Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 27 de enero de 2013

LA TIENDA DE LOS SUEÑOS.

Clara se había quedado estudiando hasta tarde en la casa de una compañera de Universidad.

Ya anochecía cuando se dirigió al paradero de buses.

Tal vez porque iba distraída pensando en la prueba del día siguiente, se equivocó al doblar en una esquina y de repente se encontró perdida.

No recordaba haber pasado antes por esa callecita, pero al divisar a lo lejos una vidriera iluminada, se dirigió hacia allá para que la orientaran.

Le llamó la atención ver, entre dos casas oscuras, una puerta verde en cuyo dintel había un curioso letrero:

"Se vende sueños"

-¡Debe ser una broma!- se rió, extrañada.

Pero, empujada por la curiosidad y sin pensarlo dos veces, tocó el timbre.

Un largo repiqueteo se fue perdiendo hacia adentro, como si recorriera el pasillo de una enorme casa.

Al rato, escuchó acercarse unos pasos cansinos y en la puerta apareció un viejito de pelo blanco.

-¿Viene a comprar?- le preguntó sin preámbulos.

-¡Por supuesto!- respondió Clara en tono algo desafiante, como diciendo: a mí no me vienen con bromas- Vengo a comprar un sueño.

El viejo miró rápidamente a ambos lados de la calle y luego la hizo pasar con sigilo.

Clara pensó:

¿Será ilegal vender sueños? No creo que sea un delito penado por la Ley...

Se encontró en una habitación muy grande, con paredes revestidas de anaqueles pintados de blanco. En ellos, había frascos de todos los colores imaginables, ordenados en filas.

-¿Qué clase de sueño quieres?

-Uno que sea feliz- pidió Clara.

-¡Ah, no! ¡Eso no te lo puedo garantizar! Te pregunto si lo quieres corto o largo, porque el precio depende de la duración.

Clara llevaba en su carterita unos pocos billetes y los puso sobre el mostrador.

-¡EL que se pueda comprar con ésto!

El viejo tomó el dinero, devolviéndole una monedas.

-¿Acaso no tienes que tomar el autobus?- le preguntó con reproche.

En seguida, bajó del anaquel un pequeño frasco de color ámbar.

-Cuando llegues a tu casa, impregna tu pañuelo con el contenido del frasco y aspira su perfume.

Clara cumplió las instrucciones, aunque un poco reticente.

Pero, luego se tranquilizó a sí misma pensando que seguramente todo era una superchería del viejo. Que aspiraría un poco de perfume y eso sería todo.

Pero, se equivocaba.

Tendida en su cama, puso el pañuelo sobre su nariz.

Al instante, le llegó un perfume silvestre muy intenso y se encontró en medio de un prado de flores amarillas. Sobre ellas, volaban cientos de mariposas, ebrias del aire de la Primavera.

Escuchó a lo lejos un ruido seco y rítmico, como el de un hacha cortando y se dirigió hacia allá.

Vio a un leñador derribando un árbol, en el lindero del bosque.

El sudor oscurecía sus cabellos rubios y rodaba en gruesas gotas por su cara.

Al verla, detuvo su trabajo y la miró en silencio.

-¿Por qué cortas ese árbol?-le preguntó Clara.

-Son órdenes de mi patrón. Este es el último que me falta, de los que me asignaron.

Mañana vendrá un camión a recogerlos, para llevarlos al aserradero.

-¿Y qué harán con ellos?

-Muchas cosas, niña. La cama en que duermes, la mesa en que comes... Incluso las páginas del libro que lees.

-Pero, ¡ es triste destruir algo tan hermoso! ¿Por qué no elegiste un oficio menos cruel?

-¿Y qué preferirías tú que fuera?

-Preferiría que fueras pescador.

-Pero, ¡igual necesitaría madera para fabricar mi barca!- objetó él, con una sonrisa triste.

Y en ese mismo instante, el sueño de Clara terminó.

Se encontró tendida en su cama y notó que todo el perfume de su pañuelo se había evaporado.

-¡ Entonces es verdad que se puede comprar sueños!- se dijo asombrada y contenta- ¡Llevaré más plata la próxima vez y compraré un sueño más largo!

