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viernes, 7 de septiembre de 2012

LA ILUSION DE MARCIA.

Si el matrimonio de Marcia hubiera fracasado en otra época, habría sido tema de interés durable entre sus amigas. ¡Pero, se separaba tanta gente! ¡La tasa de divorcios subía como la espuma!
¿De qué asombrarse entonces?
Por supuesto que al principio le brindaron todo su apoyo. Sacudían la cabeza en señal de incredulidad. ¿Cómo Victor pudo hacerte algo así?
Le aseguraban a Marcia que pocas mujeres eran tan atractivas e inteligentes como ella y que él se arrepentiría muy pronto de haber dado ese paso.
-¡Volverá!-le aseguraban- ¡Ya verás como vuelve!
Pero el tiempo pasó y las amigas se cansaron de escucharla insistir sobre el mismo tema. Tenían la esperanza de que transcurridos tantos meses, Marcia se recuperaría y vería la posibilidad de empezar una vida nueva.
En vano, a la salida del trabajo, la invitaban a tomar un trago. Allí iba Marcia, arrastrando su pena y  repitiendo su historia con una monotonía exasperante.
Un día, una de ellas no pudo aguantar más el fastidio y le dijo:
-¡Por favor, Marcia! ¡Habla de otra cosa, te lo ruego!
Ella la miró dolida y el resto de la tarde guardó un silencio lleno de resentimiento.
Sentía que el presente se le hacía intolerable y veía el futuro como una prolongación de ese vacío sin expectativas.
Se refugió en el pasado, en el recuerdo de los seis años de felicidad que había vivido con Victor. Así los veía ella, a través de la bruma de la nostalgia.
Olvidaba los desacuerdos, los altercados, el lento tedio que había ido apoderándose de su matrimonio.
En sus recuerdos, ella sólo veía años de armonía perfecta, donde las discusiones sin importancia servían para unirlos más tiernamente y las peleas pavimentaban el camino para apasionadas reconciliaciones.
Pero aquellos engañosos recuerdos eran compañeros mudos que no la conformaban. Ella necesitaba voces compresivas que la alentaran a desahogar su dolor.
Sus amigas se habían alejado, cansadas de sus quejas y ya no la consolaban asegurándole que Victor volvería.
Pero una de ellas tuvo la brillante idea de hablarle de la Doctora Gordo.
Pilar Gordo se llamaba la sicóloga excepcional, que, por cierto,  no hacía honor a su apellido. Al contrario, era delgada y graciosa, con un sentido del humor sutil y elegante que cautivaba.
Sus libros estaban siempre en el tope de la lista de los best seller.
Marcia, por fin, pudo explayarse en su dolor, ante un oído atento.
Mientras ella hablaba de la inexplicable conducta de Victor, después de seis años  de felicidad inalterada, la doctora asentía con la cabeza varias veces y en sus labios se iba dibujando una sonrisa de total comprensión. ¡Ya tenía el diagnóstico!
Cuando Marcia se calló, secando sus lágrimas, la Doctora Gordo exclamó triunfal:
-¡La crisis de los cuarenta!  ¡Eso es todo!  Victor está pasando por una etapa que lo tiene confundido.  ¡Pero, no hay duda de que se le pasará!
Marcia la miró con indecible alivio. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? ¿Cómo no pensó que los hombres también tienen crisis de edad?
La Doctora le aseguró:
-Este es un caso pasajero de nervios exacerbados y desequilibrio metabólico. ¡Cómo se atormentan las mujeres culpándose y  perdiendo la confianza en sí mismas, ante el desamor de sus maridos!  ¡Y no se les ocurre atribuirlo a la crisis de los cuarenta!.
Marcia se aferró a la tesis de la Doctora Gordo y un nuevo optimismo iluminó su corazón como un amanecer después de una noche tenebrosa.
La Doctora le recomendó varios libros suyos que contribuyeron aún más a devolverle la confianza.
