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viernes, 1 de marzo de 2013

PRESENCIA EN LA LLUVIA.

Después de perder a mi madre, me quedé muy solo.
La Muerte atravesaba el bosque, talando los árboles y acallando a los pájaros. Y un hueco despoblado se iba agrandando alrededor de mí.
Continué mi rutina de cada tarde. Preparar clases y corregir pruebas.
Afuera, la vida continuaba igual.
Hasta que un anochecer, sonó el timbre con un repiqueteo corto y tímido, que me sobresaltó.
Tal vez, porque llovía a cántaros y parecía imposible que alguien se aventurara a salir con semejante lluvia.
En el umbral había una chica enfundada en un abrigo que, a todas luces, le quedaba grande. Sostenía en sus manos un paragua chorreante.
-¡Hola, soy Lilí!- me saludó con naturalidad- Vine a acompañarte, porque sé que estás solo.
-¿Y quién te lo dijo?
-¡Oh! Gente que te conoce- me contestó enigmática. Y sin esperar que la invitara a pasar, atravesó el umbral y dejó su paragua mojado tras la puerta.
Se paró en medio del salón, observándolo todo.
-¡Hay muchos libros!- exclamó- Yo no me cansaba de leer "Papaíto Piernas Largas".  ¿Lo tienes?
-Disculpa-respondí algo turbado- Esa es lectura para niñas. Aquí hay, sobre todo, libros de Historia, porque es la materia que enseño en el Liceo.
Se sentó en el sofá y vi que tenía los zapatos empapados.
-¿Por qué saliste a caminar con esta lluvia?
-En el lugar donde vivo, está lloviendo siempre. Debe ser el País donde fabrican la lluvia. ¿Te has fijado que casi siempre llega despacito, sigilosa, como atravesando una grieta entre dos mundos? Es porque viene desde allá.
La escuchaba asombrado.
Su charla era muy extraña. Me parecía estar oyendo un acertijo infantil o una de esas letanías bellas y sin sentido, que repiten las niñas mientras juegan.
Sin querer me vino a la mente un estribillo escuchado en el Liceo, en el patio de los más chicos.
"Pastora, pastora ¿qué buscas, pastora?  ¿Qué buscas, qué buscas con tanta ansiedad?"
Me di cuenta de que lo había repetido en voz alta, cuando Lilí me respondió sonriendo:
-¡Solo busco mi paraguas! Es hora ya de regresar.
Y se fue sin despedirse, dejándome sumido en una total confusión.
¿Me habría quedado dormido mientras preparaba la clase?  ¿Habría soñado la presencia de la chica?
Pero vi la marca húmeda que habían dejado sus zapatitos junto al sofá. Y una poza de lluvia tras la puerta, donde había estado afirmado su paraguas.
Lilí volvió cada vez que llovía. Y aquel Otoño fue muy lluvioso.
-¿Por qué vienes solamente cuando llueve?- le pregunté un día.
-No puede ser de otra manera, porque me fui de aquí un día en que estaba lloviendo.
 ¿Qué quieres decir?- le pregunté, anonadado.
-Resbalé frente a un autobús que no pudo frenar a tiempo.  Luego vino una señora muy alta, vestida de oscuro. Me tomó de la mano y me dijo que no tuviera miedo. Así llegué  al lugar a  donde ahora vivo.
 -¿Y qué lugar es ese?
- Es un sitio especial, a donde van los que mueren en un día de lluvia. Y cada vez que llueve, nos permiten salir a pasear un rato...
Me quedé mudo, luchando por no creer lo que me decía, pero sospechando en el fondo, que era cierto.
Se me ocurrió una pregunta absurda, que me rondaba por la mente desde que la conociera.
-¿Por qué llevas un abrigo que te queda tan grande?
-¡Oh! Mi mamá me lo mandó a hacer grande, para que pudiera servirme cuando creciera...¡Cosas de las madres!  Tú sabes... Ya ves, no tuve oportunidad de crecer. ¡Y ahora ando nadando dentro de él!  No sé si es que sobra abrigo o falta Lilí, pero algo no cuadra en el asunto...
Se rió, ufana de su chiste, que le parecía muy gracioso.
Yo también me reí, para darle gusto, pero una tristeza inmensa llenaba mi corazón.
Cuando se fue, prometió volver. Pero, la he esperado en vano.
¿Habrá ido a acompañar a otro solitario?
Cuando llueve, pienso en todos los que murieron en un día de lluvia y que seguro, andan vagando por ahí, disfrutando el asueto...
Dejo la puerta entornada, por si alguno quiere entrar. 

1 comentario:

  1. Buena idea, nunca sabemos si vienen o van, ya que muy pocos son capaces de verlos, no es preciso dejar la puerta entre abierte, entran de igual manera, puesto que la densidad física ya no es un obtáculo para ellos.
    Me ha gustado este relato.
    Un abrazo.
    Ambar.

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