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martes, 24 de abril de 2012

SANTIAGO EN CIEN PALABRAS.

VIAJANDO DE PIE.

Iba colgado de la barra, pensando que mi vida era como un viaje en un bus tomado por equivocación,  en un paradero rodeado de niebla.
Y de la Vida y del bus, me daban ganas de bajarme antes de llegar al paradero.
Subió una niña, que parecía traer el crepúsculo de afuera atrapado en sus ojos tristes.
Se acomodó contra mí y sentí su tibieza. No nos miramos, pero tuve la convicción de que ya no estaría solo...

GENTE SOLA.

Un mundo de gente sola camina por la ciudad. No se miran ni se hablan. Nada los distrae de su instrospección feroz.
Yo voy con ellos, caminando en línea recta hacia la Muerte.
Algunos se apresuran por llegar al embarcadero.
Cada día parte una nave sobre cuya borda se asoma una muchedumbre de rostros tristes.
La lista de pasajeros está en el obituario del periódico.


LA FOTOGRAFIA.

Mucha gente recién conocida me preguntaba: ¿Dónde te he visto antes?
Otros me aseguraban que me habían encontrado hacía poco rato en otra parte.
Sospeché que alguien andaba por ahí suplantándome.
Por fin me vi.
Iba cruzando Providencia con un vestido veraniego y me rodeaba una bandada de gaviotas.
Reconocí una fotografía que me tomaron este Verano.
Temo que terminará por reemplazarme en la simpatía de la gente y deberé ser yo la que ocupe el hueco que dejó al escapar del álbum.

AMOR PLATONICO.

Caminas airoso por Providencia, tu rostro medio oculto por un sombrero alón.
¿Cómo? ¿Que no estaba nublado? Acaba de pasar un rayo de sol montado en zancos.
Alto y flaco como un poste de la luz eléctrica, no es coincidencia que a tu paso todo se ilumine.
Cada día, cuando apareces, en el barrio se celebra el natalicio del Amor.
Ojos verdes color de esperanza: ¡Díganle dulces mentiras a este corazón!

PEQUEÑA  FLOR.

Se llamaba Elvira, pero su papá le decía "Pequeña Flor" porque era bajita y frágil.
El desapareció cuando ella tenía nueve años y su mamá le aseguró que había muerto.
Pero años después, lo divisó en un andén del Metro.
Se abrazaron estrechamente  y los años de ausencia cayeron a sus pies convertidos en polvo.
La Soledad huyó presurosa y retrocedió hacia las sombras buscando otros corazones en los cuales habitar.
El amor de los dos la había derrotado.

PINTANDO SANTIAGO.

Matilda estaba pintando Santiago bajo la lluvia.
Sólo colores grises plasmaba sobre el lienzo, a tono con la tristeza que embargaba su alma.
Se había enamorado y su amado pasó a su lado sin verla.
 El Amor es oscuro e inexorable-pensó- Sólo la Belleza puede derrotar su dolor.
Y tomando el pincel, dibujó sobre la ciudad lluviosa un arcoíris.

EN EL METRO.

El muchacho buenmozo de sonrisa malvada se había sentado a su lado en el Metro.
Procuraba no mirarlo. ¡Le recordaba tanto a ese hombre que por años la había hecho sufrir!
Al fin se había ido, dejándole el infinito alivio de la ausencia.
¡Pero ese muchacho se lo recordaba tanto.!
Quiso bajarse. ¡Huir!
 Entonces sintió que la tomaba del codo y le decía:
En la próxima estación nos bajamos, mamá.

1 comentario:

  1. Amiga me gustaron todos, hay un hilo de soledad en todos, quizás reflejando que en el último aliento vamos a estar solos al encuentro con el infinito, el inconmensurable Kósmos en el cual estamos y seguiremos estando.

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