Así lo hizo. Y sin perderse, en esa ocasión, porque había tomado nota con cuidado del nombre de la callecita.

El viejo le abrió la puerta con más confianza y comentó, burlón:

-¡Veo que después de todo, tuviste un sueño feliz!

-No, no fue feliz-respondió Clara- Fue más bien triste. Pero aveces la tristeza le hace mejor al alma que la felicidad.

Y ante la mirada interrogante del viejo, añadió:

-Porque la felicidad es efímera y se va sin dejar rastros. En cambio la tristeza toca su flauta encantada en el corazón y su eco persiste durante mucho tiempo.

Puso el dinero en el mesón y esta vez el anciano bajó del anaquel una botellita de color esmeralda.

-Ahora, el sueño durará más tiempo- le aseguró.

Llegando a su casa, Clara se tendió en su cama y vació el perfume sobre su pañuelo.

Esta vez, un fuerte aroma de sal y de yodo la transportó a orillas del mar.

Se encontró sentada en la arena, escuchando el grito de las gaviotas,mientras el agua, con juguetones zarpazos de espuma, trataba de alcanzar sus pies desnudos.

De pronto vio que, sorteando las olas, se acercaba una barca.

En ella venía el muchacho rubio a quién había conocido en el sueño anterior.

Remaba con fuerza, dirigiéndo la nave hacia ella. La traía cargada de peces, cuyas escamas plateadas resplandecían al sol.

-Ahora soy un pescador ¿lo ves? Hice lo que tú querías.

Y de un salto bajó de la barca, dejándola encallada en la arena.

-Pero, esos peces eran dichosos en el mar y ahora yacen muertos. ¿Qué harás con ellos?

-Llevarlos al mercado y alimentar con su carne a mucha gente. Niños hambrientos tendrán hoy una sopa deliciosa que devolverá el color a sus mejillas pálidas.

-Pero, preferiría que no hubieras matado a esos peces. ¡Eran tan felices nadando en el mar! ¿No podrías elegir otro oficio?

-¿Y qué tendría que hacer yo,para agradarte, entonces?

En la cara del joven había un gesto de enojo y de tristeza.

Arrepentida, Clara iba a responderle, cuando, abruptamente, el sueño terminó.

Varios días pasó ensimismada en su recuerdo.

Una y otra vez aparecía frente a ella el rostro agradable del joven pescador. Veía sus mejillas tostadas por el sol y su cabello rubio arrebatado por el viento.

Lamentaba haberlo hecho enojar con sus críticas y ansiaba volver a encontrarlo para decirle cuánto le gustaba en realidad, independiente del oficio que hubiera elegido.

Fue a la tienda, con la esperanza de comprar un sueño en el que apareciera de nuevo el joven. Si todo lo que pasaba allí era mágico ¿por qué no podría volver a soñar con él?

Tocó el timbre largo rato, pero la puerta permaneció cerrada.

Pasaron dos días en que la ansiedad de su corazón no le daba tregua.

Al anochecer del tercer día, fue de nuevo a la tienda.

Caían las sombras, pero aún los faroles de la calle estaba apagados.

En la penumbra, distinguió a otra persona que llamaba a la puerta. Era un muchacho, que permanecía allí tocando el timbre, una y otra vez, inútilmente.

Se acercó a él en la oscuridad y le dijo:

-He venido hace dos días y tampoco me han abierto.

-¿Venías a comprar un sueño?

-¿Y qué otra cosa, si no? Pero, uno muy especial, porque necesito volver a soñar con alguien...

-¡Yo también!- exclamó él- He soñado con ella dos veces y no la puedo olvidar.

En ese instante, se encendieron los faroles de la calle y la luz cayó de lleno sobre ambos.

Entonces se reconocieron.

-¡Eres tú? No es posible...

Por fin, se abrió la puerta de la tienda.

-¿Vienen a comprar otro sueño?- les preguntó el viejo, impaciente.

-¡No! Muchas gracias- le respondieron al unísono- ¡Ya no necesitamos soñar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario