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martes, 17 de julio de 2012

RETRATO CON VIOLIN.

Ramiro estaba harto de incursionar en diversas corrientes pictóricas.
Por un tiempo, pensó que el Surrealismo interpretaría mejor las afiebradas fantasías que bullían en su mente. Pero, se encontró imitando a Salvador Dalí, sin darse cuenta. La tentación de pintar relojes blandos colgando de los árboles era demasiado poderosa...
Luego, pintó un par de cuadros totalmente abstractos. De esos que el artista puede bautizar después como "Sueño erótico de un rinoceronte" o "Tempestad sideral sobre el Mar Muerto" y da lo mismo. Cualquier título es válido... Pero, los halló poco sinceros y peligrosamente parecidos a Matta.
Total, no encontraba un estilo que lo definiera y sabía que sin él, no podría granjearse la atención de los críticos. Sería uno más entre tantos.
Un día que estaba esperando el bus para ir a la Escuela de Bellas Artes, vio a una joven tan hermosa que lo dejó estupefacto.
Su cutis era blanco como los pétalos de las magnolias y su pelo negro semejaba dos alas de cuervo enmarcando su rostro.
Estaba parada en la esquina mientras una fina garúa caía sobre ella, sin que pareciera notarlo.
Luego cruzó la calle y se perdió entre la muchedumbre.
Ramiro calculó que debía haberse bajado del bus que acababa de partir.
Cuando llegó a la Escuela, tomó un carboncillo y trató de reproducir en un papel aquellos rasgos exquisitos. Pero había sido muy corto el rato en que había podido contemplarla.
Recordó que llevaba unos cuadernos y pensó que tal vez estudiaba cerca. Si se había bajado de ese bus sería posible verla otro día a esa misma hora.
Acechó su presencia en el paradero y dos mañanas después, la vio de nuevo. Llevaba en sus manos un estuche de violín.
Esta vez se sentó en un banco y se puso a repasar unas partituras que llevaba en una carpeta.
Ramiro pudo mirarla con detenimiento y grabar en su mente los detalles de ese rostro que lo fascinaba. Sus ojos eran levemente oblicuos y su labio superior tenía la forma del arco de Cupido.
Supuso que de ese arco había sido disparada la flecha que se había clavado en su corazón.
Cuando ella se fue, sacó rápidamente de su mochila su block y un carboncillo y fué completando el boceto que había empezado dos días atrás.
¡Ahora sí había logrado el parecido!
Después de todo, tal vez tenía talento para el retrato y a eso debía dedicar su vocación pictórica.
Completó la obra en una semana y sin falsa modestia pensó que era un cuadro notable.
Irradiaba vida y pasión. La vida de ella y la pasión de él, que estaba locamente enamorado de su modelo.
Siguió viéndola de lejos algunas veces y cuando había logrado reunir el valor necesario para acercarse, la joven desapareció.
En vano la esperó muchas mañanas. No volvió a verla y comprendió que había cambiado de itinerario. O sencillamente, la había soñado y ahora se encontraba despierto en la gris monotonía de la ciudad.
Siguió pintando retratos y como recibió calurosos elogios de sus profesores, fue invitado a exponerlos en una muestra colectiva que se realizaría en una galería de moda.
Mientras, Beatriz, que así se llamaba su musa, había empezado a dictar clases de música en un Liceo y sólo en las tardes iba al Conservatorio a sus prácticas de violín.
Esa era la razón por la que Ramiro no había vuelto a verla.
Ella tenía un novio muy celoso llamado Julio.
Este trabajaba en una empresa de ingeniería hidráulica y un día, uno de los socios se acercó a él para comentarle sobre el magnífico retrato de Beatriz que había visto en una galería de Arte.
-¡No puede ser ella!- exclamó Julio, molesto-Nunca me ha dicho que haya posado para un retrato ni que conozca a ningún pintor.
-Bueno, con lo celoso que eres, quizás prefirió no contártelo.
