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lunes, 25 de marzo de 2013

LA VIDA SIN ROSALBA.

Rosalba se había enamorado de un hombre casado, mucho mayor que ella.
A mi mamá le llevó el chisme una de esas vecinas que nunca faltan... Se la encontró en el Supermercado y le contó que había visto a Rosalba con ese hombre,  "en actitudes que no dejaban nada a la imaginación".
Así le dijo la mujer, que era de esas personas que no consideran que su día está completo si no han destruido la reputación de alguien, antes de irse a dormir.
Mi mamá llegó a la casa muy pálida, pero, por supuesto, no me dijo nada.
A mí nadie me decía nada, porque era muy chica, según ellos y lo único que tenía que hacer era estudiar y no meterme en las cosas de los adultos.
Pero, cuando Rosalba volvió del Instituto de Secretariado, mi mamá se encerró con ella en el dormitorio y las escuché discutir a gritos.
Yo andaba cerca, por pura casualidad, porque había ido al baño a emparejarme la chasquilla.
Entonces vi salir a Rosalba con los ojos rojos y los labios apretados, como decidida a no hacerle caso a nadie y seguir a su corazón, por muy extraviado que anduviera.
Ella iba en las tardes a un curso vespertino de Inglés.
Al día siguiente, mi papá fue a esperarla a la salida y se dio cuenta de que no había ido.
Ella volvió a la casa pasadas las diez y dijo que se había atrasado, porque les habían hecho prueba.
Mi papá no dijo nada, pero apretó los dientes y esa noche no se sentó a comer con nosotros.
Y así siguieron las cosas en la casa, tensas y melancólicas.
Rosalba volvía temprano, pero no hablaba y parecía que estaba dándole vueltas en la cabeza a algún asunto trascendental.
Hasta que una mañana, cuando mi mamá la fue a llamar para el desayuno, vio que no estaba en su dormitorio.
LLamó a mi papá y ambos contemplaron en silencio la cama intacta.
En el closet faltaban sus vestidos y en el polvo que había detrás de la cómoda, se veía la marca que había dejado su maleta.
Mi mamá lloraba como si se le fuera a romper el corazón en pedazos.
Mi papá se quedó inmóvil y pálido, sin hacer ni un gesto. Y parecía que junto con borrarle la expresión de la cara, también le hubieran borrado la vida.
Ellos no le avisaron a nadie ni tampoco la buscaron. Sabían a dónde estaba y con quién se había ido. Además ¿qué podían hacer si ya Rosalba era mayor de edad?
Pero sobre la casa cayó una tristeza que era como una niebla densa que nos envolvía a todos.
Nos sentábamos a comer y luchábamos por encontrar un tema, pero las palabras se nos morían en la boca antes de salir al aire.
Durante mucho tiempo, mi mamá estuvo poniendo el cubierto de Rosalba en la mesa.
Y había en la casa una atmósfera de espera, que poco a poco se fue diluyendo.
Pasaron hartos meses. Todo el Otoño, con esos días sin color, lentos y tristes, que parece que están hechos para matarle las esperanzas a la gente.
Después llegó el frío.  Y de repente, en el Liceo, ya estábamos en vísperas de las vacaciones de Invierno.
Todas andábamos contentas ante la perspectiva de levantarnos tarde y hacer lo que nos viniera en gana.
 Los árboles del patio ya no tenían hojas y casi todos los días amanecía lloviendo.
 Mi mamá había dejado de poner en la mesa el cubierto de Rosalba. Más que todo, pienso yo, que porque a mi papá le molestaba.
Pero, seguía haciendo el aseo en la pieza de ella. A veces,  la veía sentada en su cama,  abstraída en quizás qué pensamientos tristes. Y con la cara levantada como para recoger un invisible rayo de luz que pudiera llegarle desde alguna parte.
Hasta que una noche, cuando  recién estábamos empezando la sopa, sonó el timbre de la puerta, con un campanillazo que yo creo que, al oírlo,  a los tres se nos paró el corazón.
Mi mamá levantó la cara y se quedó escuchando. Estaba pálida y con una expresión de terror y de esperanza, que nunca antes le había visto.
Corrió a abrir y en el umbral estaba Rosalba.
Me acuerdo que le había crecido harto el pelo y que le caía lacio a los lados de la cara.
Estaba más flaca y parecía sin fuerzas, porque sujetaba la maleta con las dos manos y ni siquiera la soltó cuando mi mamá la rodeó con sus brazos.
Mi papá siguió comiendo con la cabeza baja, como no hubiera llegado nadie.
Pero, yo veía como se agachaba sobre el plato y las lágrimas le iban cayendo lentamente en la sopa.

4 comentarios:

  1. Oi Lílian!
    Seu blog é encantador, lindos textos!
    http://jefhcardoso.blogspot.com lhe convida e espera para ler e comentar “Esperando a vida”. Abraço e boa semana.

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  2. Dice Maria Elena: Ayer leí esta historia, la de la chica que supuestamente se enamoró de un hombre casado. Nunca se sabrá a ciencia cierta el motivo de su huída de la casa, pués la visión es la de la niña, que nunca se enteró de toda la verdad.
    Siempre te leo antes de dormir, para mí es un lindo habito, pués tus cuentos me dejan un sabor de dulzura.

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  3. Otro relato magistral de Lillian María.
    El arte de escribir es como hacer collares, usando las palabras como cuentas y una inteligencia brillante como el hilo que las va enhebrando.
    Y de Lillian María, recibimos periódicamente estas verdaderas joyas que nos deslumbran, entretienen y alimenta nuestras mentes siempre ávidas y deseosas de un buen leer.
    ¡Felicitaciones! Orgulloso de ser uno de los de mas de 10.000 primeros visitantes de tu genial e imperdible Blog Literario.

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