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miércoles, 22 de junio de 2011

MARIPOSAS EN LA NOCHE.

(Tarea de TALLER)
Se sentó en un banco del parque y se tomó la cabeza entre las manos. Caía la noche y la humedad que venía del río acentuaba el olor del pasto y la frialdad de la atmósfera.
Todo había terminado para él. En el lapso de un día lo había perdido todo. Trabajo, familia, honor. Sentía que se precitaba de cabeza en un pozo oscuro y sin fondo. Un grito escapó de sus labios y luego un sollozo ronco.
Al menos el río estaba ahí para lanzarse a él y acabar con todo. Se imaginó hundiéndose en las aguas negras que rugían bajo el puente. Tras una corta lucha, un braceo angustiado del que quiere vivir a pesar de sí mismo, vendría la nada. El fin de todos los dolores. El agua lo arrastraría hacia el mar como un despojo más entre las ramas y los desperdicios. Sí, terminar de una vez. Era preciso.
De pronto, sintió que alguien se sentaba a su lado. Una pequeña mano se posó sobre la suya y se la apartó de la cara.
Era una niña vestida de blanco, con largos bucles rubios cayendo por su espalda. En la otra mano sostenía una pelota.
-Estás llorando-musitó asombrada.
A él le sorprendió verla ahí a esa hora. La noche caía rápidamente.
Se repuso un poco y le preguntó:
-¿Qué haces aquí? ¿Andas sola?
-No-dijo la niña-Allá están mis padres. ¿Los ves?
El miró hacia la fila de bancos que se perdía en la penumbra, pero no vio a nadie.
-Estás tan triste-Dijo ella.
Con su mano pequeña le limpió las lágrimas  que le mojaban las mejillas. Se acomodó a su lado y lo miró de frente. Sus grandes ojos claros irradiaban dulzura y confianza.
Se apoyó en su hombro y continuó:
-Piensas que has perdido algo y que ya no lo vas a recuperar. Pero, te equivocas. Sufrirás y sentirás que ya no te quedan esperanzas, pero luego lo perdido volverá a ti.
-¿Y qué puede saber de éstas cosas una niña como tú?
-Si sé. Escucha, te voy a contar lo que me pasó con mi pelota el Verano pasado:
-Estaba jugando en la playa y una ola se la llevó. Ví como el mar la arrastraba hacia adentro. Quise correr a buscarla pero mi mamá me sujetó con firmeza.
-No, mi hijita, es peligroso. El mar te arrastraría también.
Me puse a llorar abrazada a ella y lloré todo el día por mi amada pelotita. ¡Habíamos jugado tanto las dos! Ella era mi juguete preferido. La llevaba al campo, al patio de colegio, a todas partes. Y ahora el mar me la había quitado. ¿Para qué podía quererla si él tenía tantas cosas con qué jugar? Los barcos, los peces, las gaviotas...
-No llores más, mi niña-me dijo mi mamá. -Todas las tardes, cuando cae el sol sube la marea. Vendremos a la playa y estoy segura de que un día las olas te traerán de vuelta a tu pelota.
Fuimos todas las tardes y nos sentábamos en la arena a mirar el mar. Yo perdía la esperanza y me ponía a llorar, pero mi mamá me alentaba.
Hasta que un día la vimos venir de vuelta. Flotaba suavemente y las olas, una a una, como si jugaran con ella, la iban acercando a la playa. Al final, un golpe de espuma la depositó a mis pies. ¡Había vuelto! ¡La había recuperado!
Y la niña apretó contra su corazón la hermosa pelota de vivos colores.
Juan callaba.
Ella tomó su mano tosca entre las suyas, tan suaves y blancas.
-No llores más. Ahora es de noche y está muy oscuro. Pero mañana, cuando salga el sol, con su luz te devolverá la esperanza. Aléjate del río. No pienses más en él. Sus aguas frías y turbias asustan con su rugido. Ve a tu casa y trata de dormir. Y no te olvides que la claridad del día aconseja mejor que las tinieblas de la noche.
Juan pensó que era tan extraño que una niña pequeña le hablara así. La miró y vió que su carita refulgía en la sombra como la luz de una lámpara.
Pensó por un instante que sería un ángel. Que Dios se lo había mandado para evitar que cometiera una locura.
La niña hizo un movimiento para abrazarlo y la pelota se escapó de sus manos.
-¡Oh, mi pelotita se va!-gritó y rápidamente se bajó del banco.
La pelota rodaba velozmente alejándose por el sendero.
La niña corrió tras ella y se perdió en la noche.
Lo último que vio Juan fue el lazo blanco de su vestido que se agitaba en las sombras, como las alas de una mariposa que emprende el vuelo.  

1 comentario:

  1. Tierno y emotivo. Para gusto de todas las edades.

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