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viernes, 3 de junio de 2011

BARBA AZUL.

Ella tenía la vaga idea de que a cada persona se le había asignado un bus que debía tomar rumbo a la Vida. El suyo se le había pasado, no sabía como, sin que alcanzara a subirse. Y se había quedado ahí, inmóvil en el paradero, sin tener a donde ir.
A su lado, la vida de los demás trascurría como una película en la que ella no tenía asignado ningún papel.
Nunca quiso casarse. Hasta después, cuando era demasiado tarde.
Tuvo varias invitaciones a salir de los amigos de su hermano. Ella era tímida y les inventaba que sus papás no la dejaban salir sola, que iría acompañada de una prima. Iban al cine o a tomar el té al Café Santos. Nunca más la volvían a invitar y después se enteraba de que estaban saliendo con su prima.
No le importaba mucho. Más bien sentía alivio. Tenía miedo de los hombres, de la intimidad del matrimonio, tan lleno de secretos desagradables. Tras la puerta del dormitorio de sus padres pasaban cosas misteriosas que la habían asustado cuando niña. Y que luego, cuando entendió, le causaron repugnancia.
Y así fue pasando el tiempo y llegó a los cincuenta años viviendo sola en la casa que había sido de sus padres. Entonces  empezó a lamentar su soltería y se arrepintió amargamente de tanta oportunidad desperdiciada.
Su hermano se había casado con una niña distinguida que conoció en un balneario y ahora vivía con ella en el barrio alto. Sólo  venía algunos Domingos, muy de tarde en tarde ,  a saber como se encontraba. Siempre era generoso con su dinero, pero el tiempo sin duda le parecía escaso, al menos para gastarlo en ella.
Un viudo del barrio empezó a rondarla. Era apuesto y distinguido y se sintió halagada. Varias veces lo encontró como por casualidad a la salida del Supermercado. Un día lo invitó a pasar y le sirvió una taza de café. Se hizo costumbre que llegara a verla en las mañanas.
Ella ahora iba a la peluquería y empezó a usar para el diario la ropa que guardaba para las hipotéticas salidas que no se producían, porque su hermano y su cuñada no la invitaban jamás.
Sabía que en el barrio corrían extraños rumores sobre el viudo. Que su señora había muerto de súbito, sin haber estado enferma. Que era misterioso, que no se sabía de donde venía ni se le conocía ninguna actividad lucrativa. . En fin, puros chismes de gente envidiosa. Cuando ella pasaba, escuchaba cuchicheos o sorprendía miradas curiosas o de velada advertencia. Alguien quiso ponerla en guardia y ella lo paró en seco.
El le propuso matrimonio. La casa paterna se vendió sin que su hermano quisiera reclamar su parte y se fueron a vivir a la  que el viudo ocupara siempre. Cómoda y amoblada con gusto, se notaba una mano femenina en los detalles pequeños.
Ella se sentía feliz. Por fin tenía con quien conversar y sus secretos temores se disiparon pronto. El no le hizo requerimientos físicos de ninguna especie. Parecía gozar con su sola compañía y con los mil gestos delicados y tiernos que ella le prodigaba. Esos que había atesorado toda la vida sin encontrarles destinatario.
Sólo le extrañaba que él no le hablara jamás de su pasado. No había ni una foto de la difunta en toda la casa ni él la nombraba nunca. Ella pensó que aún sufría el dolor de la pérdida y respetó su silencio, aumentando sus gestos de ternura para paliar su sufrimiento.
Un día que él salió, se puso a ordenarle los cajones del escritorio. En un sobre, escondido muy al fondo, entre unos papeles, encontró un carnet de identidad. Una hermosa mujer de mediana edad la miraba a los ojos. Ni la mala calidad de la fotografía lograba disimular su belleza.
Lo iba a guardar con respeto, cuando distinguió dentro del sobre otro carnet, y otro y luego otro más. Había cinco en total. Todos de mujeres de edad madura, pertenecientes a distintas regiones del país.  ¿Qué significaba eso?
Un escalofrío le subió por la columna vertebral. Se le doblaron las piernas  y el lento horror de la sospecha que se fue haciendo certeza paralizó su corazón.

2 comentarios:

  1. Es muy bueno. Aprovechaste muy bien el viejo cuento infantil y le diste un giro siniestro. El final resulta impactante. Su mérito es la sorpresa, aunque el nombre del cuento podría haberme hecho preverlo, no fue así.

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  2. Me ha impactado Llilian, te desenvolviste en la vida cotidiana de una mujer como cualquiera, y en la siniestra colección de carnets de tu nuevo barba azul. Ella ya sabe lo que le espera...

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