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jueves, 20 de septiembre de 2012

VACACIONES DE FIESTAS PATRIAS.

Querida Nora, te escribo con la intención de que hagas un cuento con lo que me ha pasado. Talvez no lo halles interesante ni gracioso. Es posible que no dé para convertirlo en literatura. En fin, tú podrás juzgar mejor que yo.
Lo primero es contarte que fui a San Sebastián.
 ¿El balneario español donde hacen un  Festival de cine?- preguntarás tú.
 No, no a ese.  Al otro San Sebastián más modesto, ese que tenemos cerca de Cartagena.
Fui a descansar, agotada de tanto no hacer clases...¡Imposible trabajar, con el Liceo tomado por los estudiantes!
 Cuando me vine, los pupitres estaban decorando la reja de entrada y arriba del techo, los alumnos gritaban consignas contra el Gobierno.
Así es que partí a la playa, donde hace menos frío y los únicos gritos que se oyen son los de las gaviotas.
El Hotel La Marina está abierto en estas fiestas, y aunque no va mucha gente, siempre encuentro alguien con quién conversar.  Aunque los primeros días, sólo estábamos la dueña y yo y un par de garzones con cara de fastidio.
Hasta que una mañana, cuando leía sentada en el jardín bajo un cielo nublado, escuché una voz masculina en el vestíbulo.
La dueña le respondía, melosa e invitadora, así es que adiviné que se trataba de un huésped.
 Me ilusioné de inmediato, aunque no esperaba semejante bombón...
No lo vi hasta la hora del almuerzo.
Cuando entró al comedor, exclamé interiormente:
-¡My God! ¿Q´est que cet ?
Siempre me pongo políglota cuando estoy emocionada.
Luego, mi corazón le soltó una andanada de palabras tiernas:
-¡Caramelito de anís, galletita de vainilla!  ¿De qué fábrica de confites te escapaste?
¡Imagínatelo, por favor!  Un tipo alto, flaco, con un mechón de pelo rubio ceniza cayendo sobre su frente....
¿Por qué-digo yo- si me gustan los altos y flacos, me casé con un gordito achaparrado?
Tal vez, porque lo encontré parecido a mi papá y cuando era chica  siempre decía que me iba a casar con él. Así es que me traicionó ese sueño incestuoso.
En fin, eso ya pasó. ¡Y ahora es otra la que lo pone a dieta y batalla con sus kilos!
Pero, vuelvo a mi relato.
Al segundo día, la dueña, con sonrisitas insinuantes y pestañeos varios, nos propuso que almorzáramos juntos, para que nos hiciéramos compañía.
Me paré tan rápido, que me crujieron las rodillas, pero después disimulé y caminé hasta su mesa con un vaivén de caderas que ya tenía olvidado.
El sonrió acogedor y se apresuró a servirme un vaso de vino.
Dijo llamarse Rodolfo y ser profesor de Literatura Inglesa.
En la tarde fuimos a caminar por la playa. Al otro día tomamos el bus al puerto y visitamos en lancha los enormes transatlánticos anclados en la bahía...
¿Para qué extenderme en tanto detalle?.
Solo puedo decirte que con el trascurso de los días, mi arrobamiento no cedió.
Y no quise tampoco combatirlo. El Amor es como una ola. Si le haces frente, te bota. Lo mejor es nadar por debajo y así no tragas agua...
Eso pensaba yo. ¡Pero tragué tanta, que creo que hasta un pescado se me fue garganta abajo!
En resumen, quedé herida de muerte, pero feliz.
Estábamos solos en el Hotel y yo no quería que nadie más llegara.
¡Era como estar de luna de miel...pero en piezas separadas!
 Una tarde, fuimos a la playa y nos sentamos en la arena. El fumaba su pipa en silencio, con la vista perdida en el horizonte.
De pronto, se volvió hacia mí y me dijo que era viudo. Que la soledad era como estar en la cima de una montaña, rodeado de niebla. Gritas un nombre, pero sólo el eco responde a tu llamado...
Una lágrima resbaló por su mejilla y cayó en la arena, tal como en la letra de un bolero cursi.
Yo estaba emocionada y sentía que el corazón me estallaba dentro del pecho.
El agregó, quizás para que no me entusiasmara tanto, que en el libro de su existencia ya no quedaban páginas donde escribir una nueva historia.  Sólo recuerdos de lo ya vivido...
Se fue antes que yo, pero me pidió mi número, para llamarme cuando estuviera en Santiago.
-¡Nos vemos, nena!- me dijo a la más Humprey Bogart, y mordió su pipa con intensidad varonil.
 Al día siguiente, la dueña del Hotel me invitó a almorzar a su mesa.
-¡Qué simpático es este profesor Rojo!- exclamó- Es cliente habitual del Hotel. ¡Claro que siempre viene con su señora! Una morena estupenda...Este año, ella se quedó en Santiago, acompañando a una tía. ¡Pero me prometió que en Febrero se vendrán juntos, por todo el mes!
Me miró de soslayo, como calculando la gravedad de las heridas y contusiones que había dejado el paso de su aplanadora.
Noté que una sonrisita burlona le colgaba en la comisura de su hocico de hiena.
Pero, tú conoces, Nora, el dominio que tengo sobre mis facciones cuando le hago frente a la perfidia. No se me movió ni un músculo, no me delató ni un pestañeo...
Y eso fue todo.
Releo lo escrito y me queda claro de que no da para que hagas un cuento. Es un argumento demasiado vulgar. ¿No crees?
Pero igual amerita que lo comentemos tomándonos un café. ¿Qué tal esta tarde, en el  Drugstore?   
Un abrazo. Betty.


2 comentarios:

  1. Esta situación , ficticia que relatas
    se parece y casi es la pura realidad que sucede en este país y el mundo ...
    situaciones semejantes siempre están ahí a la vuelta d e la esquina...

    mi saludo cordial!

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  2. ¡Vaya perfidia la de la dueña del hotel! ¡Y vaya caradura el tal Rodolfo, pese a que no hubo “lío”...!
    La ilusión topa muchas veces con estos chascos... pero hay que intentarlo.
    Saludos.

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