Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



viernes, 4 de enero de 2013

EL HOMBRE DEL FARO.

Giovana no podía recuperar la inspiración. Su mente estaba en blanco, tal como la hoja que se extendía ante ella.
Le gustaba escribir en un cuaderno y luego pasar el capítulo al computador.
Pero, ahora no se le ocurría nada.
El vacío que había dejado Pablo en su vida sentimental, se extendía también a su trabajo.
Y en la Editorial la urgían para que sacara una nueva novela, antes de que se enfriara el entusiasmo que había despertado la anterior.
Pero, desde que él se había ido, ya no podía escribir.
Recordaba las horas felices en que, inclinada sobre su escritorio, le bastaba levantar la vista para verlo a él, leyendo en el sillón. Su cabello rubio ceniza despedía un suave fulgor bajo la luz de la lámpara.
Cuando la dejó, creyó que moriría.
Durante todo el año que duró su amor, se había sentido completa y realizada.
Siempre recordaba esa leyenda que decía que, en el principio de los tiempos, hombre y mujer eran uno solo. Pero los dioses los habían dividido en dos seres incompletos, y así los habían condenado a buscar desesperadamente la parte que les había sido arrebatada. El que al fin la encontraba, conocía el verdadero amor.
Así se había sentido ella junto a Pablo.
Pero, él la había abandonado.
No hubo necesidad de mayores explicaciones.
Lo dejó ir sin un reproche.
Sólo le preguntó, cuando se iba:
-¿Y cómo se llama ella?
-¿Para qué quieres saber?
-Sólo para saberlo.
-Raquel.
-Raquel...-repitió Giovana y no supo qué hacer con ese conocimiento. Pero, sintió que, al menos, la volvía más real y el sonido de su nombre sonaba como el chasquido de una puerta al cerrarse.
Decidió partir a la costa, a una residencial que recibía huéspedes todo el año.
Llevó sus cuadernos y su computador, con la esperanza de recuperar la inspiración de su novela.
Era Abril y hacía frío.
Los días amanecían nublados y el cielo se veía amenazante, cargado de nubes bajas que parecían tocar el mar.
El agua se veía gris y el chillido de las gaviotas sonaba lúgubre, cuando se precipitaban en bandadas sobre las olas, buscando su alimento.
Los días en que amanecía despejado, el mar se veía color esmeralda y el sol, en mil flechas de oro, caía sobre él, arrancándole destellos enceguecedores.
Muy lejos, en el otro extremo de la playa, sobre un promontorio, se erguía un faro.
A Giovana le intrigaba. ¿Quién viviría ahí?
Una mañana decidió atravesar los kilómetros de arena y de rocas que la separaban del promontorio.
Le pidió a la dueña de la residencial que le preparara unos sandwichs, porque  no regresaría a almorzar.
Tomó su vieja cámara fotográfica, que aún conservaba por fidelidad, sin decidirse a cambiarla por una digital. Pronto tendría que hacerlo, porque los antiguos rollos de película tendían a desaparecer.
Caminó al menos una hora bajo el tibio sol de mediodía.
El rugido del mar era siempre amenazante, en esa zona, llena de rocas. Se estrellaba contra ellas, rabioso y desesperado, como un animal que sufre.
Cuando se acercaba al faro, vio a alguien parado en lo alto, apoyado en la barandilla.
Era un hombre, que al verla, le hizo un gesto de saludo y luego desapareció.
Lo vio reaparecer en la puerta del faro y salirle al encuentro con expresión jovial.
Era joven y estaba muy tostado por el sol.
-¿Anda paseando por aquí?
-En realidad, sentí curiosidad por ver el faro. Lo veo desde mi pieza y a veces, en las noches, su luz me mantiene despierta...
-Yo soy Julián, el farero-sonrió, alargándole la mano-Y soy el responsable de esa luz que no la deja dormir.
 La llevó a conocerlo y juntos contemplaron desde lo alto la extensión del mar. Era un espectáculo magnífico.
-Siempre pensé que los faros estaban automatizados- comentó Giovana.
-Este es el último que queda a la vieja usanza. Y pronto tendré que irme, también.
-¡Pero, no quiero irme! ¡Este faro es mi vida!- añadió, de pronto, y a ella la sorprendió la angustia que evidenciaba su voz.
Volvió muchas veces a visitarlo.
Recorrían la playa y trepaban a las rocas, desafiando la marea.
Poniendo la máquina sobre un trípode, posaron para muchas fotografías.
Fueron días llenos de risas, en los que Giovana sintió que su herida empezaba a cerrarse y que su alma recuperaba, después de tanto tiempo, la simple alegría de vivir.
También regresó la inspiración para su escritura y ya varios capítulos de la novela habían  sido ingresados al computador.
Un día, la dueña de la residencial le comentó al pasar:
-He visto que va mucho al faro. ¿Y qué la atrae de tanta soledad?
-¡No!  ¡Si no he estado sola!  Conocía al farero y he paseado con él por los alrededores.
La mujer la miró sorprendida:
-No, debe haber sido otra persona a la que conoció. Desde que Julián, el farero, murió ahogado hace dos años, el faro está deshabitado. Lo automatizaron hace mucho tiempo...
Giovana se quedó muda. Estaba segura de que la mujer se equivocaba, pero no quiso insistir.
Aún tenía en el bolsillo los caracoles que habían recogido juntos. Su delicada madreperla despedía un suave fulgor cuando los ponía en la palma de su mano.
Pensó en los ojos de Julián, cuando la miraban risueños. En su cabello negro que el viento revolvía con furia... ¡Por supuesto que estaba allí en el faro!
Desde lejos, le hacía señas cuando ella se acercaba.
Esa mañana, decidió ir a verlo una vez más. Tal vez comentarle, entre risas, las palabras de la dueña...
Hacía mucho frío y el final del otoño estaba dando paso a días oscuros y tormentosos.
-Debo volver a Santiago- se dijo Giovana- Me he ido quedando, por no separarme de él.
Esta vez, en el faro no había nadie. La puerta estaba cerrada y un aire de abandono se notaba en el lugar.
-¡Y yo, que quería despedirme!- pensó con tristeza- ¡Decirle cuanto me ayudó su presencia a derrotar mi desesperanza!
Hizo su maleta y regresó a Santiago.
Lo primero que hizo fue llamar al editor. ¡La novela estaba casi terminada!
Cuando la imprimieran, le mandaría un ejemplar a Julián.
Entonces recordó el rollo de fotografías que se habían tomado juntos.
Al menos le había quedado ese recuerdo. Y era una certeza que echaba por tierra las absurdas fantasías de la dueña de la residencial. 
 Fue a la tienda del barrio, donde ya la conocían.
-¡Señorita Giovana! ¡Qué gusto volver a verla! ¡Y qué morena está!
Cuando ella sacó de su bolso el rollo de película, se rió con paciencia no exenta de burla.
-¡Usted y sus antiguallas! ¿Cuándo se va a decidir a comprarme una cámara digital?
Días después volvió a buscar las fotografías.
-¡Qué preciosos paisajes!- le comentó el dependiente- ¡Qué lástima que los disfrutó usted sola! Le habría venido bien algo de compañía....
Giovana tomó el fajo de fotografías y lo desplegó sobre el mostrador.
En todas ellas aparecía sola, recortada contra la inmensidad del mar.


