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viernes, 13 de abril de 2012

SOÑE QUE ESTABA DESPIERTA.

Soñé que estaba despierta y no podía dormir.
Los ojos me ardían, fijos en la sombras de mi cuarto, sin ver nada más que los vagos contornos de los muebles. Los cerraba apretando los párpados, llamando al sueño esquivo. Pero volvía a abrirlos, sin saber con qué objeto escudriñaba inútilmente la oscuridad.
De pronto la luna se movió en su trayectoria y un rayo pálido entró por la ventana. Cayó sobre un trozo de muralla y vi brillar ahí algo que antes no había notado.
Entonces soñé que, cansada ya de tratar inútilmente de dormir, me levantaba a tientas y me acercaba al objeto que la luna envolvía con su rayo.
Era la perilla de bronce de una puerta y una luz azulada se filtraba desde el exterior.
El picaporte cedió al contacto de mi mano y  me encontré en una calle desierta.
Me puse a recorrer una vereda donde la luz de un farol dejaba ver hileras de casas en sombras. Sólo en una de ellas había una ventana iluminada y me acerqué a mirar.
Tras una delgada cortina divisé la silueta de una mujer que cosía a la luz de una lámpara.
Ella alzó los párpados y al verme, con un gesto afable me invitó a entrar.
¿Qué está cosiendo?-le pregunté.
-Es un vestido para mi hija Rosita. Sé que nunca podré entregárselo, pero me hace feliz hacerlo e imaginar lo linda que se vería si se lo pusiera.
-¿Y dónde está Rosita?
-Está lejos, en otro lugar. La dejé cuando tenía seis años. ¡No sabes cuándo sufrí por tener que abandonarla!
-¿Y por qué lo hizo entonces?
-¡Ah! Yo estaba muy enferma.  Me aferré a la vida, luché cuanto pude...Pero fue inútil. Supe que moría y mi último gemido fue para llamar a Rosita. Luego entró a mi pieza una mujer alta y silenciosa. Me tomó de la mano y me ordenó que la siguiera. Desde entonces estoy aquí.
-¿Y cuando fue eso?
-No lo sé, porque en este lugar el tiempo no transcurre. En el mundo donde vive Rosita quizás han pasado los años. Quizás ella ya no es una niña. Pero  igual le estoy cosiendo este vestido  porque para mí ella sigue teniendo los mismos seis años de cuando la dejé.
La mujer levantó su rostro y clavó en mí unos dulces ojos que yo tanto recordaba. Entonces supe que era mi madre.
-Mamá -le dije-Yo soy Rosa. Nunca olvidaré el día en que al volver del colegio, cuando entré corriendo a tu dormitorio, vi tu cama vacía. Me dijeron que te habías ido al cielo. Que Dios no había querido que siguieras sufriendo y había mandado a un ángel que viniera a buscarte.
Ella se irguió frente a mí y fue como estar mirándome en un espejo.
Había muerto a los treinta años, la misma edad que yo tenía en ese instante.
 Sonriendo pensé: Ahora somos hermanas.
Me quedé a su lado y ella siguió cosiendo el vestidito, aquella inútil tarea con que endulzaba la infinitud de sus días.
Mis palabras no habían cambiado nada para ella. Seguía suspendida en un espacio sin tiempo, recordando a la niñita de seis años que había dejado al morir.
Empezó a amanecer y languideció la llama de la lámpara. Dio un último destello y se apagó.
Entonces me encontré en mi cama, con los ojos abiertos y vi como la luz del alba iba lentamente dibujando los contornos de las cosas.
  Fue una noche en que al quedarme dormida, soñé que estaba despierta y  no podía dormir.

1 comentario:

  1. Muy original, empezando por el título. Un cuento entretenido, sorprendente y muy sentimental en el encuentro de Rosa con su mamá. El detalle del vestidito, que la mujer sigue cosiendo, ajena al tiempo y a la realidad, sorprende.

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