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lunes, 3 de junio de 2013

CONVERSANDO CON JOSEFH K.

Haciendo un alto en la revisión de los procesos que me habían asignado, tomé un libro al azar  con el propósito de relajarme.
Llevaba un año trabajando en un Estudio de Abogados, y mi profesión me parecía árida y sin encantos.
¿Dónde estaba el caso sensacional en el que yo tomaría parte como defensor, haciéndome famoso?
Desganado, meditaba con el libro abierto frente a mí, sin decidirme a empezar la lectura, cuando me sobresaltó un estridente campanillazo en la puerta.
Al abrirla, me encontré frente a un joven flaco y demacrado, que me urgió a que le permitiera pasar, porque se encontraba en un transe angustioso.
Se dejó caer, sin preámbulos, en un sillón frente a mí y se presentó como Josefh K.
Algo resonó en mi memoria e instintivamente, miré el libro que había sacado del estante.
Pensé que se trataba de una coincidencia harto extraña. Y hubiera podido sospechar que se trataba de una broma, si no tuviera ante mí ese rostro pálido y esos ojos afiebrados que suplicaban mi ayuda.
-Explíqueme qué le pasa- lo invité a hablar.
-¡Estoy en un grave problema!  Ayer en la mañana, cuando recién despertaba, entró un grupo de extraños a mi casa. Se identificaron como agentes de la Ley y me comunicaron que estoy detenido.
-Pero ¿de qué lo acusan?- le pregunté, incrédulo.
-Eso es lo que no pudieron decirme. Se limitaron a informarme que estoy detenido y que puedo continuar haciendo mi vida normal, mientras se desarrolla el proceso.
-Y usted quiere, seguramente, que yo lo asesore...
Asintió con un movimiento de cabeza, pero en su mirada vi una ausencia de optimismo que me ofendió.
Parecía no tener la menor confianza en mi gestión profesional.
Algo molesto, le dije:
-Para poder actuar, necesito que me de sus datos. Domicilio, por favor.
-Bueno, vivo en el Castillo -me respondió con impaciencia, como si fuera un hecho evidente y conocido por todos.
A través de la ventana, me señaló una mole gris que se alzaba sobre una colina.
Me extrañó que habiéndola tenido frente a mis ojos, nunca antes hubiera reparado en ella.
-¿Y qué trabajo desempeña ahí?
-Todavía no lo sé. Me contrataron como agrimensor, pero llevo días luchando para hablar con el dueño y que me indique mis obligaciones. Hasta ahora, no lo he podido lograr.
A cada minuto, encontraba más insólita la situación de mi cliente.
Por otra parte, en él parecía ir creciendo la angustia.
Se revolvía en el asiento, se tiraba el pelo como si quisiera arrancárselo y era evidente que se hallaba al borde de la desesperación.
-¿Qué voy a hacer?-gimió- ¿Cómo voy a vivir sabiéndome acusado de un delito que desconozco? Me siento miserable y ruin, sin tener conciencia de cuáles son mis culpas...
-¡Cálmese, por favor!
-¡Es que no puedo calmarme!  He llegado a creer que no valgo nada... ¡Es tal mi complejo de inferioridad, que temo despertar un día convertido en cucaracha!
Y para mi horror, a medida que hablaba, vi como su rostro se iba oscureciendo y deformando y su cuerpo iba adquiriendo el aspecto de un enorme insecto.
Aterrado, lancé un grito.....y desperté.
Me había quedado dormido sobre el enorme libro que intentaba leer.
Se había caído al suelo con estrépito y creo que ese fue el ruido que me despertó.
Lo levanté y leí el título en la portada. Eran las Obras completas de Franz Kafka....
¡Qué lectura tan mal elegida para relajarme!   ¡Con razón había tenido una pesadilla! 

1 comentario:

  1. Desde luego, me has tenido en vilo hasta el final, si se quiere uno relajar lo mejor es leer novelas románticas con un feliz final.
    Bueno, yo, me relajo con tus historias, me gustan, lástima del tiempo que se me hace corto.
    Un abrazo.
    Ambar

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