Cuando se hizo mujer, empezó a preguntarse a menudo en qué momento había perdido la capacidad de amar.
Con los años, supo que fue cuando su padre las abandonó.
El día en que cerró la puerta a sus espaldas, le cerró a ella también las puertas de la Vida.
Era a su madre a quién él abandonaba, pero sintió que la rechazaba a ella, que era su amor el que traicionaba con la otra mujer.
Y así, la estatua desmoronada del padre, sepultó bajo sus escombros la imagen del resto de los hombres.
Sólo que nadie se confiesa, ni siquiera a sí misma, esa vergonzosa carencia afectiva. Es como no tener brazos o piernas. En esos casos, al menos, se usan prótesis. Pero, cuando una es minusválida del alma, lo único que queda es la imaginación.
Y afortunadamente, la tenía de sobra.
Así es que jugó al amor como a un juego de niños:Soplar pompas de jabón iridiscentes, que crecen, se hinchan y explotan en el aire, sin dejar huellas.
Luego conoció a Mario.
Sus amigas se habían casado y sintió en el ambiente que ya era hora de hacerlo ella también. Presiones sociales y familiares se lo sugerían con insistencia.
Al principio, la pompa de jabón era hermosa, brillaba en el aire con mil colores. Luchó porque no se desvaneciera. Pero explotó como las otras.
Sólo que para ella, el juego no había terminado.
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