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viernes, 27 de julio de 2012

EL ROMPECORAZONES.

Waldo era un personaje enigmático y esquivo, de quién muchas hablaban entre suspiros pero ninguna había logrado conquistar. No al menos, entre las amigas de Nora.
Siempre la afortunada era otra.
Pero...¿por qué afortunada? Se sabía que él era voluble y que sus relaciones sentimentales eran efímeras. Un hombre así solo garantizaba días de incertidumbre y noches de insomnio.
Sin embargo, Nora sentía curiosidad por conocerlo.
Siempre asistía a las fiestas a las cuales Waldo había sido invitado, pero cuando llegaba, él acababa de partir....
Otra fiesta, en la misma noche, requería su codiciada presencia.
Se había ido, pero todavía persistía en el aire el aroma de su colonia importada.
-¡Este tipo es como el bosón de Higgs!-pensó ella, que no se perdía información sobre el tema- ¡Es imposible de atrapar, pero por donde pasa deja su huella!
Al final, lo conoció.
Era alto, con pinta de príncipe ruso y una mirada verde como el mar, que hacía pensar que morir ahogada ahí sería morir feliz.
Nora trató de no caer en el embrujo de esa mirada. Había tenido unos cuantos desengaños y lo que menos quería era enamorarse de un galán.
Soñaba más bien con alguien sencillo, tal vez un poco tímido, cuyo encanto soterrado sólo ella fuera capaz de percibir.
-¡Qué sin gracia es este tipo!-sería la frase mágica que la llevaría a enamorarse sin vacilación.
La acobardaban los hombres arrolladores como Waldo, acostumbrados a caminar sobre una alfombra roja de corazones destrozados.
La ayudó en su propósito de resistir, la absoluta indiferencia que él le demostró al conocerla.
Se lo presentaron y por costumbre, Waldo la envolvió en la sonrisa deslumbradora que lucía ante cualquier mujer que se le acercara. Pero Nora notó que la miraba sin verla y que aquella sonrisa era la reacción automática de su ego avasallador, que no admitía que nadie se le resistiera.
Como de costumbre, una rubia colgada de su brazo, le hacía arrumacos.
Por entre sus pestañas, filtró hacia Nora una mirada de advertencia.
Ella le sonrió candorosa, como si no notara que acababa de recibir un ultimátum.
Waldo se relamía como gato que tiene leche en los bigotes.
Pasó un tiempo, y por uno de esos inexplicables o maliciosos equívocos, alguien comentó en un cotilleo social, que Nora se había prendado de Waldo.
Y él, que había roto su relación con la rubia de turno, se sintió tentado de comprobar si era cierto.
Le envió un correo en el que, luego de algunas observaciones triviales, escribió:
"No soy un experto en decir lo que otros quieren escuchar, pero no puedo negar que más de una vez, tu proximidad alteró mi compostura".
Nora se enfureció al leer esto porque sabía que era falso y que Waldo sólo estaba tanteando el terreno.
No se molestó en contestarle siquiera.
Quizás fue la primera vez que alguien le hacía un desaire al galán y sin duda sirvió para bajarle los humos.
Al menos, eso esperaba Nora, que no estaba halagada sino ofendida. Y que no le mencionó a nadie la invitación que había recibido su corazón para suicidarse en el mar de esos ojos veleidosos. 

1 comentario:

  1. Los rompecorazones masculinos y femeninos pueden encandilar enseguida a cualquiera pero, por lo general, suelen ser luces que se apagan pronto.
    Está bien frenarlos de vez en cuando jaja.
    Me ha encantado tu frase mágica. Ojalá el amor funcionara así...
    Suerte con todo, Lillian.

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