Julio se alteró más aún y pasó la tarde pensando en el asunto.
Al salir de la oficina, se dirigió a la galería y comprobó estupefacto que, efectivamente, se trataba del retrato de Beatriz.
A pesar de su ofuscación, se vio obligado a reconocer que era un trabajo magnífico.
El rostro de ella irradiaba una luz sobrenatural y sus ojos se fijaban en el espectador con una fuerza y una dulzura que impactaban.
-¡A mí nunca me ha mirado así!- se dijo, entre apenado y furioso.
Esa tarde fue a esperarla al Conservatorio y sin decirle nada, la condujo a la galería.
Beatriz, sorprendida, se dejó guiar. El, con brusquedad, la tomó del codo y prácticamente la empujó hasta dejarla frente al retrato.
-¡Creo que me debes una explicación!- le dijo con voz ronca.
Ella se quedó pasmada. Se vio a sí misma recortada en un paisaje brumoso, sosteniendo en sus manos, con delicadeza un arco y un violín.
"Retrato con violín" rezaba el título, impreso en una tarjeta.
-¿Por qué nunca me dijiste que estabas posando para un pintor? ¿Y dónde lo conociste, si se puede saber?
-Pero ¡si no he posado jamás para este cuadro! No me explico por qué aparezco en él ni conozco a quién lo ha pintado.
-¡No me mientas, Beatriz! -alzó la voz, ofuscado-Basta ver la forma en que te pintó para saber que está enamorado de ti. Y esa mirada tuya...¿así lo mirabas mientras te estaba pintando?
Sin darse cuenta, apretó su brazo hasta hacerle daño.
Beatriz se soltó y lo miró ofendida.
-Mira, Julio: Si te digo que no sé quién pintó esto, estoy siendo sincera y me parece insultante que dudes de mí. No es la primera vez que me fastidias con tus celos y ya me tienes cansada. Creo que ha llegado el momento de poner fin a nuestra relación.
El rostro enrojecido de Julio palideció intensamente. Quiso hablar, pero la joven le volvió la espalda y rápidamente se perdió entre el público que asistía a la exposición.
Al día siguiente, volvió a la galería y averiguó el nombre del pintor y la hora en que podría encontrarlo allí.
Luego, se paró frente a su retrato y lo miró intensamente.
La impresionó el talento con que el artista había logrado reflejar en su rostro las emociones de su alma. ¿De dónde la conocía? ¿Cómo había podido retratarla tan fielmente sin que posara para él?
Una tarde, al llegar a la galería, el empleado le señaló a un joven que miraba su retrato con avidez.
-Ese es el pintor-le informó escuetamente.
Beatriz se acercó a él en silencio y dijo a sus espaldas:
-¡Por culpa de este cuadro rompí con mi novio!
Ramiro se volvió sobresaltado y se encontró frente al rostro que se había apropiado de sus sueños y también de su insomnio.
Ella lo miró enojada y le exigió:
-¡Tenga la bondad de explicarme por qué me ha pintado sin mi consentimiento!
El, con voz entrecortada le contó la gestación del retrato, que en el fondo no era otra cosa que la historia de su amor.
-¡Perdóname si te perjudiqué! -terminó diciéndole- Yo podría explicarle a tu novio si tú quieres....
Ella, que lo había estado mirando muy seria mientras él hablaba, permitió que sus labios se entreabrieran en una sonrisa maliciosa y dulce y le respondió:
-¡no te preocupes! ¡Creo que después de todo me hiciste un favor!

1 comentario:

  1. Este cuento tiene diversas situaciones que motivan al comentario, todas muy diferentes.
    El tema del conocimiento visual y esa fascinación del pintor, la desaparición luego de la musa (por un simple cambio horario) y el impacto que produce, los celos de la pareja y la casi imposibilidad de creerse lo sucedido...
    y por último el contacto real entre el pintor y Beatriz, que deja el final feliz al cuento.
    Ah, muy gracioso tu "apunte" sobre los nombres de los cuadros abstractos.
    ¡Que tengas un buen día!

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