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lunes, 23 de julio de 2012

EL ALMA DE JUAN.

En mitad de la noche, Juan despertó sobresaltado. Sintió en su pecho algo parecido al dolor, pero más que dolor, era una ausencia...Los latidos de su corazón resonaban con un eco extraño, como si palpitara en medio de un recinto vacío. No se sentía él mismo...Entonces comprendió que su alma lo había abandonado.
Se había ido mientras él dormía. Pero ¿a dónde?
Sin saber por qué, corrió hacia un espejo, como si esperara encontrarla allí. Su rostro era el mismo de siempre. Sólo sus ojos no tenían el brillo de antes. Una sombría opacidad los velaba. El fuego de su alma ya no ardía en ellos.
La buscó inútilmente por toda la casa. Luego salió a las calles semi vacías, a esa hora del alba. Escasos transeúntes se cruzaban con él, sin prestar atención a su caminar vacilante.
Quería llamarla, pero no sabía cómo. Su nombre era Alma, sí, pero ¿acaso podía ir voceándolo a gritos por las calles, sin que lo consideraran loco?
Deambuló por los barrios cercanos a su casa. ¡No podía haber ido muy lejos!
Al fin, la vio sentada a la mesa de un bar, con un vaso de licor en sus manos. Se veía tranquila y satisfecha, indiferente al sentimiento que su ausencia pudiera haber despertado en Juan.
El entró caminando a tropezones, cegado por la angustia. Se paró frente a ella y le preguntó:
-¿Por qué te fuiste en medio de la noche, abandonándome en forma tan artera?
Su alma lo miró impasible y le respondió:
-Porque me tienes cansada. Me agobian tus recuerdos y tus tristezas.
 -¡Pero yo sin ti no sería nada! Tú eres yo. ¡Sin ti estoy vacío!
-No me importa. Quiero que me liberes, que me dejes ir. ¡Permíteme ser menos desgraciada!
-¡Pero sí tú eres quién me ha hecho desgraciado a mí!
-Te equivocas. Yo llegué a ti con mi túnica blanca sin mácula y mírala ahora, llena de las manchas oscuras de tus rencores y tu resentimiento.
Bajó la vista con disgusto hacia su traje. Luego tomó el vaso de licor y se lo bebió de un trago.
Casi instantáneamente, se la vio más animada. Incluso se tentó de la risa la mirar la cara demudada de Juan.
-¡No te pongas así! Podríamos llegar a un arreglo. Tú me dejas ir y yo te ayudo a buscar otra alma para llenar el hueco que dejará mi ausencia.
-Pero, estoy acostumbrado contigo. ¡Llevamos tantos años juntos!
-Por eso mismo es que me quiero ir. Perdona la franqueza, pero me tienes harta.
-¿Es tu última palabra? ¿No cuenta para ti el tiempo que pasamos juntos, la vida que compartimos?
-Pero ¡mírate, Juan!- y le señaló su reflejo en el espejo del bar-La amargura y el escepticismo te han envejecido. ¡Mira tu boca curvada en ese eterno rictus de sarcasmo! Acompañarte se ha hecho muy duro para mí. ¡Libérame, por favor!
-Pero ¿cómo puedo hacer eso y quedarme vacío? ¿Dónde puedo encontrar yo otra alma que quiera reemplazarte?
-No es tan difícil como crees. Acompáñame al Campo Santo.
Salieron juntos después que Juan hubo pagado la consumición, puesto que el alma no llevaba dinero encima...Caminaron en dirección al Cementerio, en la brumosa claridad del amanecer.
Al cruzar la reja, tomaron por una avenida sombreada de cipreses y llegaron a una tumba. En ella estaba sentado alguien que lloraba desesperadamente.
-¿Qué congoja te aflige?-le preguntó el alma de Juan.
-¡Cómo quieres que no llore? Aquel que me albergaba ha muerto. ¡Era un joven que amaba la vida! ¡Un escritor, un poeta! Habría llegado a ser famoso, pero vino la Muerte con su guadaña, y lo segó como a una espiga. ¿Qué voy a hacer ahora?
-No te aflijas. Yo te traigo aquí a  alguien que se ofrece a ser tu dueño.
El alma afligida dejó de llorar y fijó sus ojos en Juan con mirada crítica.
-¿Te refieres a éste? ¿No estará un poco gastado?
-¡No creas! Es joven aún, pero sus tribulaciones le han dado ese aire taciturno. ¡Pero tú, con tu vivacidad lo harás renacer!
Juan escuchaba este diálogo entre asombrado y molesto. Los veía debatir su destino como si él no estuviera presente y eso le parecía bastante descortés, por no decir ofensivo.
Al fin se llegó a un acuerdo.
El alma del escritor entró en el pecho de Juan y él sintió una tibieza nueva y un ímpetu de vivir que no recordaba haber conocido antes.
-Y tú ¿qué harás ahora?-le preguntó a la que había sido su alma por tanto tiempo-¿Buscarás a otro más de tu agrado en quién habitar?
-¡No! ¡Qué va! Por el momento no pienso encadenarme a nadie. Volaré por ahí, libre y dueña de mí destino, hasta haber saciado mis ansias de libertad. Después veré...¡Total, mi vida es eterna!
Asombrado, Juan la vio transformarse en una paloma. El ave extendió con júbilo sus alas y se perdió en el aire diáfano del amanecer.
Juan regresó a su casa y se acostó de nuevo. Antes de quedarse dormido, pensó ilusionado:
-¡Necesitaré lápices y papel!  ¡Tengo una idea magnífica para escribir una novela!

2 comentarios:

  1. Dice Silvia del taller del CIAM.

    He leído varios cuentos tuyos y me han gustado aunque los hallo un poco tristes. Hasta ahora, mi favorito es "La tienda de medianoche".

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  2. Interesante relato, con esa alma cansada del protagonista. ¡Sólo faltaría eso si en verdad tuviéramos alma, que pudiera abandonarnos a su antojo! Aparte de los abandonos amorosos también sufríriamos los del alma. Incluso podríamos vernos invadidos por algún alma maligna o mezquina. Este relato abre muchas posibilidades.
    Saludos y buen alma.

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