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lunes, 3 de septiembre de 2012

UNA CARTA DE AMOR PARA CLARA.

Ser cartero- pensaba Raúl-  se ha vuelto muy monótono y sin gracia. Las únicas cartas que me toca repartir son cuentas o folletos de propaganda. Ya no es como antes, en que uno podía llevarle una alegría a quién había esperado muchos días por aquella carta manuscrita.
A veces me tocaba entregar alguna que venía del extranjero, en sobre aéreo y con hartas estampillas. A la persona que la recibía se le iluminaba la cara y faltaba poco para que me abrazara, de tan agradecida y contenta que se ponía.
Así pensaba Raúl mientras arrastraba su carrito cargado de una correspondencia que en nada contribuía a la felicidad de la gente. Al contrario, muchas veces venía a recordarle una deuda que no podía pagar.
Revisó las cartas del sexto piso y se alegró al ver que tenía una dirigida a Clara Gomez.
Bien habría podido echarla bajo la puerta, pero no iba a perder la oportunidad de ver a Clara...
Tocó el timbre y esperó, ilusionado, a que ella abriera.
Al fin apareció, más linda que nunca- pensó Raúl-  y extendió su mano con sonrisa expectante.
El le pasó el aviso de las Contribuciones, sintiendo que le entregaba una hoja seca a quién esperaba una flor.
Ella lo recibió en silencio y se le escapó un suspiro. Luego, arrepentida de haber exteriorizado su desilusión, se rió y le dijo:
-¡Oh! ¿Solo esto? ¡A ver si un día me trae una carta de amor!
Sonreía, dando a entender que estaba bromeando, pero Raúl notó que sus labios se curvaban hacia abajo sin que ella pudiera evitarlo, traicionando su insatisfacción y su melancolía.
Raúl se fue pensando en Clara, ¡tan bonita y tan sola!
La veía muy pocas veces, cuando por casualidad compartían el ascensor o cuando tenía alguna cuenta o factura que entregarle.
¡Yo mismo le escribiría cartas con tal de verla más seguido!
Eso pensó Raúl y luego se dijo: ¡Pero, claro! ¿Cómo no se me ocurrió antes?  ¡Yo le escribiré esa carta de amor que ella espera en secreto!
Esa noche, en su solitaria pieza de pensión, desplegó sobre la cama las cosas que había comprado en la Librería: Papel de cartas, sobres y un lápiz a pasta flamante, que parecía ansioso de volcar en la esquela las más románticas frases de amor.
Pero, llegado el momento, no se le ocurrió ninguna. No era muy versado en escritura ni había leído muchos libros en los cuales pudiera buscar inspiración.
Al final, escribió lo que muchas veces había pensado, mirando a Clara en el ascensor:
"Señorita Clara:
Usted es linda y simpática.
¡Me gustaría tanto ser su amigo!
No se ofenda si le digo que pienso mucho en usted."
Y firmó con una J.  (¡Cualquier letra-pensó- menos la R de Raúl!)
Le puso dos estampillas y al día siguiente la deslizó entre las cartas que debía repartir en el edificio de Clara. (¡Seguro que ella no notaría  que las estampillas no iban timbradas!)
Estaba tan nervioso que prefirió echarla por debajo de la puerta. Le dio miedo de traicionar su turbación si se la entregaba en la mano.
Dejó pasar una semana y le escribió otra.
¡Esta vez sí que se la entregaría en persona! Ardía en deseos de ver la cara que ella pondría al recibirla.
Cuando Clara abrió la puerta, Raúl se sorprendió de verla tan cambiada.
Se había cortado el pelo y lo llevaba en una suave melena que cubría sus orejas. Algo  más le encontró de distinto, pero al principio no sabía qué. Luego descubrió, con deleite, que se había maquillado los ojos y había dado a sus labios un toque de carmín....
Sonrió ruborizada al recibir el sobre y él no pudo evitar preguntarle:
-¿Serán buenas noticias, señorita Clara?
-¡Ojalá!- respondió ella, y apretó la carta contra su corazón.
A solas en su pieza, leyó lo siguiente:
"Señorita Clara, Clarita...¿Puedo llamarla así?
El Martes me tocó subir en el ascensor con usted. ¡Estaba tan linda que sin querer pensé en la Primavera. Será porque su cara se parece a una flor..."
Cuando Clara leyó esto, reflexionó en que forzosamente su admirador secreto vivía en el edificio. De otra manera, no habría podido compartir el ascensor con ella. ¡Era muy probable, incluso, que ambos viviera en el mismo piso!
Ansiosa por develar el misterio, hizo memoria  de con quienes le había tocado subir en los últimos días... La carta decía que había sido el Martes. Recordó que ese día había llegado más temprano del trabajo... ¡Sí! Y había compartido el ascensor con el cartero y con el señor buenmozo de mediana edad que vivía al final del pasillo.
Recordó que él la había mirado varias veces mientras el cartero le entablaba conversación.
¡Claro! ¿Cómo no lo había sospechado?
Y se llamaba Jaime Monsalves....¡"J" de Jaime, por supuesto! Esa era la letra que ponía en sus cartas.
Una dulce emoción la invadió.
Sabía que él era solo, igual que ella y muchas veces lo había mirado con el deseo secreto de entablar conversación. Pero le había parecido que era él quién debía tomar la iniciativa. Y así, el tiempo pasaba sin llegar a ninguna parte.
¡Pero él sí había tomado la iniciativa! Quizás era tímido y había preferido el anonimato de esas cartas...¿Qué hacer para demostrarle que correspondía a su interés sin mencionarlas para no avergonzarlo?
Se propuso no tocar nunca ese tema si llegaba a hablar con él...
No tuvo mucho que esperar para encontrar la ocasión propicia.
El cartero, que por esos días andaba apurado repartiendo la correspondencia porque lo trasladaban a otro sector, se equivocó y dejó bajo la puerta de Clara, junto a algunas cuentas, una carta dirigida a Jaime Monsalve.
Clara de alisó la melena, repasó el carmín de sus labios y se dirigió a entregársela.
El, al verla, se turbó y tartamudeó como si tuviera quince años...
Fue el principio de todo.
Y el cartero nunca supo hasta qué punto había hecho el papel de Cupido en aquel romance...

3 comentarios:

  1. Nadie sabe para quien trabaja. Los caminos de y hacia el Amor a veces se enredan.
    Espero haya una continuación de esta historia, en la cual Raul encuentre su propia y amorosa corresponsal.
    Por ahora, que pena porque este soñador portador de palabras no haya encontrado las adecuadas para conquistar a Clara.

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  2. Este cuento me gusta hasta que llego al final y veo la zancadilla que le tiende el destino al tímido cartero. ¡Mira que tomarse todas esas molestias para acercarse a Clara y que luego todo se vuelva en su contra...! El destino no da una a derechas. Tomaré nota para que no me pase lo mismo.

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  3. Bella forma de que el amor se abra paso...
    y da lo mismo como sea
    el que reparte semillas buenas recogerá linda cosecha
    y eso espero le pasará al cartero del amor...

    un abrazo!

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