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martes, 18 de febrero de 2014

ROSAS DE SAN VALENTIN.

El día Lunes, después de San Valentín, vimos llegar a Mónica con un ramo de rosas rojas.
Llenó de agua el florero de su escritorio  y las acomodó en él  con un suspiro de satisfacción.
Todo el tiempo sumida  en un silencio misterioso, mientras, con el rabillo del ojo, espiaba nuestra reacción.
-¡Qué lindas tus rosas!- exclamó Patricia, para darle en el gusto- ¡Se nota que te fue muy bien en San Valentín! 
Ella sonrió ruborizada y no respondió,como si guardara un secreto demasiado precioso para expresarlo en palabras. Pero se notaba que estaba satisfecha de haber logrado impresionarnos.
 Pronto se hizo evidente que habíamos empezado a mirarla con otros ojos.
Llevaba casi un año en la Sección y hasta ese momento, su vida sentimental había sido un misterio.
Aunque pronto habíamos llegado a la conclusión de que no existía ningún misterio...y vida  sentimental, tampoco.
Nunca venía nadie a esperarla a la salida ni la veíamos recibir llamados telefónicos. Inclinada sobre su escritorio, su melenita descolorida le tapaba a medias la cara, siempre absorta en algún documento que analizar.
A la hora de salida, cuando todas se precipitaban al baño, para disfrazar el cansancio con máscara de pestañas y lápiz labial, ella aún se demoraba en su escritorio, con un aire cansino y melancólico, que decía a las claras que nadie la esperaba a la salida.
 De a poco pasó a ser "la pobre Mónica" y algunas chicas, viéndola  fuera de competencia y como quién dice, al margen del amor, empezaron a tomarla por confidente. Sólo para desahogarse, claro, porque si de concejos se trataba ¿cómo iba a poder darlos alguien sin experiencia en el amor, como "la pobre Mónica" ?
Pero, ese Lunes había llegado cambiada. Algo brillaba en su cara, con una luz que le brotaba de adentro.
Me dí cuenta de que, de golpe, había ganado prestigio entre nosotras y se había convertido en el centro de la chismografía matinal.
Nora comentó en el baño, mientras colgábamos nuestros vestidos en un perchero y nos poníamos los guardapolvo:
-Mónica anda radiante. ¡Ni que se hubiera tragada una ampolleta!
Era evidente que su cambio tenía que ver con las rosas. Y las rosas eran testimonio de que un elemento emocionante y misterioso se había introducido en su vida.
Lo primero que hacía al llegar era cambiarles el agua y revisar cada pétalo, con el temor de notarlo mustio.
Todas sonreíamos entre  conmovidas  y burlonas al ver la ternura que le prodigaba a sus flores, como si se tratara del propio galán que se las había regalado. Y la abrumábamos con comentarios subidos de tono que la hacían ruborizar.
Ahora la considerábamos "una de las nuestras" y la incluíamos en todos nuestros cotilleos.
Yo era la mayor del grupo, y por lo tanto, la más escéptica y la más observadora. Por eso fui la única que se molestó en fijarse en Mónica.
Cuando sonaba el teléfono en nuestra sección, la mayoría de las chicas levantaba la cabeza y se quedaba esperando, con rostro expectante, por si el llamado era para ellas.  Y la favorecida era mirada con envidia.
Pero me di cuenta de que esa semana en que había llegado con las rosas, Mónica nunca levantó la cabeza al escuchar la campanilla del teléfono. Resultaba evidente que no esperaba ningún llamado.
 También me pareció que el brillo inusitado de su cara y aquel aire misterioso y emocionado que había mostrado el Lunes, iba de a poco desapareciendo, como si se fuera marchitando al mismo tiempo que las rosas. 
O como si no tuviera ánimo para seguir representando la comedia de la ilusión...
 Inexorablemente, su flores se fueron poniendo mustias y ya el Miércoles se les empezaron a caer los pétalos. Mónica les cambiaba el agua hasta dos veces al día como si de ellas dependiera una esperanza que a todas luces había resultado efímera.
O  no había existido jamás.
Porque yo sospechaba que había sido la misma Mónica quién había comprado las rosas para   inventarse un romance que la realzara a los ojos de sus compañeras y  acabara con ese airecito entre sobreprotector y despectivo con que todas la trataban.
Lo había conseguido.

¡Al menos por una semana había pasado de actriz secundaria a rutilante estrella de su propia película de Amor!


2 comentarios:

  1. Hola Lilly.
    Historia que puede ocurrir en la vida real, ya que muchas veces nos ocupamos tanto de la vida del prójimo que casi le obligamos a producir situaciones parecidas a las que describes en tu historia, tendemos a olvidar que cada persona es un mundo y debe ser respetado, al menos por esa semana las demás dejaron sus prejuicios de lado, para concentrarse en el ramo de rosas.
    Un abrazo y un buen fin de semana.
    Ambar

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