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miércoles, 23 de enero de 2013

BETTY SE VA DE VACACIONES.

Querida Nora:

No creas que te escribo de puro aburrida, aunque algo hay de eso. Entre amigas, se debe ser franca. Si no ¿para qué serviría la amistad?

Tal como te conté la última vez que nos vimos, me vine a instalar dos semanas a una cabaña de Huallilemu.

Aquí es todo muy lindo, pero muy solitario.

Inmensos prados, bosques de pinos y a lo lejos, muy lejos, el rumor del mar.

Traje tres libros y apenas he empezado uno.

Me levanto temprano y doy solitarios paseos sin encontrar un alma compasiva que quiera entablar una conversasión conmigo.

Todos los ocupantes de las cabañas vecinas, se levantan tarde.

No sé qué harán durante la noche que los deja tan agotados, como para dormir hasta el medio día.

Sí, ya sé.

Pero, mejor no me pongo a imaginarlo. A un corazón solitario no le hace bien visualizar la explicación para tanto cansancio...

Esta mañana, cuando hacía mi habitual caminata, divisé en lontananza una figura más bien contundente, que se aproximaba hacia mí.

¡Oh, patética ilusión! Creí ver a otro náufrago flotando en el vasto mar de mi soledad.

Desde más cerca, observé que era un gordito con bermudas y , disimuladamente,ordené mi pelo que, con la humedad salobre, se me engrifa como grito de protesta estudiantil.

Pero, él, después de un escueto buenos días, dobló por el sendero que conduce al gimnasio.

Comprendí su urgencia, dada la abundancia de kilos superfluos que se bamboleaban bajo su polera. Pero, de todos modos, me sentí decepcionada.

Ya me aprestaba a soltar ingeniosos comentarios sobre las inclemencias del clima, sobre lo lejos que queda el mar y otras naderías.

Pero, no me dio la oportunidad de lucir mi sentido del humor, a estas alturas, ya un poco alicaído...

Ahora, voy a ir a la Administración del "Centro Vacacional", que así llaman a esta colonia penitenciaria, a averiguar el programa de actividades de la semana.

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Querida Nora, dejé mi relato hace tres días.

Una bruma espesa se cierne sobre los pinos.

El parte metereológico habla de "vaguada costera", pero cualquiera que sea el nombre del fenómeno atmosférico, ha estado nublado durante toda la semana.

Ayer hubo una batalla campal entre el sol y las nubes.

Hoy se firmó el armisticio. Ganaron las nubes y el sol se batió en retirada, pálido de humillación.

Yo también estoy pálida, impedida de obtener el bronceado sexy que esperaba lucir de vuelta a la capital.

Pero, ya no me importa.

Mi vida cambió desde ayer, cuando decidí a ir a la sesión de "Baile entretenido".

Figuraba en el programa, pero de todas formas, al atardecer llamaron por los altavoces y una música invitadora se coló hasta mi cabaña, haciendo que mis pies se movieran solos.

Aunque hacía frío, me puse mi mejor vestido veraniego, mis sandalias con ocho centímetros de terraplén y me lancé a la vida, como quién dice...

Al primero que vi, al entrar al salón, fue al gordito atlético.

Ahora lucía así, después de varias sesiones en el gimnasio. O quizás fueron mis ojos generosos los que, hartos de tanta soledad, era capaces de adornar con toda clase de atributos eróticos al más desangelado de los tipos.

Había mucha gente, la mayoría en pareja, pero entre los "sobrantes en el baile de la Vida" estábamos el gordito, un flaco con lentes que hacía pensar en un Clark Kent con anorexia y yo.

En el escenario, había varios monitores batiendo palmas e incentivando a la gente. Pero, no necesitaron esforzarse mucho.

Rápidamente, se llenó la pista y moviéndose al ritmo de un merengue, el flaco vino hacia mí y me sacó a bailar.

Por supuesto, acepté. Pero, no sé por qué mis ojos buscaron al gordito y él, desde el borde de la pista, me echó una mirada desdeñosa.

Una mirada fría y turbia como "vaguada costera", que no supe decifrar.

Moví las caderas como no lo había hecho en años.

El flaco improvisaba unos pasos audaces que lo lanzaban al otro extremo de la pista y se notaba a las claras que había visto más de una vez "Fiebre de Sábado por la noche".

Sólo que era viernes y él no se parecía en nada a John Travolta.

Paró la música y me fui a sentar para recuperar el aliento.

Hasta allá llegó el gordito, deslizándose con la liviandad de un mamut en patines.

-¡Hola!- dijo- Me llamo Aldo.

Y se quedó mirándome con unos ojos dulces de largas pestañas desordenadas como las varillas de un paraguas roto.

Tomó mi mano y nos lanzamos a la pista, sin decir nada más.

Al rato, me acordé de informarle:

-Me llamo Betty.

Y seguimos bailando como si el mundo se fuera a acabar, aunque la profecía Maya había quedado en ridículo hacía ya bastante tiempo.

Al borde de la pista estaba Clark Kent, sin pareja, mirándonos en forma reconcentrada.

Pensé que tal vez estaría planeando meterse en alguna cabina telefónica y salir convertido en Superman. Me prometí mentalmente que, aunque lograra su propósito, no le haría caso. A estas alturas, mi corazón ya no está para veleidades.

Así fue como todo cambió.

Y si la pérfida "vaguada costera" se había propuesto hacer fracasar mis vacaciones, le aviso que no lo va a lograr.

¡Y puede llover también, si quiere!

Me da lo mismo. Porque mañana, Aldo y yo iremos al puerto de San Antonio a andar en bote.

Y pasado mañana, a hacer turismo en Isla Negra...

Así que, hasta aquí llega mi carta, querida Nora. Porque no creo que, en el resto de mis vacaciones, tenga ya mucho tiempo para escribirte.

Mejor, te sigo contando al regreso.

Un beso de Betty y ¡hasta más ver!

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