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martes, 29 de enero de 2013

UN VERANO EN HUALLILEMU.

¡Qué felices habíamos sido Nancy y yo, aquel verano en Huallilemu!
Sentí que entre los dos había nacido un sentimiento real y duradero, que sin duda iría más allá de un amor de vacaciones.
Y así fue.
Nos seguimos viendo en Santiago durante todo el año y en nuestros momentos de ternura y pasión, recordábamos con nostalgia los días pasados en aquella cabaña rodeada de pinos.
Prometimos que volveríamos allí el verano siguiente y yo, confiado y feliz, me apresuré a reservar la misma cabaña, con varios meses de anticipación.
Mis compañeros de oficina, que estaban al tanto de mi romance, me hacían bromas pesadas y algo escabrosas, pero, en el fondo no me molestaban.
Más bien me sentía orgulloso y envanecido por tener el amor de una mujer tan especial como Nancy.
Solo que en los últimos meses del año, empecé a notarla distante.
O peor aún, fastidiada sin motivo. Se impacientaba por cualquier nimiedad y mis caricias ya no encontraban su apasionada respuesta de antes.
Al contrario, parecía que un muro de hielo se iba alzando entre los dos.
El final de todo fue cuando me dijo que no iría conmigo a la cabaña. Que en Enero partía a Can Cun con una amigas.
No le dije nada a nadie y al llegar la fecha, me fui solo a Huallilemu.
Todos pensaban que iba con ella.
No sé qué pretendía hacer allí, aparte de salvaguardar mi orgullo.
La soledad me abrumaba. Daba largas caminatas hasta el mar o me sentaba a leer bajo los pinos.
Pero, apenas conseguía pasar un par de páginas.
Todo me recordaba a Nancy con una fuerza que la volvía casi corpórea.
Creía verla en todas partes y escuchaba nítidamente su voz, que me llamaba desde lejos.
En las noches, el lejano ruido del mar, chocando embravecido contra las rocas, acompañaba las horas interminables de mi insomnio.
Un día noté que a la cabaña vecina había llegado una pareja joven.
No parecían llevarse muy bien, a juzgar por los continuos gritos y discusiones que escuchaba sin querer desde mi dormitorio.
Más de una vez lo vi salir a él, dando un portazo, mientras ella, que se llamaba Isabel, se quedaba llorando en el umbral, como una niñita contrariada y rabiosa.
Una tarde, él partió con una maleta y quedó claro que la había abandonado.
¿Qué haría ella? ¿Se iría también?
Empecé a espiarla, preocupado de verla tan sola y una tarde en que la divisé caminando cabizbaja entre los pinos, me atreví a hablarle.
Vi que estaba llorando y la llamé con suavidad:
-¡Isabel!
Se sobresaltó pero luego pareció reconocerme.
-¿Ya sabes como me llamo?
-Perdona, no pude evitar escuchar tu nombre, cuando tu novio lo decía a gritos...
-¡No me hables de ese...( se contuvo para no pronunciar una injuria)... de ese hombre!
Y se calló, avergonzada.
-¿No sería mejor que te fueras, también?- aventuré-Te hace mal quedarte aquí sola, recordando. Conozco muy de cerca esa triste experiencia...
Estalló en nuevos sollozos y se arrojó sobre mi pecho.
Después de un segundo de sorpresa, la rodeé con mis brazos, sin otra intención que la de reconfortarla.
Lloró largo rato, mientras yo, entre incómodo y contento, respiraba el perfume de su pelo, que se obstinaba en metérseme por la nariz.
De repente, levantó hacia mí su rostro pálido y decidido.
-¡Si él no vuelve, me mataré!
-¿Estás loca, Isabel?  ¿Y cómo piensas hacerlo, si puede saberse?- le dije, imprimiendo a propósito un tono de burla y de incredulidad a mi voz.
-Me tiraré al mar desde el peñón más alto- aseguró con amargura- Todas las tardes voy allá y cada vez estoy más segura de que será ahí donde buscaré la muerte.
