Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



domingo, 20 de enero de 2013

AVENTURAS DE SARITA.

Me llamo Sara, pero no me gusta mi nombre. Así es que, por favor, díganme Sarita.

¡Qué bueno es hallar gente con la cual ser bien franca y poder contarle las cosas sin tener que andar haciéndose la mosquita muerta!

Para empezar, no voy a pecar de falsa modestia sin necesidad. Así que les voy a confesar que soy bastante bonita.

Cuando estaba chica y mi mamá me llevaba en el coche, las mujeres se paraban para admirarme y hacerme arrumacos.

-¡Qué niñita tan linda!- decían.

Ahora, son los hombres los que se paran a mirarme y las cosas que me dice, es mejor que no las repita.

Cuando salí del Liceo no quise estudiar y entré a trabajar en una peluquería. Quería ganar plata para comprarme cosas y ser independiente.

Mi mamá ganaba poco como telefonista y de mi papá, no sabíamos hacía tiempo.

De más está decir que tenía muchos admiradores. El fin de semana, el teléfono no paraba de sonar y todas las noches tenía invitaciones a bailar. Nunca volvía a la casa antes del alba.

Mi mamá me armaba tremendos escándalos por lo mismo, y cada uno era peor que el otro.¡No comprendía que una chica tiene que disfrutar de su juventud!

Todo de mí le molestaba. Que me pintara, que fumara, que trasnochara... La situación se volvió insoportable.

Un día, aprovechando que me acababan de pagar en la peluquería, hice mi maleta y me fui sin despedirme.

Tenía tanta rabia que tomé un bus a la primera ciudad que se me ocurrió.

Llevaba bastante plata, porque aparte del sueldo, había sacado mis ahorros. No puedo negar que viviendo con mi mamá no tenía gastos. Y si ella no me pedía ¿para qué le iba a dar?

Me bajé en el paradero de buses y me puse a andar con la maleta, buscando un hotel.

No tenía idea de lo que iba a hacer, pero todavía me duraba la rabia y pensé que a medida que las cosas se fueran presentando, ya vería...

Creo que me perdí en los suburbios. No dí con ningún hotel y empezó a caer la noche.

Vi luces en una casa grande y toqué el timbre, para pedir que me orientaran.

¡Y ahí fue cuando empezó mi aventura!

Abrió la puerta una señora que, a todas luces, había estado llorando, porque tenía los ojos rojos e hinchados. Al verme, dio un grito:

-¡María! Mi hijita ¡Viniste!

Me quedé muda y ella se lanzó a mi cuello,sollozando con hipos y mojándome con sus lágrimas.

En seguida, me tomó de la mano y me llevó a un salón donde había varias personas sentadas. Todas de luto y con cara de funeral. Porque de eso, precisamente, se trataba la cosa.

¡Había aterrizado en un velorio!

La señora me presentó a todos y les dijo:

-María vino. Cuando le escribí avisándole, no creí que vendría.

Y rompió a llorar de nuevo.

Se paró una niña rubia y me abrazó:

-Siempre quise conocerte, María. El ni siquiera nos mostró una foto tuya. ¡Tanto que le rogamos que te trajera y nunca quiso...!

Yo no entendía nada, pero estaba tan cansada que me arrojé literalmente en un sillón. De inmediato, me trajeron café, agua y hasta un vasito de licor que me devolvió un poco el ánimo.

Decidí quedarme callada, hasta que las cosas se fueran aclarando por sí solas.

La señora se sentó a mi lado y me tomó las dos manos:

-Quiero repetirte, mi hijita, lo que te decía en mi carta. Nosotros no te culpamos. Felipe siempre fue depresivo. Varias veces había intentado poner fin a su vida y temíamos que un día lograra su propósito. Tú fuiste un paréntesis de felicidad en su vida, pero comprendemos que no hayas podido continuar a su lado...

Se me iba aclarando la película y me sentía más cómoda.

Cuando me preguntaban cosas que no entendía, aparentaba estar ahogada por los sollozos. Al final, se cansaron de hacerme preguntas y me llevaron a un dormitorio.

-Descansa, María-me dijo la señora-Aquí tienes un sedante, para que puedas dormir.

Lo escupí apenas se fue y me metí entre las sábanas. Lo que menos que quería era dormir.

Al contrario, necesitaba meditar sobre la nueva situación y ver hasta donde podía sacarle partido.

Al otro día, la niña rubia me llevó el desayuno en una bandeja y me preguntó:

-¿Trajiste vestido negro?

Negué con la cabeza y me prestó uno suyo, fino como nunca había visto. Me quedaba como hecho a la medida.

En la Iglesia había mucha gente y sobre el ataúd estaba el retrato de Felipe. Rubio y tan buenmozo que mejor ni les cuento...

¡Qué lástima!- pensé- ¡Qué desperdicio! Si lo hubiera conocido vivo, fijo que lo conquistaba.

Pero, tal como marchaban las cosas, era hasta mejor. Todos creían que yo había sido su novia y él no estaba ahí para desmentirlo.

Pasé toda la misa con la cara tapada con el pañuelo. Me restregué tanto los ojos que conseguí tenerlos hinchados y rojos como si hubiera pasado la noche en vela.

Pensé que sería conveniente agregar algo más de dramatismo, fingiendo un desmayo.

¡Vieran la que se armó! Hasta llegó el cura a rociarme la cara con agua bendita.

Más tarde, en la casa, me pidieron que me quedara cuanto quisiera y por supuesto, acepté.

Sobre todo, porque días después y por medio de un test que compré en la farmacia,comprobé con genuina sorpresa que estoy encinta.

De quién, no estoy muy segura. De todos modos, eso no viene al caso.

¡Ya me imagino la emoción de la mamá de Felipe, cuando le cuente que va a ser abuela!

¡Y la niña rubia! Cuando sepa que va a ser tía...

Nunca pensé que de repente y sin proponérmelo, me iba a ver en situación de alegrarle la vida a tanta gente.

Empezando por la mía, naturalmente.

¡No hay como ir aprovechando las ocasiones, a medida que se presentan !

1 comentario: