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jueves, 27 de junio de 2013

A TRAVES DEL ESPEJO.

Elena se miró en el espejo y se vio pálida. Con los ojos desorbitados, como si quisieran escapar de su cara, volando.
Había dormido mal, otra vez. Y dormir era el único alivio para su pesadumbre...
No sabía en qué momento empezó a pensar que su vida carecía de sentido.
Una melancolía de plomo pesaba sobre su corazón y era más destructiva que el dolor de un amor perdido.
¡No tengo nada! se decía Elena. ¡Ni siquiera he tenido un amor que pudiera traicionarme! ¡Nadie me ha querido nunca ni yo he podido querer!
Algo parecido a un muro la separaba de la gente.
Una soledad en medio de la muchedumbre. Un silencio lleno de palabras ajenas.
Perdida en esa angustia del no-amor, de la no-vida, empezó a dormir mal.
Cada mañana, el espejo le devolvía su rostro demacrado, su figura agobiada, recortándose sobre un fondo aborrecible.
Odiaba cuanto la rodeaba.
 Su dormitorio, la sonrisa de la muñeca sentada sobre la cama.
Los libros sobre el velador, empezados sin ganas y dejados de lado al cabo de unas pocas páginas.
La luz que entraba por la ventana y que le recordaba que otro día sin sentido estaba por empezar.
Una mañana tuvo una alucinación.
Al mirarse en el espejo, no vio tras de sí su pieza, sino un bosque envuelto en niebla.
Asustada, cerró los ojos. Al volver a abrirlos, la imagen había desaparecido.
Como siempre, la muñeca sonreía a sus espaldas y una ligera brisa levantaba las cortinas de tul.
Pero a medida que se sucedían las noches de insomnio, la presencia del bosque en el fondo del espejo se hizo casi cotidiana.
Ya no la asustaba. Al contrario, una extraña paz la inundaba mientras miraba los árboles.
Se veían difuminados en una luz crepuscular, como si estuvieran tras un velo. Y esa penumbra azul que envolvía  el paisaje, la atraía con fuerza, como si pugnara por arrancarla de la realidad.
Una mañana, agotada en su inútil lucha por dormir, apoyó la frente contra la superficie del espejo y cerró los ojos.
De pronto, sintió el contacto de una piel rugosa, como la corteza de un árbol.
Creyó por un instante encontrarse en el bosque. Alcanzó a oler el perfume húmedo de las hojas. Pero la alucinación no duró más que un segundo.
Empezó a desear entrar al mundo mágico del espejo. Escapar de su vida sin objeto, de la rutina diaria que la agobiaba.
Una mañana la despertó el frío.
A tientas buscó la frazada y sus dedos encontraron un césped húmedo.
Se halló tendida bajo un árbol del bosque.
Asustada, cerró los ojos. Estaba segura de que al  volver a abrirlos, estaría de nuevo en su cama.
Pero no fue así.
Caminó descalza sobre la hierba fría, sin saber a dónde ir.
A lo lejos vio un hueco abierto en la niebla, por donde se filtraba un rayo de luz.
Eran los bordes del espejo.
Se asomó por ellos  y vio su dormitorio. La muñeca sonriendo y en la almohada la huella que dejara su cabeza.
Quiso volver. Recuperar la vida que tanto había odiado.
Pero el hueco en el espejo se cerró, como un charco de agua que se evapora.
 Y la niebla la envolvió completamente. 

3 comentarios:

  1. un relato místico...
    a veces nos sentimos asi...pero al fin se vuelve a la raíz...

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  2. Mi querida Lilly.
    Tu, eres parte de mi vida en conjunto con todos los demás, a todos os llevo en el alma solo que para agradecer esas letras que me regalarón les he dedicado esa entrada como hago de vez en cuando.
    Todo lo que me regalan lo guado y luego hago lo que acabas de leer, Pero todos...todos sois parte de mi vida.
    Tus relatos me encantan, lástima que cada vez que paso leo tres o cuatro pero por falta de tiempo no te comento en todos, a veces si que lo hago cuando tengo más tiempo, a muchos hace tiempo que no les visito, y de verdad que lo siento, a ver si llegan tiempos mejores, con más tiempo para mí.
    Un abrazo.
    Ambar

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