3 comentarios:

  1. Que bella historia...me encantó por su profundidad con lo humano
    lo que esta a la vuelta de la esquina...las separaciones, el creer que una relación durará siempre, algo que nunca deberíamos alimentar en profundidad, porque la vida es así, ella nos da y nos quita y nadie tiene el amor de otra persona atado a tu pie por siempre...pero así es la vida , nos aferramos a veces en demasía a otro y eso no está bien...pero eso se aprenden y reaprende una y otra vez...
    lo mágico viene después, sin dudas ella agradece a la vida por darle el momento de comprender que la vida sigue, aun depuse d e la muerte y más...y al fin el amor nunca muere, esta latente en nosotros mismos y eso nos hace superarnos a nosotras mismas...

    un gran abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Dice Mariucha Vanotti, de New Jersey, USA:
    Gracias por el placer que me trae el leer tus cuentos y poesías.
    Leo también los comentarios de otros seguidores y como ellos, pienso que deberías publicar tus obras.
    Puede ser que 2013 sea el año de las decisiones.

    ResponderEliminar
  3. María Teresa González10 de enero de 2013, 4:00

    Leí recién este cuento del hombre del faro. ¡Qué misterioso! Y qué capacidad tienes para construir historias atractivas, atrapadoras. Aunque uno va intuyendo lo que va a ocurrir, mantienen el suspenso y el interés. ¡Muy bueno!

    ResponderEliminar