Bienvenidos a Mi Blog

Les doy la bienvenida a mi blog y les solicito encarecidamente que me dejen sus comentarios a mis entradas, pues su opinión es de gran valor para mí.



miércoles, 17 de agosto de 2011

DIAS DE HOSPITAL.

Entré al departamento donde habíamos vivido durante tantos años. Todo estaba como siempre. El piano en el living, las flores en el jarrón del comedor y en la pieza que había sido mía cuando niña, estaba tu sillón junto a la ventana.
Sentada en él, madre, tú cosías. Me arrodillé a tu lado y puse mi cabeza en tu regazo. Por un instante, tuviste un ligero sobresalto. Tu mano que sostenía la aguja quedó un momento en el aire y una pequeña sonrisa apareció en tus labios. Luego continuaste cosiendo, como si nada pasara.
No me extrañó tu actitud, porque yo sabía que no me encontraba ahí. Que tenía que ser un sueño. Ese departamento había sido vendido y en él habitaban personas a las que nunca conocería.
Y tú no podías, tampoco, estar sentada cosiendo junto a la ventana, porque habías muerto hacía doce años.
Sin embargo, era tan dulce  la sensación de tener mi cabeza sobre tus rodillas. Poder mirarte mientras cosías. Contemplar tu rostro sereno, como el de alguien que ya atravesó un desierto de espinas y encontró al fin descanso en un prado de hierbas.
Empecé a escuchar voces y pensé que estabas oyendo tu radio. Ese pequeño receptor que llevabas siempre de una pieza a otra mientras te movías por la casa.
Pero no, era un murmullo que me llegaba desde otra parte. Agucé el oído y distinguí la voz de mi hijo.
-Doctor-preguntaba-¿Es normal que no despierte todavía?
Una voz desconocida lo tranquilizaba:
-Sí. La operación fue larga y no se podía escatimar la anestesia. Creo que aún dormirá otra media hora.
Las voces se alejaron y una mano de mujer tomó mi brazo para acomodar una aguja.
Mi cabeza ya no reposaba en tu regazo, madre, sino en la almohada de una cama de hospital. Se había abierto una fisura en el tiempo y nos habíamos encontrado. Yo soñando y tú viniendo desde quizás que ignoto lugar en el que ahora te encuentras.
Abrí los ojos y la enfermera tocó mi frente con ademán tranquilo.
Todo va bien-pareció decir-y volví a dormirme en busca de otro sueño.
Me ví caminando por la estrecha carretera de tierra que llevaba a la parcela en la que pasé mi infancia.
Abrí el portón y devisé el sauce que crecía junto a la casa. Hacía mucho frío y noté con sorpresa que había nevado. Una niña jugaba, recogiendo los blancos copos posados sobre las hojas.
-¡Mira, mamá!-¡Helados para las muñecas!
Repartía la nieve en pequeños platitos y los llevaba hasta la casa. Era yo, de cinco años.
La magia del sueño me había convertido en espectadora de ese día tan especial.  ¡El de mi primera nevada!.
Ví a mis padres caminar presurosos hacia el limonar, temiendo que el frío hubiera helado los capullos de azahar recién abiertos. Mientras, yo organizaba el té de las muñecas, espolvoreando azúcar sobre la nieve medio derretida.
La imagen se borró y una punzada de dolor me arrancó un quejido.
Se acercó la enfermera y añadió un calmante al suero que caía en gotas, inyectado en mi brazo.
-No es bueno que siga durmiendo-me dijo-Trate de permanecer despierta, si no en la noche estará desvelada.
La penumbra del atardecer fue invadiendo la pieza.
Me obligué a mantener los ojos abiertos y no fue un sueño esta vez. Madre ¡estoy segura!
Tú entraste despacito y en silencio, te sentaste a coser junto a mi cama. .

1 comentario:

  1. Conmovedora historia surgida entre sueños. Los detalles van apareciendo y esfumándose como mágicas visiones de un trozo de vida que se extingue. y que aún se aferra a los recuerdos más queridos. Notable.

    ResponderEliminar