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viernes, 6 de julio de 2012

EL BOLSON DE DIOS.

Pablito tenía ocho años, pero ya su papá lo incentivaba para que leyera los diarios. Aunque sólo fueran los titulares, para que después los comentara con él.
Esa tarde, al volver del trabajo, el niño le señaló una noticia y exclamó emocionado:
-¡Mira, papá!  ¡Aquí dice que los científicos están buscando el bolsón de Dios!
-No, Pablito, leíste mal-sonrió el padre- Ahí dice bosón, no bolsón.
- ¿Y qué es eso?
-Es la partícula que habría permitido que se formara la materia del Universo.
-¡Ah!-dijo el niño decepcionado y  enmudeció, perdido en sus reflexiones.
Su papá lo miró con curiosidad y le preguntó:
-¿Y qué pensabas tú que había en el bolsón de Dios?
-¡No, nada!- respondió Pablito, avergonzado- No pensaba en nada.
Pero esa noche se acostó meditando en lo que había leído en el diario y en las explicaciones que le diera su papá.
Se durmió con un sueño liviano y en mitad de la noche, despertó sobresaltado.
Vio que un resplandor azul iluminaba toda su pieza.
Al principio creyó que una estrella había estallado en el cielo y uno de sus pedazos había entrado por la ventana.
Pero luego vio a una persona, que envuelta en un suave resplandor, estaba sentada a los pies de su cama.
Era un anciano de cabellos y barba blancos como la nieve. Vestía un manto azul y llevaba colgado de su hombro un bolsón. A todas luces, era muy pesado, porque vio que se lo quitaba con alivio y lo dejaba sobre la alfombra.
Tenía el rostro más hermoso que Pablito pudiera imaginar y sus ojos eran a la vez severos y dulces, como si tuvieran la facultad de enjuiciar y perdonar al mismo tiempo.
Adivinó quién era y le preguntó, intimidado:
-Señor Dios ¿viniste a verme a mí?
-Sí, Pablito- respondió el anciano-Vine a decirte que tú tienes más razón que esos científicos que aparecen en el diario.
Señaló el pesado bulto que yacía a sus pies y continuó:
-Ahí llevo todos los elementos con que formé este planeta y muchos otros, en lejanas galaxias.
El niño notó que por las costuras ya gastadas del bolsón se filtraban sorpresivos relámpagos y que parecía vivo, porque se estremecía y vibraba, como si fuerzas cósmicas lucharan en su interior.
-En él guardo la energía del sol, el tumulto de los mares, la furia de los vientos y la fuerza que mantiene a las estrellas fijas en el espacio sin que se caigan ni choquen entre sí.
-¡Pero los científicos están buscando algo muy pequeño, una partícula que no se ve!
-¡Déjalos que busquen! No me molesta- respondió el Señor-Yo puse en sus espíritus la inquietud...Lo que me extraña es que se pasen la vida negando mi existencia pero al elemento que investigan lo llamen "la partícula de Dios".
Y el anciano sonrió con una mezcla de ironía y de tristeza, que al niño no le pasó desapercibida.
Lo vio levantar el bolsón y colgarlo de su hombro.
-Ahora debes dormir-le dijo con dulzura y se inclinó para arroparlo con la frazada.
Pablito cerró los ojos y el resplandor azul se filtró un instante aún a través de sus párpados y luego se desvaneció.
A la mañana siguiente, al despertar, pensó que había tenido un sueño muy hermoso.  Pero cuando su mamá entró con el desayuno, notó una pequeña marca en el nacimiento de sus cabellos.
-¿Qué tienes ahí, Pablito? Parece una quemadura....
-¡No, mamá!-exclamó el niño, recordándolo todo- ¡Es que anoche, Dios, al despedirse, me dió un beso en la frente!  

2 comentarios:

  1. Breve, hermoso, fluído y muy actual relato. ¡Felicitaciones!

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  2. Me encantó este relato...
    tiene de magia y de misterio...y bondad

    y sobretodo que le habla a mi niña que cree y ama a Dios.

    un abrazo hermanado!

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