó en un banco y dormitó hasta que llegó el día.
Un tren entró a la estación, bufando y rugiendo como un dragón de fierro y se detuvo en el andén. Georgina no dudó en subirse, con la seguridad de que la llevaría a su casa.
No tenía pasaje y se acurrucó en un asiento, tratando de pasar desapercibida. Sin saber como, se durmió.
No supo cuantas horas había dormido, porque cuando despertó, le pareció que debían haber viajado mucho. El paisaje había cambiado por completo. Por la ventanilla le llegaba un olor salobre y detrás de unos cerros bajos, vio el resplandor del mar.
Se dio cuenta de que había tomado el tren equivocado. Que de ningún modo llegaría a su casa y  asustada, no supo que hacer.
El tren empezó a vaciarse y se vio obligada a bajar con el resto de los pasajeros. Vio que estaban en un muelle y que un barco los recogía para llevarlos a una isla.
Cada vez hacía más frío, así es que sacó el sweter de la mochila y se arrebujó en él.
Todo le resultaba extraño y desconocido y no se atrevía a preguntar donde estaba.
A su lado, una mujer comía pan y le ofreció un trozo. Entonces Georgina se dio cuenta de que tenía mucha hambre.
En el muelle de la isla se fue quedando sola, tiritando de frío, aferrada a su mochila.
Una muchacha alta, con botas de goma y chaqueta de hule, como la que usan los pescadores, le preguntó extrañada:
-¿Buscas a alguien?
-No sé...No conozco a nadie. ¿Donde estamos?
-Esto es Oseyri, en el fiordo de Axlar.
-¿Qué dices? ¿Esto no es Chile?
¡No! -se rió la joven, extrañada- Esto es Islandia, en el mar del Norte. No sé de qué Chile me hablas.
Georgina no comprendía como podía haberse alejado tanto del colegio y de su casa. ¿Cuantos días había viajado en tren?
-Me llamo Salka Valka- le dijo la niña rubia- Y es mejor que te vengas a mi casa, si no quieres helarte aquí.
-¡Pero debo esperar que vuelva el barco para regresar a mi casa!
-¡Ay, niña! -se rió Salka- Si el barco no volverá hasta la Primavera....
Salka le prestó ropa de Invierno y la llevó a trabajar con ella a la Conservera.
En largos mesones al aire libre, veinte mujeres o más, destripaban el pescado y lo iban echando en barriles con sal.
Arriba, planeaban las gaviotas y sus gritos estorbaban la charla de las mujeres.
Salka cantaba mientras trabajaba y las manos se le iban poniendo rojas por el frío y la salmuera.
-¿Lo ves?- le decía- cuando llegue la Primavera vendrá el barco a buscar este pescado para llevarlo al continente.
En los días de viento huracanado, no podían salir de la casa ni los hombres sacar sus lanchas, para adentrarse en el mar.
Pero, llegaron los días verdes y azules que anunciaban la Primavera y una brisa fresca empezó a traer un aroma de flores desde la montaña.
Una mañana luminosa, se escuchó a la gente alborozada corriendo hacia el muelle. ¡Era el barco que llegaba!
Georgina abrazó a Salka, llorando de emoción y de alivio. ¡Por fin podría volver!
 Desde la cubierta del barco le hizo señas de adiós y  vio su figura empequeñecerse y su pelo rubio volar agitado por el viento.
-¡Salka!- pensó conmovida-¡Nunca te voy a olvidar! 
Después de viajar mucho tiempo, al fin el tren la dejó en la Estación cercana al Internado.
 Era de noche cuando se deslizo silenciosamente por la puerta que usaba el jardinero.
Con la mochila a la espalda,subió por la enredadera.
¿Qué castigo le darían las monjas? ¿Le habrían avisado a sus padres de su escapada?
En el dormitorio, vio a su compañera durmiendo con su pelo esparcido sobre la almohada.
Un ruido involuntario de Georgina la despertó y se sentó en la cama.
-¡Acabo de volver!- le informó- ¡Y veo que tú también saliste por las Fiestas Patrias!
Georgina se quedó mirándola sin saber que contestarle, pero la niña se envolvió otra vez en la frazada y antes de dormirse, le recordó con voz soñolienta:
-¡No te olvides de que mañana es la Prueba de Matemáticas!
Georgina miró el calendario y comprendió que había pasado menos de una semana...
Se acostó en silencio, sobrecogida por el misterio de "ese tiempo sin tiempo" que acababa de vivir.
Ya medio adormilada pensó, sin mucho razonamiento, que el tren que había tomado tenía que ser un tren mágico y que esa era la única explicación de su aventura. 

2 comentarios:

  1. Mágico tu relato...

    hay veces que uno no se explica ciertas situaciones
    ...será la fuerza del amor lo que hace que ocurra
    dicha magia!?

    interesante!

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  2. La magia de la imaginación cuando uno se siente solo.
    La balanza entre el aprendizaje y el apartamiento de la familia en tales internados, no está equilibrada.

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