"Mucha novelita romántica" pensé con escepticismo.
-Pero, Isabel, no hablarás en serio...
-¡Muy en serio!- me aseguró-Mi vida sin él no tiene objeto. Y si vuelve, entonces le contarán que morí por su culpa.Y lo lamentará.
No pude hacerla entrar en razón y me empezó a dar miedo de que realmente pensara hacer lo que decía.
Empecé a vigilarla, ofreciéndome a acompañarla cuando la veía salir.  Para distraerla, le hablaba de mi sufrimiento por Nancy, el cual parecía irse batiendo en retirada.
Trataba de convencerla de que el tiempo es el mejor aliado del olvido.
Procuraba andar siempre cerca de ella, por si se le ocurría llevar a cabo su idea loca.
Pero, aveces se me escapaba en un descuido.
Despavorido, corría hacia la playa y la veía inmóvil, en lo alto del promontorio, contemplando las olas.
Al rato, bajaba de ahí y retornaba a su cabaña, con un aire taciturno y desesperado que me llenaba de inquietud.
Una mañana, desperté tarde, por haberme quedado hasta la madrugada escribiendo un cuento en el computador.
Agucé el oído en dirección a la cabaña vecina y me respondió un silencio total.
Apenas vestido, salí hacia allá y golpeé su puerta.
Comprobé que estaba abierta y, alarmado, grité hacia adentro:
-¡Isabel!
Pero nadie respondió.
Entré y lo primero que vi fue un papel manuscrito, sujeto bajo un cenicero.
Estaba dirigido a mí  y decía:
"Adiós, Leonardo. Gracias por tratar de ayudarme, pero fue inútil. Sólo me queda terminar con mi dolor, de la única forma que sé. No lo lamentes. Allá estaré mejor. "
Como un loco, corrí hacia el promontorio.
¡Quizás aún tendría tiempo de salvarla!
Pero, la playa estaba desierta y a mis gritos solo respondió el fragor del mar, azotándose contra las rocas.
¿Cómo no le creí que lo haría? ¿Por qué no fui capaz de detenerla?
Me recriminaba furioso y desesperado, mientras me encaminaba hacia la Administración de las cabañas.
Entré sin aliento y el encargado me miró estupefacto. Seguramente, mi cara era el vivo reflejo de la tragedia en que me veía inmerso.
-¡Leonardo! ¿Qué le pasa?
-¡Don Julio, por Dios!  Ha pasado algo espantoso. Isabel, la niña rubia de la cabaña treinta y cinco....¡Se ha arrojado al mar!!
-Pero ¡cómo!... Si hace dos horas vino a entregarme la llave y se fue con su maleta...La vi haciendo auto stop en la carretera. Casi de inmediato le paró un convertible de esos que ni le cuento...Lo último que escuché fue su risa coqueta, mientras se subía, arrimándose al conductor. ¡Estas niñas de ahora son muy audaces!  ¿No cree?

4 comentarios:

  1. Vaya
    como decir ..nadie sabe para quien trabajo no?

    pero que las hay de esas y otras peores las hay...

    saludos!

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  2. Llegó Isabel en la mitad...todo un personaje...

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  3. Responde a casacerrada:

    Isabel aparece en la mitad del cuento, porque antes era necesario explicar por qué Leonardo estaba veraneando solo en una cabaña, que comunmente se arrienda a familias o parejas de novios. Espero que te haya divertido la broma macabra que ler hace Isabel a Leonardo, al dejarle una nota suicida mientras ella se va tranquilamente con su maleta...

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  4. Dice María Elena Hernandez, de Venezuela:
    Lo de Isabel me encantó porque apareció en el medio y lo enredó todo. Un amigo mío que leyó tu cuento dice que mujeres como Isabel abundan.
    Realmente, me causó gracia.

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