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miércoles, 24 de agosto de 2011

CANCIONES DE CUNA PARA DIOS.

Hacía tiempo que Dios andaba irritable y se lo veía cansado.
-Señor-le dijo el ángel que llevaba sus asuntos personales-Te noto fatigado. ¿Es que los hombres te preocupan en exceso?
-No sólo me preocupan sino que ya no puedo dormir. Estoy con insomnio.
-Pero, Señor, ¿No has probado escuchar buena música antes de acostarte?
Por supuesto. Los mares me han arrullado con sus olas y los vientos han silbado dulcemente entre los árboles de los bosques, pero nada me ha hecho conciliar el sueño.
El ángel quedó consternado. Que Dios tuviera insomnio era un problema nunca antes visto.
Se calló respetuoso, pero en su interior reflexionó que ésto de la eternidad era una cosa agotadora. Porque no cabía duda de que Dios había ido envejeciendo. A menudo lo notaba distraído. Incluso muchas veces parecía haber olvidado su propósito al crear a la humanidad.
Y eso trascendía  hacia la tierra. Los hombres a su vez parecían haber perdido el rumbo y la razón de vivir. Se habían vuelto tan violentos y se veían tan desgraciados. . .
Dios interrumpió sus cavilaciones para decirle:
-Hay en la tierra una mujer que canta dulces canciones para arrullar a su hija. No existe en el mundo nada más hermoso ni apaciguador que el sonido de su voz. Es necesario que me la traigas. Creo que sólo ella podrá hacerme dormir.
-Pero, Señor ¿Y qué será de la criatura?
-No faltará quien la cuide-le respondió Dios con un dejo de impaciencia, fruto indudablemente de su enorme fatiga. -Es imprescindible que yo logre conciliar el sueño. Ya no podré resistir mucho más sin dormir. Me volveré loco. Y ¿qué pasaría con la humanidad si el Dios que la creó enloqueciera?
-No mucho más de lo que está pasando ahora-pensó el ángel, pero volvió a callar por el respeto que el Señor le merecía.
-Ve pues a la tierra y tráeme a esa mujer. Yo nunca tuve una madre que me cantara-Y Dios suspiró al pronunciar esta frase como si esa carencia aún le pesara a su divino corazón.
El ángel bajó a la tierra. En medio de la noche llegó a un espeso bosque y la luz que refulgía en una cabaña guió su vuelo. Entró silenciosamente y vio a una mujer que dormía con su hija en los brazos.
No había vecinos cerca de la cabaña. Nadie vendría si la niña lloraba. ¿Cómo llevarse a la madre, abandonándola?
Pero el Señor le había dicho que la dejara ahí. Otra cosa sería desobedecerle.
Sólo un ángel, Lucifer, se había atrevido un día a desobedecer a Dios y ese había sido el principio de todas las desgracias.
Pero sus dudas no duraron mucho. Acomodó a la niña entre sus alas y tomando a la mujer en sus brazos, emprendió el vuelo.
La madre despertó en el cielo, junto al trono de Dios. Preguntó por su hija, pero el ángel le hizo una seña para que no se inquietara.
Desde entonces, cada noche la mujer cantaba sus más dulces canciones y Dios se dormía con una sonrisa en los labios.
Venían todos los ángeles a escucharla, queriendo aprender a cantar como ella. Los más chiquitos, por supuesto, se quedaban dormidos y eso era un alivio para los más grandes, cansados de vigilar sus travesuras.
Ya el primer día, el ángel había ido a buscar una nube rosada sobrante de algún crepúsculo y había hecho con ella una cuna para la criatura.
Apenas Dios se dormía, la madre iba a cantarle a la niña también. Y por fin se notaba que había paz en el cielo.
Aunque no el la tierra. Eso parecía imposible. ¿Acaso tanta violencia no había provocado el insomnio de Dios?
Una tarde el Señor, que andaba más relajado desde que dormía bien, salió a dar una vuelta por el cielo para estirar las piernas. Lo acompañaba su ángel, que le llevaba el manto por si soplaba brisa.
De pronto miró a lo lejos y vio la nube rosada que servía de cuna y en ella algo dorado que brillaba como una lámpara. Era el cabello rubio de la niña.
-¿Qué es eso que hay allá?-preguntó.
Afortunadamente, como ocurría a menudo, había dejado olvidados sus lentes sobre el velador y a sus años, era indudable que veía algo borroso.
-El ángel, turbado le contestó:
-Es una estrella de la Vía Láctea, Señor. Ayer se desprendió y antes de que la atrapara un agujero negro,  la traje para acá. Mañana la devuelvo al firmamento.
Pero se puso rojo de vergüenza por haberle mentido a Dios.
Más tarde habló con la mujer que cantaba y le explicó lo que había ocurrido.
-Ya no podré sostener más esta mentira. Es necesario que tu niña de verdad se transforme en una estrella. Piensa que desobedecí las órdenes divinas para traerla aquí.
La madre comprendió y le sonrió, tranquilizándolo.
-Mis canciones de cuna hacen dormir a Dios y eso es lo que más importa. Si conviertes a mi hijita en una estrella, podré contemplarla desde lejos y ella también podrá verme. La Vía Láctea es también una madre que tiene muchas hijas. Mi niña podrá jugar con las demás estrellas.
Y así, la mujer que cantaba siguió haciendo dormir a Dios, que estaba desvelado por la pesada carga que los hombres habían llegado a significar para El.

4 comentarios:

  1. Encuentro tu cuento bonito y original. En cuanto a la temática, identifico a una autora maldadosa con toques de ingenuidad. Dios se me imaginó Harum Al Rashid que se trajo a Sherezada desde la tierra para que le cantara. Si provocas algún revuelo, es positivo. Así motivas a otros a escribir cosas originales.

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  2. Lúdico, precioso. Ojalá todos tuviéramos alguien como la mujer que cantaba, para que nos pacificara el espíritu y pudiéramos dormir.

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  3. Es un buen ejercicio imaginativo, es una erejía bajar al "todo poderoso" a necesidades mundanas. Espero no tengas pesadillas por lo escrito, el castigo de que lucifer te lleve al infierno.
    Bueno entretenido un Dios engañado aceptando la mentira de un ángel mentiroso. ¡¡FELICITACIONES!!
    ACV2

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  4. Simpática e irónica ficción. Muy ingenioso y bien estructurado. El "trato humano" dado a Dios llama a una divertida reflexión, sin ser irrespetuoso.

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