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lunes, 8 de agosto de 2011

MARIPOSA COLOR LIMON.

Recordó de pronto que Yvette la había invitado a tomar el té.
Debía apresurarse.
Se vistió de prisa y salió de la casa sin que nadie lo notara.
Yvette la abrazó sonriendo y Lily notó que no le habían dicho nada de su enfermedad. Mejor. ¿Para qué preocuparla?
Sintió deseos de hablar del pasado. De ese Verano cuando las dos se enamoraron de Vladimir.
Yvette lo conoció primero y salió varias veces con él, en un grupo al que nunca la invitaron.
Pero Lily notó que Vladimir la miraba, que hasta el último minuto levantaba la vista hacia la ventana desde donde ella  los contemplaba partir con aire melancólico.
-Yvette, siempre he querido decirte lo arrepentida que estoy. Tú sabes que lo pagué muy caro. Fue la vanidad la que me impulsó a aceptar a Vladimir, sabiendo que tú realmente lo amabas.
-Pero, Lily, eso pasó hace más de treinta años. ¿Para qué lo recuerdas ahora?
-Porque me acuerdo de lo que tú sufriste. Que te fuiste a la casa de la tía Fanny y te quedaste allá para no verme con él.
-Sí, Lily, es cierto que sufrí, pero pagué también las ocasiones en que a mi vez me había complacido en conquistar a aquellos de quienes tú te enamorabas.
-¡Qué tonta fue esa rivalidad que tuvimos! ¡Mira a donde nos llevó! Tú sabes que mi matrimonio con Vladimir fue un fracaso. Yo era muy joven para él y pronto se decepcionó de mis niñerías. Eras tú quién debió casarse con él. . . Al final, ninguna de las dos pudo retenerlo.
-Lily, no te acuerdes de eso ahora. Ya todo pasó.
Yvette tomó su mano y se la apretó con cariño.
Lily abrió los ojos y se encontró en su cama. Era la enfermera la que le estaba tomando el pulso.
-No se agite, señora. Parece que estaba soñando algo que la afligía.
Se apartó de ella y agregó:
-Esta pieza necesita aire.
Abrió la ventana y una mariposa color limón entró revoloteando.
Igual a las que volaban sobre el trébol de la parcela, cuando era niña.
A lo lejos, las vaquitas Pañuelo y  Humilde están pastando en el potrero.
Y él papá viene llegando en su camioneta. . .
-¡Vamos, Yvette! ¡Corramos  a encontrarlo!
Vio nítidamente el rostro de su padre           que la miraba sonriendo.
Luego cerró los ojos y una enorme fatiga se apoderó de su ser.
La despertó el ruido de la portezuela de un auto. Escuchó voces en el jardín.
Su hija Silvia conversaba con alguien. ¡Es la voz de Viviana! Pero ella vive en Washington. ¿Ha venido entonces? ¿Para qué la llamaron?
Ambas entraron a la pieza y la miraron en silencio.
Lily sonrió y quiso hablar.
-Vivianita- murmuró. Pero se dio cuenta de que no había emitido ningún sonido.
La miró con ternura, trató de erguirse en la almohada. Necesitaba hablar con ella, decirle que ya había olvidado la amarga discusión que tuvieron hace años.
Ese día Viviana estaba alterada y le gritó:
-¡A mí tu enfermedad no me importa nada!
Lily se rió con burla y le dijo:
-¡Sigue, sigue!. Di todo lo que tienes que decir. ¡Desahógate!.
Fingió que no le importaba, pero por dentro, una garra negra estrujaba su corazón.
Luego se tendió en el pasto del jardín llorando y deseó no levantarse más y dejarse morir allí.
Sabía que detrás de las palabras de su hija se ocultaba un profundo desamor, un distanciamiento que se arrastraba desde que  era niña.
Desde que Vladimir y ella se habían separado.
Ese día, cuando  se fue, Viviana corrió a aferrarse a él , tratando de retenerlo.
-¡No te vayas, papito!-gritó llorando.
Y miró a Lily con odio, culpándola de todo.
-Vivianita, no fue culpa de nadie-musitó-El se había enamorado de otra y eso no tenía  remedio.
Su hija no pareció oírla. Lily comprendió que creía haber hablado pero sus labios no emitían palabras. .
 Silvia ordenó los remedios sobre el velador y llamó a la enfermera para la inyección de la tarde.
Pero no fue ella la que entró sino su madre, que se sentó a tejer junto a su cama.
-¡Mamita!-exclamó Lily-¡Qué alegría! Yo sabía que no era verdad que habías muerto.
Luego, todo lo que había pensado y amado en su vida pareció abandonar su mente y elevarse hacia la luz de la ventana. El rostro de su padre, su primera comunión, sus hijas pequeñas, entrando  al colegio.
Se volvieron para decirle adiós y Lily  levantó su mano, que luego cayó sobre su pecho, recogiendo el último latido de su corazón.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Lilly! Sigo recorriendo estos relatos tuyos, que encuentro entretenidos y bien creados.
    Éste de "Mariposa color limón" es bastante trágico y como lector he deseado que no llegara ese final que le pusiste jaja aunque entiendo que el drama siempre parece sensibilizarnos más que las alegrías y hace que el texto sea más impactante.
    Das vida y contenido a los personajes, algo difícil de lograr. ¡Mi enhorabuena!
    Un abrazo y seguiré leyéndote.
    José

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  2. Emotiva y dramática. Con gran capacidad de síntesis logra reunir personajes importantes y hace coincidir realidad con ensoñaciones, llegando a confundirse.

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