Ahora que sabía que el abandono de Victor se debía a un desequilibrio pasajero, se sintió renovada. Empezó a caminar con la frente en alto y dejó atrás a la mujer deprimida de gesto amargo, a quién sus amigas habían abandonado por latosa.
En la siguiente sesión le comentó a la Doctora su pesadumbre porque Victor nunca la llamaba por teléfono.
Sólo lo había hecho al principio, para ultimar los detalles de su separación. Luego, el teléfono había permanecido mudo y ella había logrado, con torturantes esfuerzos de voluntad, no ceder a la tentación de llamarlo a su oficina.
La Doctora se quedó pensativa.
-Sí, yo esperaba que la llamara. Ya es tiempo que reaccione, creo...Pero su silencio demuestra que él sufre, está avergonzado y teme hablar con usted. Pero creo que pronto logrará vencer su cobardía.
A la semana siguiente, Victor la llamó.
Le preguntó si podía pasar por su departamento la noche del Viernes.
Marcia, eufórica, llamó a la Doctora Gordo para contarle la noticia.
  -¿No le decía yo?-comentó ella-Ahora, escúcheme para que no vaya a perder la cabeza. No sea muy blanda con él. Tenga siempre presente lo mucho que ha sufrido. No se muestre entusiasta por volver. ¡Sería contra producente !
-¡No!- exclamó Marcia-¡Lo haré dudar de mi perdón hasta el último momento!
-¡Muy bien!. Pero, no le haga tampoco una escena. Muéstrese dulce y fría, accesible y distante. ¡Hágalo caminar en la cuerda floja y verá como cae rendido!
-¡Ah! ¡Y una última advertencia!-agregó-¡Manténgalo lejos del dormitorio!
-¡Por supuesto!-aseguró Marcia- ¡Tendría que rogarme de rodillas!
La noche del Viernes, se veía hermosa con una blusa rosada que iluminaba su cara y un peinado nuevo que él no le conocía.
-¡Qué bien te ves, Marcia!- exclamó Victor.
-Es raro, porque estoy agotada. ¡No he parado de salir en todas estas noches!
-Pero te ha hecho muy bien. ¡Estás espléndida!
Olvidando los concejos de la doctora, Marcia le espetó con amargura:
-¡No pensabas así cuando me dejaste!
-Por favor, Marcia. No me hagas reproches. He venido en son de paz.
-Tienes razón, perdóname-balbuceó ella-Estoy dispuesta a escuchar lo que has venido a decirme...
Victor la miró agradecido.
-¡Qué bueno, Marcia! Creo que a estas alturas ya no será difícil para ti aceptar un cambio en nuestras vidas. Hemos sufrido lo suficiente y merecemos un poco de felicidad ¿No crees?
   -Oh, sí, Victor! ¡Nunca es tarde para cambiar el rumbo!
-Eso pienso, Marcia. No debemos permitir que un primer fracaso estanque nuestras vidas.
Ella lo miraba expectante, con los ojos húmedos.
Victor continuó con voz firme:
-Por eso he venido a pedirte el divorcio. No creo que tengas inconvenientes. Yo quiero rehacer mi vida junto a alguien que me ha devuelto el optimismo. En realidad, la conocí cuando tú y yo estábamos juntos...Pero, entonces no estaba seguro de mis sentimientos. ¡Ahora tengo la certeza de que he encontrado el verdadero amor!
Marcia no puso objeciones. Respondió con voz serena a todas las sugerencias de tipo legal que él le hizo. Notó que se había preparado a conciencia en el tema.
Cuando se fue, se quedó inmóvil en mitad de la pieza. Una rabia sorda empezó a crecer en su corazón.
Se sentía engañada, traicionada en todas sus delirantes ilusiones. ¿Y quién había tenido la culpa de que ella concibiera esas esperanzas?
Con creciente furia, marcó el número de la Doctora Gordo.

1 comentario:

  1. Leí con mucho interés este cuento. ¡Muy bueno! ¡Qué buena la alusión a Pilar Sordo. Me reí mucho. Es un cuento con mucha psicoligía y mucho humor.

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