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viernes, 5 de abril de 2013

CUENTO DE SABADO.

La Muerte consultó su registro y comprobó que ese día y a esa hora, le tocaba a Román.
Sabía dónde estaba.
En la pieza de una clínica de renombre, enredado en una maraña de tubos, como mosca entre los hilos de una tela de araña.
Pero, no le serviría de mucho.
Había llegado su hora y La Muerte estaba orgullosa de haberse distinguido siempre por su puntualidad...
Se asomó por un resquicio de la puerta y vio a Román.
 Tenía los ojos abiertos y fijos en el cielo raso, con una terquedad de vivir que habría conmovido al más despiadado.
Pero La Muerte entró a su campo visual y le dijo sin miramientos.
-¡Ya, Román!  Vine a buscarte. No puedo demorarme más.
-¡No, por favor!- gimió él, desesperado- ¡Todavía no!  ¡Estoy esperando a alguien!
- Lo más probable es que esperes en vano. La enfermedad los aleja a todos. Temen contagiarse o les asusta ver en tu cara la sinopsis de su muerte inexorable. ¡Te advierto que nadie vendrá!
- ¡Te equivocas! ¡Ella es distinta!  No sabía que yo estoy enfermo... Pedí que le avisaran...¡Y va a venir!  ¡Estoy seguro!
-Mira, Román. Yo tengo poca paciencia para estas tonterías.  Ya veo que metiste al Amor de por medio, para ahuyentarme. Y yo, con" Ese" no quiero lidiar.  ¡Por ahí dicen que es más fuerte que la misma Muerte, y no tengo interés en comprobarlo!
-¡Por favor, por favor...¡Un día más!
-Está bien. Atenderé a los otros que tengo en la lista. Pero, vendré mañana sin falta. ¡Y no creas que vas a poder convencerme con otra historia...!
Tal como había prometido, La Muerte volvió al día siguiente y sorprendida, no encontró a nadie en la pieza.
La cama estaba vacía y las sábanas, muy estiradas y blancas, parecían esperar a un nuevo paciente.
-¡Cómo!  ¿Qué es esto? -se preguntó, atónita- ¡No se puede haber muerto!  ¡Claro! Yo lo sabría...
Comprendió que Román se había burlado de ella.
De algún modo, había logrado que lo trasladaran a otra clínica. Estaba firmemente decidido a no morir. Pero, ¡ya vería!  ¡No se escapa así no más de los designios de La Muerte!
Llamó por teléfono a varias clínicas, haciéndose pasar por un pariente. Al final, lo ubicó en una, medio escondida en un barrio periférico. ¡El tonto había creído que podría despistarla!
Se rió con sorna.
-¡Qué ingenuos son los hombres!- pensó- Cuando nacen, son arrojados a la Vida desnudos e indefensos. Y por supuesto, sin consultarles primero. ¡Y aún así se creen dueños de su destino! Tal como no pueden evitar nacer, tampoco pueden elegir cuando morir. ¡Pero insisten en creerse autónomos, los pobres títeres! No se dan cuenta de que sus vidas penden de un hilo... Mejor dicho, de los hilos con que  a su capricho los mueve Dios.
De vez en cuando le daba por filosofar. ¡No podía evitarlo! ¡Había visto tanto ya!  Y nunca dejaba de sorprenderse...
Reflexionando así,  pasó de largo frente a la clínica.
Pero retrocedió presurosa, porque ya estaba cansada de tanto inconveniente.
Abrió la puerta con cierta violencia y se quedó inmovilizada por la sorpresa.
En la cama estaba Román, semi incorporado y libre de los tubos.
 Un tono levemente rosado había reemplazado la lividez de sus mejillas. Un nuevo hálito de vida parecía recorrer su pobre cuerpo y sus ojos ya no lucían enturbiados por las neblinas de la agonía.
   Al contrario, brillaban al posarse en alguien que estaba junto a él.
Era una mujer que le acomodaba las almohadas y con infinita dulzura le secaba el sudor de la frente.
Tan inmersos se hallaban en su mutua contemplación, que ninguno de los dos escuchó entrar a La Muerte.
Ella se quedó un momento, mirándolos indecisa.
No se sentía muy dispuesta a aceptar su derrota. Pero, al revisar frenéticamente su registro,
vio que el nombre de Román se había borrado de la lista.
-¡Tenían razón las malas lenguas!- exclamó resignada- ¡El Amor es más fuerte que yo!   

2 comentarios:

  1. ¡Ojalá pudiera el amor con la muerte, sí, sería bueno eso! Quizá conduciría al hombre a fomentar el cariño y no la guerra ni la violencia.
    Pero cuentos aparte, hasta los dioses sucumben ante la muerte.
    Ese tipo de mujer que encontró el enfermo protagonista es el que merece la pena.
    Bien por este final feliz.
    Feliz sábado
    :)

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  2. Dice María Teresa González:
    Acabo de leer este bello cuento. Qué oportuno contrarrestar la Muerte con el Amor. Nada menos que en tiempo de Pascua de Resurrección.

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