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sábado, 14 de diciembre de 2013

EL LADRON DE LOS SUEÑOS.

Hacía varias semanas que Marcos estaba durmiendo mal.
Aunque despertaba a la hora de costumbre, se levantaba cansado y sin ánimo.  Sabía que había dormido la misma cantidad de horas, pero sentía su mente tan agotada como si no hubiera pegado los ojos en toda la noche.
Pidió cita en una clínica, donde le hicieron un examen muy complejo. Cantidad de electrodos  iban desde su cabeza a una máquina que registraba sus ondas cerebrales, mientras él dormía.
Al término del procedimiento, el médico le dijo, preocupado:
-Lo que pasa, Marcos, es que usted no sueña. Duerme, pero el período REM, que es el que hace descansar a su mente, ha desaparecido. Si no lo recupera, empezará a sentirse cada vez más fatigado y realmente temo por su equilibrio emocional.
Le recetó un somnífero y un relajante muscular, pero no lo tranquilizó con respecto a su problema. La verdad era que se sentía perplejo.
Marcos también, por supuesto. Se preguntaba cómo era que había perdido la capacidad de soñar y cuando había sucedido eso.
Entonces, recordó que la última vez que había soñado, había visto a un hombre alto y flaco, que entraba a su habitación con una maleta. Lo vio abrirla y guardar en ella algo que Marcos no alcanzó a distinguir. ¡Ahora comprendía que eran sus sueños y que el hombre se los había robado!
¿Los querría para venderlos?  ¿Existiría un mercado negro para los sueños ?
Lo importante era recuperarlos, pero no sabía como.
Iba por las calles, buscando en vano al ladrón de los sueños. Recorría la ciudad en la noche, cuando la gente dormía. ¡Quizás lograra atraparlo cuando se dispusiera a cometer un nuevo delito! 
Pero, era inútil.
Ya había perdido la esperanza, cuando una tarde en el Metro, vio a un señor gordo que roncaba plácidamente, apoyado en el vidrio de la ventanilla.
A esa hora iban pocos pasajeros en el vagón y vio claramente avanzar por el pasillo al hombre flaco. En una mano llevaba su maleta y en la otra blandía unas tijeras.
Se sentó al lado del durmiente y empezó a recortar, con rápidos chasquidos, una materia gris y sedosa que parecía envolver su frente. ¡Eran sus sueños!
El hombre los echó rápidamente en su maleta y se bajó en la siguiente estación.
Marcos alcanzó a bajarse tras de él y lo siguió a distancia, sin que el ladrón lo advirtiera.
Lo vio entrar a una casa sombría y se puso a espiarlo por una ventana.
Lo vio abrir la maleta y guardar su contenido en un armario que tenía numerosos cajones.
Luego salió y se perdió por una callejuela, sin notar la presencia de Marcos.
Apenas se vio solo, empujó la desvencijada puerta y con alivio, vio que cedía al contacto de su mano.
Entró a la habitación en penumbra y se acercó al armario. Vio que cada cajón tenía un rótulo distinto:  Sueños fantásticos. Sueños tristes. Sueños de Amor. Sueños infantiles. etc.
Marcos se fijó en el que decía: Sueños tristes.  ¡Ahí estaría los suyos, seguramente!
Nunca había logrado, ni siquiera mientras dormía, desprenderse de la melancolía que llenaba su vida.
Pensó sacarlos y huir corriendo, pero vaciló.
¿Por qué no llevarse mejor el contenido del cajón que decía: "Sueños infantiles" ?
¡Hacía tanto tiempo que no soñaba algo lindo!  ¡Tantos años que había perdido la inocencia de la niñez!
Abrió el cajón y tomó a puñados la materia sedosa que se adhería a sus dedos, como el algodón dulce que le compraba su papá cuando era niño.... Se llenó con ella los bolsillos y escapó corriendo.
Esa noche vació una porción de sueños sobre su almohada y confiado, cerró los ojos.
Vio que una legión de enanitos verdes, rojos y azules, surgía de la tierra y todos se ponían a saltar y hacer cabriolas.
  Tomándolo de la mano lo condujeron por un camino amarillo hacia el castillo de esmeraldas del Mago de Oz. En el último instante, éste se transformó en una inmensa juguetería, donde vio todos los juguetes que había anhelado en su niñez.
Pero, el sueño más lindo fue aquel en que volvió a ver a su madre.
Despertó relajado y alegre como no había estado en mucho tiempo.
Pensó cuanto bien le había hecho a su espíritu soñar de nuevo.
 Y aunque fuera en sueños, volver a ser niño otra vez.


1 comentario:

  1. Bueno, pues en este cuento tenemos dos ladrones de sueños, por lo visto jaja. Porque el protagonista se apropia de otros que no son suyos.
    Una historia interesante aunque al final noté como si me faltara más historia.
    Y sí, hay que soñar con la ilusión del niño, al menos de vez en cuando.
    Felices sueños, Lillian.

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