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martes, 17 de julio de 2012

EL ANGEL DE LA SEÑORITA MATILDE.

Al pasar frente al departamento de la Señorita Matilde, oí un sonido extraño, como el gemir de un niño. Me detuve a escuchar y comprendí que era ella quién lloraba.
Sin estridencias, casi dulcemente, con una queja monocorde que sin embargo, revelaba una congoja inconsolable.
No era que yo la conociera mucho. Sabía su nombre por el administrador del edificio y algunos datos adicionales, como que era una mujer sola que salía poco y era visitada menos aún.
A veces la encontraba en el ascensor y me saludaba con una venia seca de su cabecita de pájaro, marrón grisásea como la de un gorrión. Tendría algo de setenta años, calculaba yo y con los parámetros poco atinados de mi juventud, la consideraba vieja.
Era ella la que lloraba tras de la puerta y me quedé sobrecogida, sin saber qué hacer.
Al fin, me decidí y toqué el timbre. Cesó el llanto y por un instante me respondió un silencio entrecortado de suspiros. Luego, se abrió la puerta.
Yo venía llegando del trabajo, cansada y con dolor de pies, pero fingí que iba saliendo y le dije:
-Señorita Matilde, voy al Supermercado y como hace frío, pensé traerle algo para que usted no tenga que salir. ¿Necesita pan?
Se quedó pensativa, con una manito frágil y reseca apoyada sobre el corazón, como si fuera a sacar de allí la lista de las compras.
-No, pan no. Pero té ya me va quedando poco...
   Partí a comprar, feliz de haber logrado un contacto con ella. Fue como sintonizar una emisora de onda corta y entre una maraña de chirridos discordantes, atrapar en el eter una voz humana.
Volví pronto con la caja de té y para mi sorpresa, ella me invitó a pasar, para compartir una taza.
En un sillón algo raído estaba ovillado un gato, que al escuchar mi voz, abrió un ojo y me miró despreciativo.  Al comprobar que era solamente yo, lo volvió a cerrar y continuó durmiendo. ¡Ustedes saben lo petulantes que pueden ser los gatos!
Arrellanada en el sofá, bebí mi té junto a la señorita Matilde.
Sintiendo que habíamos entrado en confianza, le dije sin ambages:
-Hace un rato la escuché llorar y querría saber si puedo ayudarla en algo más que en las compras del Supermercado.
Ella suspiró y me respondió en voz baja:
-Sí, estoy muy triste y me siento muy sola. ¡Hace tantos días que no viene el ángel a leerme!
-Perdón...¿Dijo ángel?
-¡Claro! El ángel del Servicio Social, que le lee a la gente...
-Pero ¿es de verdad un ángel?
-Sí. Aquí se saca el abrigo y despliega sus alas, para que no se le acalambren de tanto tenerlas encogidas. Pero, en la calle las lleva ocultas, naturalmente. Si no lo hiciera, ¡Capaz que lo llevaran preso por alterar el orden público!
Yo estaba pasmada y por supuesto creía que la señorita Matilde había perdido la razón. Claro que  no me lo dije a mí misma tan finamente. La verdad es que pensé: ¡Esta vieja está loca!
-¿Y me dice usted que es del Servicio Social?-pregunté para seguirle la corriente. Después  de haberla escuchado llorar con tanto desconsuelo, no era cosa de estar contradiciéndola o mostrándome escéptica.
-Sí, pero del Servicio Social Celestial, o sea del SSC. El Señor los manda a la tierra a acompañar a la gente que está sola. Ellos averiguan las necesidades de una. A mí me encanta la lectura, pero ya tengo la vista cansada. Me bailan las letras y me lagrimean los ojos.
-¿Y qué le leía el ángel?
-Bueno, yo quería algo de Dickens, pero él sólo anda trayendo libros relacionados con su tema. "El Paraíso perdido" de Milton, "La Divina Comedia" del Dante...Eso sí que sólo la parte correspondiente al Cielo. ¡Nada de Purgatorio ni de Infierno!-me dijo él-No es cosa de andar promocionando a la competencia...¡Ah! Y la Biblia, por supuesto.
-Y ¿hace mucho que no viene?
-Por lo menos tres semanas. Me dejó un número telefónico, por si tenía alguna emergencia, pero no he podido comunicarme....
Cada vez más atónita, me quedé muda, pero ella, sin notar mi turbación, se paró a buscar una libretita ajada y me mostró un número, escrito en exquisitas cifras con tinta iridiscente.
-Me lo anotó él mismo, pero es inútil. Tal vez lo leí mal. ¿Sería usted tan amable de ayudarme a marcar?
 Lo hice, por supuesto, disimulando mi incredulidad con una sonrisa eficiente.
¡Cuál no sería mi asombro al escuchar una cortina musical de arpas y violines y luego una voz armoniosa que decía:
"Si desea obtener informes sobre algún residente del Cielo, marque Uno.
Si desea contactarse con el Servicio Social Celestial, marque Dos.
Si quiere hacer alguna consulta sobre La Partícula de Dios, marque Tres."
Marqué el Dos y la misma voz melodiosa me informó:
"Nuestros ángeles se encuentran ocupados. Por favor, espere en línea"
Nos tomamos otras dos tazas de té, mientras en el teléfono se alternaba la cortina musical con la voz de la grabación. No hubo caso de conectarse.
-¡Es inútil! ¿No le decía?-suspiró la señorita Matilde.-Tendré que esperar a que el ángel vuelva. Algo lo habrá demorado, pero estoy segura de que regresará.
La dejé más consolada, por obra de las tazas de té y de mi humilde presencia. Desahogar su inquietud con alguien, fuese quien fuera, habría alivianado el peso de su corazón.
Y creo que todo salió bien, porque al cabo de unos días, cuando me bajé del ascensor, ví parado frente a la puerta de la señorita Matilde, a un joven alto envuelto en un abrigo amplio y  que portaba un maletín.
Llevaba un gran sombrero que ocultaba su rostro, pero noté que de vez en cuando, destellos luminosos surgían bajo el ala, cuando alguno de sus rizos dorados pugnaba por escapar.
También advertí un sospechoso bulto en su espalda, bajo la tela del abrigo y no me cupo duda de que se trataba de unas alas.
Me detuve en el pasillo para no importunarlo con mi presencia y de paso, poder observarlo a mi gusto.
Lo vi tocar el timbre y la puerta se abrió con sorprendente celeridad.
Una exclamación gozosa de la señorita Matilde me confirmó lo que para mí  era ya una certeza
¡El ángel lector había vuelto!
Eso sí, ahora me arrepiento de no haber anotado disimuladamente aquel número telefónico.
Todavía suena en mi mente la voz de la grabación:
"Si desea hacer alguna consulta sobre "La Partícula de Dios", presione Tres."
¡Pensar que podría haber obtenido la clave de ese misterio que trae de cabeza a los científicos del mundo!
Pero, seguramente, aunque hubiera lo hubiera discado una y mil veces, me habría quedado eternamente "esperando en línea"....

2 comentarios:

  1. Un cuento tierno, simpático y original. De nuevo con la soledad de fondo.
    Hoy encontré la intromisión de esa vecina como algo positivo...
    Y bueno, ya veo que ni el cielo se libra de esas malditas máquinas con opciones con que nos obsequian las explotadoras compañías telefónicas. Desgraciadamente, vamos siempre a peor.
    Si quieres un saludo, marca el uno.
    Si quieres un abrazo, marca el dos.
    Si quieres...

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  2. Ricardo Aliaga opina: Precioso cuento.

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