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lunes, 17 de junio de 2013

MARIPOSAS NOCTURNAS.

Nancy no podía dormir, a pesar de los somníferos.
Sentía la nuca tensa y le ardían los ojos, fijos en la oscuridad de su pieza.
Hacía calor y la ventana estaba abierta sobre el jardín.
Encendió la lámpara del velador y una mariposa nocturna entró rauda, atraída por la luz.
Chocó contra la pantalla y cayó al suelo, abatida.
Nancy bajó de la cama y se inclinó a recogerla, con delicadeza.
Sus dedos quedaron impregnados del sedosos polvillo gris que cubría sus alas.
Estaban rotas y la mariposa las agitaba débilmente.
Luego murió en la palma de su mano.
Nancy abrió la caja de somníferos vacía que había sobre su velador y la puso allí.
Luego apagó la luz y dejó que la somnolencia provocada por las pastillas, la invadiera pesadamente.
Desde el dormitorio de su padre, le llegaba la voz agria de su madrastra, enumerando los contratiempos del día.
De su madre, muerta hacía ya tres años, habían ido de a poco desapareciendo los recuerdos.
Las figuritas de porcelana que tanto quería, rotas una por una, simulando una casualidad.
 El retrato sobre el piano, en el que se veía tan linda, el tapiz bordado por ella y que había adornado el respaldo del sillón...
Su presencia se fue diluyendo en la casa, como un girón de niebla. O como un copo de nieve que se derrite al sol.
¡Papá!- pensó Nancy con tristeza- ¡Qué poco te demoraste en olvidarla!
En ese instante, entró por la ventana una mujer vestida de blanco. Llevaba sujetas a la espalda dos alas de un pálido gris azulado, semejante al de las mariposas.
Nancy se incorporó sobrecogida y susurró:
-¡Mamá!
Ella la miró sonriendo y le preguntó:
-¿Donde está la mariposa muerta?
-Ahí- le señaló Nancy.
La mujer abrió la cajita que estaba sobre el velador y de ella salió volando la mariposa. Ebria de júbilo, agitó sus alas un instante y luego se perdió en las sombras plateadas del jardín.
-¿Quieres ir con nosotras?- le propuso la mujer- Hay luna llena y en noches como ésta, todos los sueños pueden hacerse realidad.
Nancy dejó la cama y se tomó de su mano.
Juntas volaron por sobre el alféizar y se unieron a la bandada de mariposas nocturnas.
A la mañana siguiente, la madrastra, cansada de llamarla en vano, entró a la pieza de Nancy, con el propósito de zamarrearla con rabia.
Pero, se quedó petrificada, mirando el rostro sin color y las manos que reposaban inertes sobre la sábana.
Maquinalmente, abrió la caja de somníferos y vio que estaba vacía.
-¡Se las tomó todas de una vez!- exclamó sin emoción- ¡Yo sabía que terminaría por hacerlo!
Con calma, se sentó en una silla junto a la cama y la miró largamente.
Siempre la había odiado.
 Se habían odiado las dos, a espaldas del padre, ocultando su aversión tras una sonrisa helada.
Saber que ya no despertaría, hizo que una torva alegría inundara su corazón.
Al salir, vio en el suelo una mariposa muerta.
-¡Estos insectos!  ¡Son una verdadera plaga!- exclamó rabiosa y la aplastó con el tacón.
Las delicadas alas se deshicieron y de la frágil criatura, solo quedó una mancha de polvo gris.
La madrastra compuso sobre su rostro impasible un gesto de dolor y salió al pasillo dando gritos:
-¡Algo le pasa a Nancy!  ¡Vengan a ayudarme, por favor! 

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