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lunes, 9 de diciembre de 2013

EL SUEÑO DE FELIPE.

Felipe iba por la vida, manejando el automóvil de la Nostalgia, siempre marcha atrás.
El Presente le parecía una carretera árida y sin señalizaciones y el Futuro, un destino incierto al que temía llegar.
En resumen, el Pasado era lo único que lo mantenía a salvo de la incertidumbre, puesto que ya lo conocía y la añoranza le prestaba un agridulce encanto a su existencia sin expectativas.
Tal vez esa actitud ante la Vida lo llevó a tener el más extraño sueño que sea dable imaginar.
Una noche, apenas se durmió, se vio conduciendo su auto por una carretera solitaria. A lo lejos, se veía una ancha puerta de hierro que le cerraba el paso.
A medida que se acercaba, vio unas grandes letras en el dintel, que anunciaban:  "EL PASADO."
Al detenerse frente a ella, la puerta se abrió silenciosamente.
Felipe sintió una gran alegría al pensar en la maravillosa oportunidad que se le ofrecía.  ¡Volver atrás ! ¡Revivir su infancia!  Los días de escuela, las vacaciones a la orilla del mar junto a sus padres...Todo lo bueno y dulce que la vida le había arrebatado, arrojándolo a la tierra yerma de una adultez sin ilusiones.
Le imprimió más velocidad a su automóvil. ¡Quería llegar cuanto antes!
Pero, se encontró con una ciudad semi derruida.  Entre nubes de polvo, vio cuadrillas de obreros ocupados en su demolición. Sólo unas pocas murallas se mantenían en pie.
-¿Por qué lo hacen?- se quejó, desesperado- ¿Por qué demuelen el Pasado que tanto añoro?
-Porque no se puede vivir en él- le respondió un anciano, que parecía ser el capataz- ¡Hay que hacer polvo estas viejas paredes y, sobre ellas, construir el Futuro!
-¡No!  ¡No quiero!- gritó Felipe, en su sueño- ¡Odio el Futuro!
Y subiendo a su automóvil, dio marcha atrás y huyó de ahí a todas velocidad.
Al borde de la carretera, vio a una niñita con uniforme escolar, que le hacía señas para que se detuviera. Llevaba trenzas y no tendría más de doce años...
-¿Me lleva, por favor?
-¿Y a donde quieres ir?
-¡Al Futuro!  ¡Quiero ir al Futuro cuanto antes!  ¡Quiero crecer!  ¡Para que nadie me de órdenes y me quite la libertad de hacer lo que se me ocurra!
-Sube, entonces- le respondió Felipe, con tristeza- Pero, no sabes lo que pierdes al querer dejar tu infancia. La vida es muy dura, ya lo verás...
Siguió manejando, sin mirarla. Al cabo de un rato, la oyó suspirar y observó que se había dormido.
Sus trenzas se habían deshecho y con el pelo suelto se veía mayor.
Lo cierto era que, a medida que se alejaban del Pasado, la niña había ido creciendo. De su nariz se habían borrado las pecas y una piel tersa y luminosa embellecía sus rangos. Turbado, Felipe notó la la delicada curvatura de su pecho adolescente...
Un par de kilómetros después, ya representaba dieciocho años y Felipe descuidaba el volante, por mirarla embelesado.
La chica despertó y se desperezó con languidez gatuna.
-¿Falta mucho para que lleguemos?
Felipe tragó saliva y no pudo sacar la voz para contestarle.
Antes de llegar a la caseta de peaje, ya estaba locamente enamorado.
Se detuvo a pagar y a cambio de su dinero, no le dieron un recibo, sino una rosa roja.
Se volvió hacia la joven, para ofrecérsela, pero unos estridentes bocinazos del auto que venía atrás, lo sobresaltaron.
Pero, no era una bocina, sino la alarma de su reloj despertador...
Se quedó sentado en la cama, atontado. Le pareció que aún sostenía la rosa roja, y que frente a él estaba la joven, tendiendo su mano, para recibirla.
Le costó reaccionar. Pero, el tiempo apremiaba y se metió a la ducha, confiando en que un chorro de agua fría lo sacaría de su embotamiento.
 Al llegar a la Sección del Banco en que trabajaba, notó un movimiento inusitado.
Varios habían abandonado sus escritorios para saludar a alguien que llegaba.
Felipe recordó que ese día empezaba a trabajar la reemplazante de Susana, que se había ido a su casa, con el pre-natal.
El grupo se deshizo y alguien llamó a Felipe, para presentársela.
El comprobó, estupefacto, que era la chica de su sueño.
Ella lo miró como si ya se conocieran y sus labios se entreabrieron en una sonrisa cómplice.
Desde ese mismo momento, el Presente le pareció menos árido y el Futuro, mucho más prometedor....
En cuanto al Pasado, no sé... Dicen que lo enterró. Y que sobre la tumba, puso una rosa roja.


4 comentarios:

  1. Hola Lilly.
    Me ha encantado este relato, lástima que todos los sueños, en esta vida real no tengan un final tan bonito.
    Un buena semana y un abrazo.
    Ambar

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  2. Me gustó, Felipe salió de su tedio y se entusiasmó con la vida. Eso si que el pasado no hay que enterrarlo, recordarlo sin pesares solo como una experiencia que nos instruye en cometer menos errores.
    Nos vemos mañana.

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  3. Las cosas esenciales siempre nos potencian
    nos llaman a renuevos , a fortalecernos
    a encontrar en esa huellas todo lo que necesitamos
    para seguir creciendo
    para seguir estando presente
    ir y volver al centro , lo que verdaderamente es valioso
    Creo que siempre se debe celebrar que un ser humano descubra el amor
    y con él todo el sentido de vivir una vida plena...

    Dios te bendiga grandemente!!

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  4. ¡Ay....! Me quedo con este “sueño” como cuento feliz del año, no solo de la navidad jaja.
    Debería ser la vida más fácil y feliz.

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